El Gobierno y su coalición, algunos sociólogos liberales y libremercadistas, junto a tecnócratas diestros de la Concertación, aún se preguntan las razones de la efervescencia nacional cuando el crecimiento fue de un 8,4 % durante el primer semestre, el desempleo se mantiene estable en un 7,2 % y el último Inacer aumentó en 11 regiones del país.
Los economistas no logran comprender por qué la ciudadanía protesta tanto siendo que, según sus cifras, los bolsillos de las grandes mayorías están rebosantes y dispuestos a consumir en el abierto mercado patrio.
Es en este escenario donde la hipotética bella periodista del canal estatal hace sus agudas consultas.
Pregunta la periodista: ¿Por qué cree usted que los chilenos están tan indignados?
Responde el entrevistado: La razón fundamental es no comprender que como país estamos dando un salto al desarrollo en remuneraciones, empleos, crecimiento económico. Los chilenos no sienten que en su vida privada se hayan visto beneficiados por el mejoramiento de las cifras macroeconómicas.
Pregunta la periodista:¿De qué están cansados si la economía está tan bien y eso redunda en su vida personal?
Responde el entrevistado: Quieren más dinero, más oportunidades materiales. Lo que piden los chilenos es más y mejor mercado.
Dice la periodista: Algo está pasando y no se sabe qué es.
Dice el entrevistado: Pero sí se sabe. El ciudadano quiere que el modelo le chorree, que cuando el país esté bien económicamente, él también esté bien materialmente.
Dice la periodista: Complejo panorama. Seguiremos buscando los motivos de este desencanto, pero antes debemos hacer una pausa con quienes hacen posible esta interesante conversación. Vamos a comerciales.
Y acto seguido en el canal de todos los chilenos se suceden imágenes de hermosas y hermosos -y amigables- modelos, animadores y actores que nos invitan a vivir un Chile luminoso, al que todos debemos aspirar, y para lo cual es necesario comprar y endeudarse en Ripley, Falabella, Almacenes París, La Polar, Líder, Unimarc y un largo etcétera de casas comerciales. He ahí la respuesta.
Porque, en el fondo, lo que está molestando hoy por hoy a los chilenos es que el modelo de sociedad implantado en Chile a sangre y fuego durante la Dictadura lo contamine todo. Un neoliberalismo que no fue solicitado, consensuado ni menos legitimado, y que es más una forma de ver las relaciones sociales que un simple mecanismo de intercambio de bienes y servicios. Donde quienes lo instituyeron son hoy sus principales beneficiarios en el retail, las universidades, la energía, las sanitarias, la minería.
Porque mercado ha existido siempre al ser éste un espacio de transacción de bienes y servicios, con o sin medio estándar de intercambio como lo es el dinero. Mercado que varía de sociedad en sociedad, dependiendo de cómo el interés colectivo es asumido por el conjunto de la sociedad y la forma en que el Estado se relaciona con los ciudadanos. En nuestra institucionalidad (partiendo por la Constitución) lo económico y valores como el individualismo y el utilitarismo, son su base.
Un claro ejemplo de ello es que la medida del éxito de la persona sea el ingreso percibido – utilidades en el caso de los empresarios- independiente de su aporte social. De ahí que se trate de “vagos” a quienes asumen responsabilidades en organizaciones sociales, sindicales, o siguen carreras u oficios poco lucrativos, como si no existiera otro aporte a la sociedad que el de producir, en su sentido más materialista.
O que la base de nuestro sistema de previsión sea la “capitalización individual”, donde lo importante es cuanto uno invierte en su propia vejez, dejando de lado la posibilidad de un sistema solidario.
Por eso no entienden algunos analistas que la gente quiera más democracia, más cuidado ambiental, más igualdad social, y no sólo más plata para el bolsillo.
Es esta combinación de mercantilismo con individualismo y utilitarismo, sumado a un aprovechamiento de tales condiciones por parte de grupos empresariales que hoy prácticamente todo lo controlan, diezmando comunidades, depredando ecosistemas, lo que a miles, millones tiene hastiados.
Es ése el relato que los chilenos ya no quieren. Y mientras el Gobierno y su coalición, algunos sociólogos liberales y libremercadistas, y tecnócratas diestros de la Concertación, no lo incorporen en sus análisis (y en su corazón) nada podrán hacer para frenar el actual proceso de transformación.
Imagen: Crowd of people behind dollar sign (Todd Davidson – Stock Illustration Source)
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