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El pueblo… en la medida de lo posible

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Entre la mayoría de los chilenos no cabe duda que la actual Constitución merece ser sustituida por una verdaderamente democrática. Algunos consideramos, incluso, que ésta debiera ser la tarea central del periodo toda vez que ella es la expresión de la comunidad política y consagra los fundamentos del país en el cual vivimos. A pesar de ello, y a casi un mes de la elección presidencial, la candidata que muchos se esmeran en ungir prematuramente no ha sido capaz de tener una propuesta definitiva al respecto. La omisión en sus 50 medidas es ilustrativa de tal situación.

En la Nueva Mayoría es tal es la desafección por una Asamblea Constituyente que han obligado a sus electores a recurrir a la desesperada medida de marcar el voto con la sigla AC. Uno bien podría preguntarse cuál es la razón que impulsa a un ciudadano que está por la Asamblea Constituyente a votar por candidatos que no se comprometen con ella, pero la explicación a ese tipo de contradicciones sólo pueden darla aquellos involucrados en tal esfuerzo.

Y, aunque ahora la candidata estima conveniente guardar silencio, sus expertos constitucionalistas ya han hecho el trabajo de descomprimir la ansiedad entre quienes esperan alguna noticia sobre su propuesta en materia constitucional. Lo poco que se ha dicho es que las discrepancias de la comisión serían resueltas por la propia candidata y, coherente con sus propias declaraciones, los expertos han adelantado que el cauce por el cual se conduciría un cambio constitucional sería la institucionalidad autoritaria vigente.

Circunscribiendo las cosas a los márgenes del poder ilegítimamente constituido, la propuesta del bacheletismo consiste en una negociación que tiene como contraparte a quienes defienden, hasta el día de hoy, la herencia política y económica de la dictadura. Excluyendo a la ciudadanía la candidata desecha definitivamente el principio fundacional de toda democracia: que la soberanía política reside en el pueblo, único depositario del poder.

Según Francisco Zúñiga, sólo se recurrirá al “poder constituyente originario” en caso que la propuesta de reforma fracase en su totalidad. Del mismo modo, La Tercera señala que el documento de la candidata contemplaría que “… las discrepancias que puedan surgir entre el Parlamento y el Presidente durante este proceso, deberán ser sometidas a un referéndum constituyente [de forma] que sea el pueblo el que arbitre ante tales diferencias”.

Cabría preguntarse entonces qué es lo que la Nueva Mayoría entiende por “poder constituyente originario” pues, según explican, los ciudadanos sólo seríamos consultados sobre algunas materias. Y ya que sólo se nos preguntará respecto a aquellas cosas en que no exista acuerdo entre las coaliciones dominantes, otra pregunta razonable es aquella referida a cuáles serán los puntos de consenso y de disenso entre la Concertación y la Alianza.

La respuesta a lo anterior es tan obvia como lo está siendo el resultado de la comisión constitucional. La conversión ideológica experimentada por la hoy denominada “centro-izquierda” asegura que ni el modelo económico ni las reglas del juego político serán motivo de consulta al pueblo, toda vez que ello suscita acuerdo en lo fundamental.

Lo central del debate es que la candidatura de la Nueva Mayoría da muestras de haber pasado de la voltereta permanente a la medida definitiva: que la ciudadanía no tenga derecho a decidir el país en el cual vive. Desahuciando el principio fundacional de toda democracia, Bachelet ha confirmado que, tal como ayer, para ellos el pueblo sólo existe en la medida de lo posible

Uno podría presumir que los derechos sexuales y reproductivos, el matrimonio igualitario y la despenalización del consumo de marihuana serán casi las únicas materias a consultar. Con todo, es discutible que la Democracia Cristiana permita siquiera la chance para que esas materias sean planteadas por la Nueva Mayoría en los términos que la ciudadanía reclama.

Pero incluso la convicción de convocar a plebiscitos merece duda. Patricio Zapata, en un intento de argumentación, señala que los referéndums deben ser sólo una forma de destrabar los disensos pues “en Latinoamérica se han usado los plebiscitos para cualquier cosa”. El abogado omite que dicha herramienta democrática es utilizada no sólo en América Latina sino en muchos países del mundo (incluyendo al que más admiran nuestras élites: EEUU).

La opinión de Patricio Zapata no es una anécdota o una mera situación pintoresca. En el empeño por conservar todo tal cual, algunos insisten en señalar, con cierta osadía y descaro, que las herramientas de ejercicio de la soberanía popular erosionan la democracia. Sólo en países como Chile -donde aun rige la constitución de una dictadura- voluntad popular y democracia son consideradas un oxímoron.

Esa orientación de la Nueva Mayoría revela que, además de no convocar a Asamblea Constituyente, las consultas populares serán el último recurso de una Concertación 2.0 dispuesta a negociar hasta la más mínima convicción.

Con todo, lo central del debate es que la candidatura de la Nueva Mayoría da muestras de haber pasado de la voltereta permanente a la medida definitiva: que la ciudadanía no tenga derecho a decidir el país en el cual vive. Desahuciando el principio fundacional de toda democracia, Bachelet ha confirmado que, tal como ayer, para ellos el pueblo sólo existe en la medida de lo posible.

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3 Comentarios

Alberto Guzman Meza

Excelente columna
Las cosas son las que son
Seguirán las privatizaciones y licitaciones de nuestros recursos naturales, que ya quedan pocos.
Adiós Litio
Hasta nunca las nieves eternas de nuestra Antártida, si ya la están exportando embotellada.
Ni que hablar de las AFP, nuestra lucha no fue suficiente….lo siento por ustedes lo que se les vienen, 300 o 400 marchas apaleos, piedras y coliguazos, uno que otro preso. Prepárense, se requiere un buen estado físico para aquello del gas lacrimógeno y el guanaco en invierno
¿Estarán pensando licitar nuestro aire, digo yo?
Me olvidaba, seguiremos contando los pobres, aunque no se nos haya perdido ninguno.
El impuesto a los combustible, lo seguirán pagando solamente el 25% de los chilenos, el resto, las empresas, no corresponde que paguen porque requieren más capital, de los contrario, si se acuerda pagar tan solo el 1% parejito a todos, es mucha plata para ellos y se irán con sus empresas a un país más dadivoso. En una de estas nos dejan tranquilo.
Seguiremos arrendando lugar a las clínicas privadas.
Licitaremos más cárceles, porque las que tenemos están llenitas
O sea una victoria Pírrica, pretendemos cambiar todo pero seguiremos profundizando lo mismo..

Jordan Rodriguez H.

Jordan Rodriguez H.

En síntesis le harán un «cambio de look» a la constitución de Guzmán, pero los pilares fundamentales en los que se erigió esa carta mayor seguirá igual: Neoliberalismo, en otras palabras, tendrán poder los que puedan comprar ese poder.

Le preguntarán al pueblo solamente aspectos que no afecten el sistema que tanto hemos peleado por erradicar, ¿Por qué? Porque quieren seguir con ese sistema, porque ese sistema le llena los bolsillos a base del sudor del humilde trabajador.

¿Por qué ha luchado el pueblo este último tiempo? Por cambios, cambios en los sistemas educacionales, contra el lucro, contra la corrupción, cambios en la calidad de la salud, por la no-venta y renacionalización de recursos propiamente chilenos e incluso hemos luchado por cambios de índole ecológico. ¿Se realizarán estos cambios en una asamblea de viejos políticos, encerrados entre cuatro paredes, hijos de la dictadura? Creo que todos conocemos la respuesta.

servallas

Me parece que hay que ser inteligente al menos en ciertas materias, si se quiere imponer una constitución hay que tener capacidad negociadora, exponer y convencer, hay que escuchar al otro, hay que resguardar los derechos de los otros, hay que intentar al menos que se escuche el sonido ahogado de los que serán arrasados por intereses oscuros y muy bien coordinados, en suma, si se quiere cambiar una constitución hay que hacerla en un marco democrático, en caso contrario, estamos hablando de una revolución, y si eso es lo que se quiere, ¿ para que esperar que lo haga una presidenta democrática?