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El Príncipe quejumbroso

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Llama la atención que el único objetivo buscado por el senador Ignacio Walker sea el cuestionamiento de las reformas presentadas por el Gobierno -cuya finalidad es promover un desarrollo sustentable e inclusivo y cuya impronta es la justicia social-  en lugar de utilizar esa misma energía para defenderlas y llevarlas a buen puerto en el Congreso. Al contrario, el senador muestra más interés en exacerbar las diferencias y perfilar una plataforma presidencial en solitario, al margen de la coalición de gobierno, que actuar en forma conjunta y solidaria al interior de la Nueva Mayoría.

Las dificultades de gestión que el gobierno no ha logrado superar, no se resuelven con cuñas o exabruptos impactantes emitidos en los medios de comunicación. La vía más eficaz es la deliberación responsable para resolver las falencias que se detectan, como también para destrabar conflictos que suelen tensionar las relaciones en la coalición, ergo: la reforma laboral, educacional o la conformación de listas de concejales frente a la elección municipal 2016, sin imponer los puntos de vista de un solo partido al resto.

Sin embargo, para Ignacio Walker, la conflictividad con sus aliados y con el gobierno aparece como el modo preferido de expresar identidad política y, a la vez, obtener un posicionamiento electoral. La rutina de sus opiniones se torna fastidiosa dado que solo contribuyen al crispamiento de las relaciones en el seno de la Nueva Mayoría, mientras que para el gobierno esto es solo el deseo de cercenar sus capacidades de construir gobernabilidad al proceso de reformas en curso, como al mismo tiempo atribuirse un poder de veto sobre el Ejecutivo.

Al parecer, la alucinación presidencial del Senador, no logra sopesar el impacto político y electoral negativo que trasvasijan dichas declaraciones. En una coalición política, todos los partidos que la integran son indispensables. No obstante, la valoración de cada partido se tiene que medir en forma proporcional a la contribución virtuosa de estos a la implementación exitosa de las prioridades de la política gubernamental -asumiendo a cabalidad su rol de partidos que respaldan al gobierno- siendo, por consiguiente, este el principal parámetro que determina el real aporte de un partido político que lo integra.

Cuando la política atraviesa una crisis tan profunda, obliga a perseverar en construir coaliciones amplias y diversas, sacrificando los caminos propios y las entelequias identitarias sin sustento social; por tanto, la ilusión del camino propio de algunos sectores del PDC  no tiene viabilidad y, a la vez, sería desastroso, puesto que los problemas de nuestra democracia, reclaman coaliciones representativas que encarnen las ideas e intereses de la mayoría socio-cultural de la sociedad.

Lamentablemente, las posturas de Ignacio Walker solo conducen a generar episodios críticos y ánimos irascibles en su coalición y en su propio partido que desvalorizan y merman aun más sus posibilidades electivas.

Ignacio Walker está olvidando una serie de principios básicos que debería practicar un pre-candidato presidencial: evitar la agresividad y la soberbia; no generar tensión entre sus potenciales aliados y no excederse en sus declaraciones; definirse en función de los adversarios, buscando el flanco débil de sus oponentes y no focalizarse exclusivamente en los “matices” con su propio gobierno. También un toque de empatía, es un acierto.

La ciudadanía se incomoda con las posturas que generan disgregación y recusa la constante fricción que se manifiesta a raíz de desacuerdos respecto a los proyectos de ley en curso, dificultando una gestión fluida de un conjunto de proyectos de ley -de diversa profundidad comprometidos por la coalición- para disminuir las desigualdades  y que, sin duda, posibilitaran poner coto a los privilegios defendidos por los sectores de derecha y, de esta manera, efectuar las transformaciones estructurales para cambiar las condiciones de vida de los segmentos más postergados y emergentes.

Hoy, ningún partido en exclusividad posee la representatividad y la legitimidad para convocar y configurar un imaginario colectivo potente, con un ethos de comunidad y la capacidad de aglutinar que se traduzca en una candidatura presidencial ganadora. Lamentablemente, las posturas de Ignacio Walker solo conducen a generar episodios críticos y ánimos irascibles en su coalición y en su propio partido que desvalorizan y merman aun más sus posibilidades electivas.

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