#Política

El proceso constituyente: la válvula de escape del malestar

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Partió la campaña publicitaria en torno al plebiscito constitucional en medio de un contexto nacional e internacional cuya complejidad ha hecho dudar a algunos en su realización y/o en la legitimidad de los resultados que surjan.

La complejidad está dada esencialmente por un clima caracterizado por un malestar generalizado del que difícilmente alguien pueda escapar. En unos, el malestar tiene su origen en el descrédito de las clases dirigenciales de todo orden: políticas, empresariales, deportivas, religiosas, militares como consecuencia de abusos y privilegios que se han ido perpetuando y agudizando sin que se les ponga coto, muy por el contrario, que han ido in crescendo. Pocos se salvan. En otros, el malestar se centra en la violencia callejera con sus consecuencias en el quehacer cotidiano, y su prolongación en el tiempo sin que se visualice en las autoridades pertinentes la capacidad y/o voluntad para ponerle coto.

La guinda de la torta está dada con la aparición en el país del coronavirus que algunos visualizan como una suerte de tabla de salvación para zafar del plebiscito, mientras otros lo ven como un elemento distractivo manipulado por sectores interesados.

El estallido social desatado el #18O tiene dos vertientes claramente diferenciadas: la violenta y la no violenta. El malestar se expresa de las dos formas. Si bien la violenta es minoritaria, es la que “más se ve”, la que más se resalta, es la que se debe rechazar sin medias tintas por quienes valoramos la democracia sin apellidos. En una democracia de verdad los conflictos se dirimen pacíficamente, conversando, dialogando, sin imposiciones, mirándonos a los ojos. Ese es el camino.

En una democracia de verdad los conflictos se dirimen pacíficamente, conversando, dialogando, sin imposiciones, mirándonos a los ojos. Ese es el camino.

Desde hace tiempo que en el país se ha abierto la discusión en torno a la constitución sin que salga humo blanco no obstante las múltiples modificaciones de las que ha sido objeto, las que el tiempo ha ido mostrando como insuficientes. Hace unos años, en el 2013, un connotado abogado constitucionalista sostuvo que el problema se iba a solucionar por las buenas o las malas dadas la incapacidad gubernamental para ordenar y responder adecuadamente a las urgentes demandas de mejoras en ámbitos claves, tales como salud y educación, entre otros. Bajo el gobierno de Bachelet se intentó iniciar un proceso constitucional pacífico, sin saqueos, sin destrucción, como una forma de encauzar el malestar reinante. No se tuvo éxito por las más diversas razones. Desgraciadamente tuvo que ocurrir el estallido social del 18O para que la clase política entendiera esto.

No hay dudas que el acuerdo alcanzado a mediados de noviembre del año pasado para iniciar el proceso constituyente fue la válvula de escape dada por la política para evitar un potencial quiebre institucional. Hacer buen uso de esta oportunidad está en nuestras manos y es responsabilidad nuestra no dejarnos influir por cantos de sirena.

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2 Comentarios

Patrick H. Fisk

Patrick H. Fisk

Tres puntos.

Durante el Gobierno de Bachelet se dijo y pretendió hacer algo… pero hasta ahí no más llegó, demás está recordar todo lo relativo a la Comisión Engel…. una oportunidad de pasar a la historia, que quedó en un #Paso y en otra #Historia.

Lo segundo no lo había pensado, tienes toda la razón, así como vamos, Teletón y Plebiscito están reuniones masivas con alto riesgo de ser suspendidas, lo cual lamento enormemente.

El estallido social no es más que un accionar que hemos avalado demasiado tiempo, en demasiadas situaciones, hemos acostumbrado tanto a bloquear, que nos hemos olvidado del diálogo, súmale a un montón de púberes que creen que un pañuelo y un pasamontañas les permite revivir las glorias de quienes lucharon contra la Dictadura…. y verás nuevamente cuanta falta nos hace la educación cívica y el diálogo ciudadano honesto.

Un abrazo

abechtold

abechtold

Lo que no se observa bien es que lo que está en crisis es el poder en si. Cuando hay un poderoso, o una elite, y el resto es muy inferior, el poder funciona. Pero cuando la población ha tomado espacios de poder, a través de redes sociales, colectivos, etc, la asimetría de poder baja, con lo que el poder en si terminaron cuestión o más aún, desapareciendo.
En ese sentido, la crisis actual sería hija del progreso que tuvo Chile. Pero la pregunta es ¿Existirá un nuevo poder que estabilice las cosas? ¿De verdad se cree que una nueva Constitución dejara a todos felices y tranquilos?
Seguramente la nueva Constitución ya no tendrá la fuerza de las anteriores; el grupo que pierda buscará siempre cambiarla, por lo que la estabilidad que se supone entregan las Constituciones ya no será tal.

Entonces la pregunta real es: ¿Cómo se ejercerá el poder (si es que así se requiere) en el siglo XXI?