Durante estos días se ha tenido dentro de la palestra de discusión nacional el rol que ha jugado el Colegio Médico, dirigido por la doctora Izkia Siches, en la situación de pandemia presente. Su voz ha surgido como una contratapa a la voz oficial gubernamental, al establecer un nuevo tono del colegio, mucho más claro y representativo de aquellos profesionales que están viviendo en carne propia los grandes embates de esta crisis.
Es necesario seguir empoderando a los colegios, para establecerlos como voces de claridad, no de nuevo como entes que sirvan de caballitos de batalla que surjan a la más mínima provocación
Algunas personas han calificado a Siches como un nuevo rostro político, otras han llamado a oponerse a ella con total fuerza. Yo pienso que dichos debates son banales y para nada hablan del gran trasfondo que esconde esta situación, un debate postergado por años sobre el rol de los colegios profesionales en Chile.
En su último discurso, el ex-presidente Salvador Allende calificó a los colegios profesionales como “colegios de clase para defender […] las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos”. No fue por nada. Durante la segunda mitad de su gobierno, los colegios jugaron un rol opositor, respaldando abiertamente paros y movilizaciones e instalando pliegos y estatutos en sus primeras acciones, hasta convocar mesas abiertamente opositoras a la continuación del gobierno, e incluso llamar abiertamente a la intervención de las Fuerzas Armadas.
Triste ironía fue que durante los primeros años de la dictadura, Pinochet eliminara por decreto la obligatoriedad de colegiarse, y rebajara el estatus de los colegios a asociaciones gremiales, lo que, en conjunto con el surgimiento de las universidades privadas, la instauración de una formación corporativista en la educación, y el establecimiento de un sistema neoliberal, rebajó abismalmente la predominancia de aquellos entes en nuestra sociedad. Algunos vieron como varios de sus miembros pasaban a engrosar las listas de las víctimas de los crímenes de lesa humanidad cometidos por los aparatos represivos.
La mercantilización de las profesiones, la apertura de estas a personas que nunca antes habían tenido acceso -que no debe entenderse como sinónimo de que todos tengan las mismas oportunidades para estudiar- y la reducida potestad sobre quienes ejercen, transformaron a los colegios profesionales en meras agrupaciones que solo importan para el establecimiento de lineamientos éticos para quienes practican las actividades que les atañen, perdiéndose el poder de representación que tenían respecto del desarrollo profesional. Su voz se ha transformado en una prescindible dentro del ámbito en el cual se trabaja.
Quizá por eso existe un impacto en la comunidad médica sobre la labor de Siches, pues es una de muchas personas dentro de varios colegios que ha llegado al poder con una visión rupturista respecto a este paradigma establecido en la era dictatorial, fijando una voz fuerte políticamente hablando dentro de su institución. Los otros liderazgos hablan de “mantener casas de campo” o de que ella no es representativa porque en el colegio “no están inscritos todos los médicos”, lo cual no hace más que empoderar esa visión al establecerse a nivel público cuales son los principales problemas no solo de ese colegio, sino también de todos los que hay en Chile. Y es que ha existido un continuo desprestigio de las profesiones bajo el pretexto de mejorar las capacidades de mercantilización y la libre competencia, cuando esta puede desarrollarse y coexistir con una voz dirigente autorizada que impulse la mantención de un prestigio básico en la labor.
Sin embargo, hay un punto en el cual tenemos que tener cuidado: hay que tener en claridad que los colegios profesionales son élites. Y como élites, pertenecen o tienen nexos con esferas de poder de manera continua, y pueden generar influencias por sobre ellas o transar con ellas. El continuo empoderamiento de la visión rupturista, inevitablemente generará el resurgimiento de los colegios como élites, y es ahí donde es necesario poner los puntos sobre las íes, pues tenemos ya muchas élites que usaron sus influencias de manera corruptiva o incluso prevaricadora, como pasa con la clase política transversal que tenemos hoy.
Los colegios profesionales como élites deberán tener una voz políticamente clara, abierta sin restarse a cerrar la mano cuando sea necesario, y de sapiencia en momentos de crisis. Pero por sobre todas las cosas, deben tener mesura. El gran error de los colegios profesionales previo a la dictadura fue la pérdida de su mesura, y el surgimiento de una arrogancia sostenida por perspectivas radicales, lo que propició al aumento de la polarización y con eso la caída de nuestra democracia. Hay que saber cuándo subir o no el tono contra las autoridades, pues dar a conocer nuestra perspectiva al público dentro de dicho pedestal genera consecuencias.
Es necesario seguir empoderando a los colegios, para establecerlos como voces de claridad, no de nuevo como entes que sirvan de caballitos de batalla que surjan a la más mínima provocación. Dicha voz será sin duda necesaria en un Chile Nuevo.
Comentarios