Bajo la óptica neoliberal, los gobernantes basan sus objetivos en falsos paradigmas y sugerencias que solo solidarizan con la ortodoxia del FMI y de los jubilosos banqueros que nunca pierden.
El modo en que se proyecta el desarrollo productivo y tecnológico, la forma en que se manifiestan los “beneficios” de éste bajo el neoliberalismo, la concentración de la propiedad y la acumulación privada del capital que le acompañan, no sólo constituyen hechos materiales sino que son cuestiones políticas que caracterizan al nuevo régimen que pasa a dominar en los ’70 y ’80. Además, vendría acompañado de modificaciones en aspectos decisivos como lo son la relación que se establece entre la economía y las necesidades populares, la manera en que se plantea la lucha entre las clases sociales y el cómo se enmascaran los intereses de las mismas en ese discurso que encubre el control que los dominantes ejercen sobre el pueblo.
Con el surgir de las teorías del final de nuestra historia, con el predominio neoliberal y la imposición del libertinaje de los mercados como expresión del nuevo Estado capitalista, la élite nacional promueve un proceso de traspaso de la renta social al circuito financiero; así se constituye no sólo en la vocera de los núcleos más concentrados del capital global (que no tienen relación alguna con los intereses de cada país) sino que también se integran a ellos: con estos gobiernos, muy formales en su objetivo democrático, emergieron factores de poder y de presión más poderosos que de hecho lograron coaptar al propio sistema representativo. Esto les otorgó a estos actores, siempre a través de la primacía de la especulación sobre la economía de la producción y gracias a una nueva expansión tecnológica, la concentración monopólica necesaria para hacerse con una privilegiada capacidad de influencia y lobby.
Ahora, el mundo del show y de la imagen, que a expensas de la real satisfacción de las necesidades del trabajador logra triunfar sobre la política como acción transformadora, reafirma una razón que proviene de la gestión, del relato y de la discusión relativamente banal, que de ese modo articula el control social sobre la mayoría de la población. Los neoliberales encarnan así la “no-política” y el falso consenso ante la lucha por los intereses de cada clase. El neoliberalismo es el mundo del no- compromiso porque no le importa el debate, mucho menos la democracia.
El problema es que frente a la crisis global el régimen neoliberal nos demostró que no tiene capacidad alguna de gestionar el manejo efecivo de la agenda pública. Entonces, no es de extrañar que frente a la crisis actual el sistema insista en las mismas recetas y ajustes. En su concepción ideológica ya no hay códigos, ni carrera ni especialización porque cualquiera puede ser político, como si se tratara de un cambalache. Ocurre que estos gobernantes, siempre bajo la óptica neoliberal, basan sus objetivos en falsos paradigmas y sugerencias que solo solidarizan con la ortodoxia del FMI y de los jubilosos banqueros que nunca pierden. En el caso de Chile, después de saquear nuestros recursos y luego de hacerse con todo lo vendible, solo nos dejaron más marginación, más humillación y más empleos flexibilizados.
Comentarios
03 de febrero
Algo que me ha estado dando vueltas desde hace tiempo – y si logro tener las herramientas técnicas definitivamente investigaré – es de la posibilidad de una «estabilización entrópica» de las ideologías al estilo de Fukuyama que usted nombra como fin de la historia. Suena improbable una aplicación tan exótica de la termodinámica a ciencias sociales, además que como seres humanos nos creemos especiales y fuera de las normas de la naturaleza, el propio hecho de la superstición en dioses y creencia en milagros es una manifestación de tal creencia, pero creo que la globalización y el advenimiento de las tecnologías de la información llevan inevitablemente a una homogenenización del pensamiento a todos los niveles.
El «fin de la historia» está en Hegel y, por supuesto, en Marx. Para Fukuyama las democracias liberales capitalistas son el estado final de la evolución política. Para Marx la utopía comunista. La cuestión que me parece interesante es que, suponiendo las conjeturas antes apuntadas, alguna ideología será, en algún punto de la historia si la globalización se mantiene como un parámetro constante, el «pensamiento único» del promedio de esta aldea global definitiva.
El mero hecho de que existará un estado final ideológico en el promedio de la mentalidad de los seres humanos, más allá de si se trata de ideales liberales, comunistas u otros, me parece fascinante. Estar condenado a un totalitarismo global y definitivo producto de la misma configuración ontológica del mundo sería una cuestión digna de ser demostrada o refutada.
En fin. Solo divago por aquí como siempre. Pero evidentemente, si es por definir algún ideal rector para la historia futura de la humanidad, decanto por el colectivismo antes que el individualismo.
Saludos
+1
03 de febrero
Luis: Interesante tu punto de vista, de que en la medida que se acaba la historia en el sentido que se impone un pensamiento e ideología única estamos condenados a vivir en una sociedad totalitaria. Personalmente creo que la única manera de evitar ese autoritarismo es con la participación y el compromiso de las mayorías. Por eso siempre insisto en el gobierno de los trabajadores, porque entre todos debemos definir el tipo de país y de mundo en el que queremos vivir. Y si logramos eso, si la mayoría nos hacemos responsables de nuestro futuro, aunque hubiera una idea rectora única, podemos evitar ese totalitarismo y homegeneidad de la que hablas y militar en favor de la diversidad. Saludos.