«El deseo insaciable de las lamentaciones, que lleva a los gemidos y los golpes de pecho, no es menos vergonzoso que la voluptuosidad desenfrenada.»
Plutarco
Independiente de los juicios que pueda merecer una figura como la de Patricio Aylwin, sucede que ayer 20 y hoy 21 de abril, se me ha hecho sumamente difícil circular en mi scooter por el centro de Santiago debido a los desvíos que provocan sus ritos funerarios. Se han decretado los tres días de duelo nacional de rigor, pero a pesar de que todo ello parece lógico, no puedo evitar sentir que el cierre de la Alameda y otras calles con motivo del cortejo y las demás actividades son una forma de abuso inconsciente.
Quienes no somos parlamentarios no tendremos suspensión de actividades para asistir a todos los actos protocolares. Para nosotros la vida sigue, con sus horarios, sus compromisos y sus obligaciones, y la interrupción del tráfico es un problema no menor: se hace difícil ser puntual y cumplir con los deberes, se genera congestión y con ella contaminación. Sin embargo, nuestras necesidades parecen menos urgentes que las necesidades de la nobleza –nobleza en el sentido pre revolucionario francés–, que ha dispuesto de un inusual despliegue de fuerza pública chillonamente ataviada de reflectancias solo para estos ritos funerarios, en los cuales se llora y celebra, finalmente, a sí misma como clase política.
Esta celebración es, como la vida cortesana de Versalles, a expensas de nosotros, la plebe de Chile, “la gente”, como decían en la campaña del difunto presidente. Al parecer la clase política no se ha percatado de que esto exacerba las diferencias y denota una cultura de privilegios en un momento en que Chile se ha cansado de los privilegios de los políticos, los notarios y hasta de los de los taxistas. Hace poco la joven Lissette murió en el SENAME, CIPER publicó hace no tan poco un artículo sobre el inquietante aumento de suicidios entre los jóvenes. La vida nos cuesta, la vida es difícil, a veces demasiado y esto ocurre en gran medida por lo que han hecho los políticos, por cosas como el funcionamiento del mismo SENAME y por el rol que tienen la AFP, por ejemplo. Es por ello que este tipo de atropello, aunque pequeño, es tan indignante: “paremos la vida de ustedes para el rito de muerte de nosotros, pueden sumarse como público”, parecen decir.
No creo que este sea el momento de juzgar a Patricio Aylwin, no sé cómo habrá sido la cosa con la guitarra de aquellos días, en los que yo no era más que público –igual que ahora–, además de que, fuera del campo de las erudiciones, no creo que ese juicio interese ya demasiado. Lo que sí creo, es que la plebe, perdón, la ciudadanía, quiere que la medida de lo posible de hoy se amplíe mucho más que aquella medida de lo posible de entonces.
Sucede que sus muertos valen más que nuestros muertos, sucede que nuestra vida incluso importa menos que su muerte. No sé si se dan cuenta de ello. Nosotros, “la gente”, por nuestra parte, sí nos damos cuenta de que estas ceremonias no obedecen al sentimiento que quizá muchos políticos sí tengan, sino a un intento de elevar su imagen por sobre sus bajos índices de aprobación y, sobre todo, a una nostalgia de la Transición, aquella era en la que todo se negociaba y la clase política no tenía necesidad de discutir en serio por nada. Este no es el funeral de Patricio Aylwin, este es el funeral de la Transición, de aquella época de oro de los consensos ¿acaso esperan la resurrección? Pues no debería ocurrir.
Matías del Río criticó a la bancada joven por no decir nada y, en general, la juventud sí está bastante indiferente. No creo que este sea el momento de juzgar a Patricio Aylwin, no sé cómo habrá sido la cosa con la guitarra de aquellos días, en los que yo no era más que público –igual que ahora–, además de que, fuera del campo de las erudiciones, no creo que ese juicio interese ya demasiado. Lo que sí creo, es que la plebe, perdón, la ciudadanía, quiere que la medida de lo posible de hoy se amplíe mucho más que aquella medida de lo posible de entonces. Quiere una justicia más tangible, tal vez ya no para los torturadores de la Dictadura, que de a poco también se mueren de viejos, pero sí para cada uno de los ciudadanos: justicia de la seguridad en el empleo, del sueldo ético, como le dice Goic, justicia de no tener que ver como los políticos se corrompen o van a ver el rugby.
Don Patricio ya no es, es solo una figura de la historia y pasa a ser asunto de historiadores que ya tienen una vida completa para analizar. Fuera de ello, él merece descansar en paz. Así como él ya no es, la Transición también debe dejar de ser. Que lloren los políticos los últimos estertores de ese proceso y que todas las ceremonias los preparen en reflexión para enfrentar el descontento presente y la historia que se viene. Y, por favor, de ahora en adelante no nos dificulten más el camino ni en las calles ni en la vida.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Arturo Ruiz
Gracias por la pregunta. En muchas manifestaciones he participado. La mayoría de la gente no comete actos vandálicos y sospecho que quienes los cometen son jóvenes arengados por agitadores profesionales. Ví esto último en el Cementerio General, cuando, frente al memorial de los detenidos desaparecidos comenzó una batalla campal entre ¡hinchas de La Garra Blanca y Los de Abajo! ¿Qué hacía esa gente ahí? La mayoría eran jóvenes dirigidos por hombres de más de cincuenta años. El resto de nosotros, los que efectivamente conmemorábamos alas víctimas de entonces, solo pedíamos que se fueran.
En La Araucanía se ha develado que muchos, si no todos los «atentados» del Pueblo Mapuche, no eran más que montajes en los que incluso participó la propia policía, con el objeto de criminalizar sus legítimas demandas. Yo soy pueblo, no soy «élite», lo que me molesta es cuando me obstruyen desde el poder, por el poder y para el (show) del poder.
Arturo Ruiz
A propósito, en clave de humor http://breviariodeladerecha.blogspot.cl
Arturo Ruiz
No es de los míos, pero…
Disposiciones sobre mis funerales:
Deseo que éstos tengan el carácter mas estrictamente privados.
Inmediatamente que muera quiero que mi cadáver sea trasladado
hasta la capilla del cementerio general de Santiago,donde he ido permanentemente a misa desde que murió mi madre el año 1936.
Quiero que mi cadáver lo coloquen en una urna austera,pero de buena calidad.
Mi entierro debe realizarse con la mayor reserva porque no deseo acompañamiento de ninguna clase,ni mucho menos discursos.
Ordeno que no se acepten honores de ninguna clase,ni duelos oficiales,si es que se pretendiera hacerlo.
Mi cadaver debe ser depositado,como lo he dicho tantas veces
en el nicho que queda debajo del de mi padre.
No acepten ningún acto que le quite a mi fallecimiento el carácter del de un ciudadano corriente.
Lo que sí pido es que se ofrezcan misas en sufragio de mi alma,de la de mis padres,mis hermanos,y de nuestras viejas servidoras:Carmen Ruz y Elena Loyola.
De mi muerte sólo se dará cuenta el día siguiente de mi sepultación con un aviso que diga: » ha fallecido don Jorge Alessandri Rodriguez .Sus restos fueron sepultados en el cementerio general.La familia.
Espero que estos deseos sean cumplidos.
JORGE ALESSANDRI RODRIGUEZ.
Juan pedro
Imagino que igualmente te quejas cuando los Pelotudos de la confech cierran la Alameda al paso de las micros, y vandalizan los bienes públicos??