¿Hubo algún avance con lo que vimos esta semana? ¿Se podrá construir una reforma concisa y sustancial para reformar los vicios de nuestro sistema educacional? ¿Pueden los estudiantes -verdaderos gestores de un cambio cultural en Chile- confiar en quienes destituyeron a Beyer? ¿Es el destituido ministro realmente un ser superior y cercano a la sacralidad?
El miércoles, luego de bastantes dimes y diretes, la acusación hacia Harald Beyer logró su objetivo en el Senado. Ahí parlamentarios, oficialistas como de oposición, afilaron sus dientes y se dijeron de todo con tal de poder poner de manifiesto lo que consideraban sus más profundos principios y valores en torno a lo que se debatía. Unos lo hicieron votando en contra del documento que condenaba al académico a cinco años fuera del servicio público, mientras otros, levantando la bandera en contra del lucro, aprobaron el tercer punto que expulsaba del gobierno al ministro.
En ese largo miércoles, los senadores argumentaron sus votos con distintas y peculiares razones antes de emitir su opinión sobre este proceso. Algunos rasgaban vestiduras, mientras otros se palmoteaban felicitándose por la convicción con la que habían entregado su voto frente al país, en un show digno de años electorales.
Por un lado los personeros de la Concertación, buscando casi desesperadamente el apoyo del movimiento estudiantil, gritaban “¡se acabó el lucro!” una vez que se dio por conocido el veredicto final del procedimiento; parecían sentir que todo lo que omitieron por años se había olvidado y perdido en un mar de palabras y consignas. De hecho, debe haber sido uno de los momentos en que más se habló del lucro, sin que realmente se dimensionara lo peligroso y complejo que resulta el que unas personas se enriquezcan con un derecho que todo ser humano merece.
Al frente la cosa era peor. La derecha en su totalidad mostró lágrimas y pucheros,que se soltaban y desprendían de sus caras como si no los pudieran contener. Cecilia Pérez, la vocera del oficialismo, parecía como si quisiera arrancarse los pelos de una vez por todas frente a quienes observaban su espectáculo. Las caras eran de funeral y el sentimiento de victimización, frente a algo que ellos mismos comenzaron con la lógica del “desalojo”, era muy curioso, sobre todo para quienes los vimos hace cinco años saltando y abrazándose en la vereda contraria, ante los ojos de Yasna Provoste.
Los medios no han sido la excepción dentro de este show debido a que, al parecer producto de una decisión editorial, se han puesto a santificar la figura de Beyer de manera poco pudorosa. Canales lo muestran rumbo a La Moneda a recibir el homenaje de Piñera, con la cara limpia y los ojos mirando hacia el horizonte, en busca de un mejor destino para un Chile desorbitado.
Frente a lo descrito no tengo muchas respuestas que ofrecer, pero me surgen un par de preguntas como las siguientes:
¿Hubo algún avance con lo que vimos esta semana? ¿Se podrá construir una reforma concisa y sustancial para reformar los vicios de nuestro sistema educacional? ¿Pueden los estudiantes -verdaderos gestores de un cambio cultural en Chile- confiar en quienes destituyeron a Beyer? ¿Es el destituido ministro realmente un ser superior y cercano a la sacralidad?
Si quiere, respóndame.
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