El día domingo se celebró el penúltimo comicio electoral tras el ciclo de rebelión popular iniciado en octubre del 2019 en Chile. Se trata de la segunda vuelta presidencial, que según los análisis marca la antesala del plebiscito de salida, a celebrarse durante el 2022, que afirmará o rechazará la propuesta de Nueva Carta Magna elaborada por la Convención Constitucional. El plebiscito de entrada, celebrado en octubre del 2020, resultó con una apabullante victoria del Apruebo (78%) sobre el Rechazo (22%). Esto indicaba para ciertas posiciones una flagrante crisis de la derecha chilena, pero también de la ex-Concertación, identificada con los 30 años de la pos-dictadura.
Sin embargo, la derecha nostálgica de la dictadura militar (1973-1990) logró la primera posición en los comicios de primera vuelta, celebrados en noviembre del 2021, con casi un 30% de las preferencias. Las causas de ello son y serán objeto de reflexión. Si intentáramos resumir algunas de las hipótesis más escuchadas al respecto, probablemente debamos exponer al menos tres de ellas.
La primera sostiene que han sido los medios, en manos del gran empresariado, los que ejecutaron una campaña de desprestigio hacia la Convención y del terror ante un posible gobierno del PC-FA.Ha sido el rechazo a los enunciados xenófobos, machistas, clasistas y negacionistas de la catástrofe ambiental que pronunció el candidato de la derecha, los que impulsaron la participación electoral del mundo popular para evitar que este llegara a la Moneda
La segunda, que ante el desorden percibido desde octubre del año 2019, el deterioro de la vida y la incertidumbre del futuro, grandes porciones del electorado preferirían el orden y la restauración de lo viejo, lo cual coincide con el proyecto político de José Antonio Kast.
Pero existe una tercera que sostiene que la Convención, conducida por el FA, PC y PS ha adquirido una orientación política que dista de resolver las necesidades inmediatas y materiales del grueso de la población. El resultado ha sido la generación de un sentimiento de frustración y desconfianza hacia el proyecto político de Apruebo Dignidad, sumiendo a las masas en un estado de confusión, que ha sido parcialmente capitalizado por candidaturas como las de Franco Parisi.
Los resultados de ayer deben contrastarse con el hecho de que la suma de las candidaturas enfrentadas el domingo 19 de diciembre no alcanzaron siquiera el 60% en primera vuelta. A ello se añade el alto abstencionismo, aún circundante al 45-50%. Por ende, una serie de tareas quedan pendientes para el conjunto de organizaciones políticas, fundamentalmente en el plano de la construcción y politización de masas.
El triunfo de Gabriel Boric puede entenderse como una victoria del proyecto político de Apruebo Dignidad. Sin embargo, y considerando estos antecedentes, nos encontramos en condiciones de señalar que se trata más bien de un triunfo anti-Kast. Es decir, no ha sido la política de alianzas del PC-FA hacia la ex-Concertación. Tampoco la búsqueda de apoyos centristas en la arena internacional. Menos aún los llamados a la gradualidad que han mantenido una serie de personeros de Apruebo Dignidad en la realización de los aspectos más progresivos de su programa.
Ha sido, en lugar de todo esto, el temor al continuismo de la política anti-movimiento social de Piñera y que Kast planteaba radicalizar. Ha sido el rechazo a los enunciados xenófobos, machistas, clasistas y negacionistas de la catástrofe ambiental que pronunció el candidato de la derecha, los que impulsaron la participación electoral del mundo popular para evitar que este llegara a la Moneda. Por ende, lo que ha triunfado (parcial y distorsionadamente) es el camino de lucha y movilización trazado por las masas en las calles desde octubre del año 2019 en Chile.
Y por parcial y distorsionadamente se indica que la movilización del 2019 no logró tumbar a Piñera, expropiar a los grandes grupos económicos, ni romper con los tratados internacionales que cercenan la soberanía nacional. Por ejemplo, sobre la propiedad de los bienes comunes naturales, como el cobre, agua y litio. Tampoco la movilización logró liberar a los presos de la revuelta. Menos aún ejecutar de conjunto las políticas necesarias para conquistar ‘una vida digna’. En lugar de ello, ha sido el camino anclado a la institucionalidad vigente el que ha logrado encauzar el ‘malestar’ de los/as chilenos/as. Esto involucra que tanto el gran empresariado, como las organizaciones del capital transnacional y la llamada clase política local podrán dormir tranquilos en lo sucesivo de los cuatro años de gobierno de Gabriel Boric.
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