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El poder de las migajas

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En teoría, la precariedad social en la que vivimos la gran mayoría de los chilenos debiese ser el catalizador principal de los profundos cambios sociales que algunos esperamos se produzcan en el país. Ante una mala educación pública, una deplorable red de salud social y la ausencia absoluta de un sistema de pensiones pública y solidaria, lo lógico sería pensar que las grandes mayorías abrazarían con entusiasmo las ideas de la Reforma Tributaria y Educacional. Sin embargo, y a pesar que Michelle Bachelet ganó las elecciones prometiendo llevar a cabo ambas reformas, existe la sensación (sensación reflejada en las últimas encuestas) que muchos lo están pensando dos veces y ahora empiezan a dudar de los beneficios que supuestamente traerán ambas reformas. ¿Cómo es posible? ¿Por qué pasa que los que más se beneficiarán de los cambios ahora parecen dudar de ellos?

Lo que ocurre es que la precariedad social es un arma de doble filo. Aunque puede movilizar a la gente, también las puede convertir en conservadoras y defensoras del status quo. ¿Cómo?

Al vivir en un sistema que se basa esencialmente en el esfuerzo individual, en la competencia, en la superación personal y en la idea que nadie le debe nada de importancia a nadie, ocurre lo siguiente: las personas ven, entienden, asumen e internalizan la idea que los logros en la vida son, fundamentalmente, logros personales que se obtienen con mucho esfuerzo y sacrificio. Ya que la sociedad neoliberal ofrece nada (o muy poco) en términos de beneficios sociales y ya que en esta misma sociedad prácticamente no existen bienes ni servicios que todos compartimos (la educación de “ellos” es distinta a la de “nosotros”), entonces se valida la noción de que todos trabajamos para avanzar nuestros propios intereses y no los intereses de la comunidad de la que formo parte.

A muchas personas esto les parece nada problemático. Total, para eso trabajamos. Para eso nos esforzamos. Para eso juntamos dinero. Lo hacemos para sacar adelante a nuestras familias. Es por eso que muchos de los que hoy dudan de los beneficios de un sistema de salud y la educación socializada son aquellos que hoy pagan por la educación de sus hijos (por ejemplo a través de la educación privada o del co-pago) y muchos que hoy cotizan en las Isapres miran con sospecha la idea de un sistema de salud único, universal y gratuito a todo evento. Pero estas resistencias no se limitan a aquellos que ya participan en estos sistemas sino que se extiende a todos aquellos que aspiran a incorporarse. A todos aquellos que albergan la ilusión de estar en posición de pagar por la educación de sus hijos y por la salud de su familia.

Estas personas pueden, fácilmente, llegar a convertirse en defensores del sistema porque ellos sienten que el sistema les ha dado “algo”. Sienten que su esfuerzo y su trabajo ha rendido algunos frutos. Sienten que pueden demostrar que, con su esfuerzo y trabajo, han podido ofrecerle una “mejor” educación a sus hijos y una mejor salud a su familia. Tomadas así, en abstracto, estas convicciones suenan convincentes y correctas. Eso la derecha chilena lo sabe y por eso siempre aparecen apoyando la idea de la clase “media” esforzada que ha ascendido socialmente. Pero el problema es el siguiente: dado el contexto general del sistema en sí, dada la enorme cantidad de riqueza que existe en el país y dada la enorme brecha que existe entre los más ricos y el resto de nosotros, la educación a la que la mayoría tiene acceso no son más que las migajas del sistema. Las sobras. Comparativamente, los más ricos y los que manejan el poder económico en Chile tienen acceso a servicios de primer mundo. Y los demás, aunque paguemos, tenemos acceso a servicios que, comparativamente, resultan de pésima calidad y muchas veces indignos (piensen en la salud pública). En concreto, esto significa que la gran mayoría de los chilenos nos encontramos en una situación donde nos vemos obligados a sacrificar calidad de vida, bienestar personal y familiar por la posibilidad de poder acceder a bienes sociales que nos debiesen estar asegurados de manera incondicional. Todo el sacrificio personal que hacemos en la búsqueda de esos bienes, convierte cada pequeño “éxito” en una conquista mayor. Y eso hace que valoremos y defendamos esas conquistas de manera firme y decidida. Aunque esas conquistas sean meras migajas, son nuestras migajas.

Entonces, si sólo puedo pagar treinta mil pesos por la educación de mis hijos, esos treinta mil pesos los defenderé con fuerza. El razonamiento funciona así: son mis treinta mil pesos. Son treinta mil pesos que yo pongo con mi trabajo y mi esfuerzo. Migajas serán, pero son mis migajas y, pensamos, nadie tiene derecho a quitármelas.

Esto significa que la gran mayoría de los chilenos nos encontramos en una situación donde nos vemos obligados a sacrificar calidad de vida, bienestar personal y familiar por la posibilidad de poder acceder a bienes sociales que nos debiesen estar asegurados de manera incondicional

Dado lo anterior, cuando un programa de gobierno busca socializar la salud y/o la educación (por ejemplo eliminando el co-pago), muchos sienten que se les está quitando algo. Más que ganar algo (un nuevo sistema de educación universal, gratuito, inclusivo y de calidad) sienten que están perdiendo algo (el derecho a “elegir”, el derecho a “surgir” y poder sacar adelante a mi familia con mi esfuerzo). Es decir, lo que debiera ser un gran logro social y comunitario es visto como una pérdida. Muchos, por lo tanto, se indignan ante los pasos que se dan para socializar ciertos servicios esenciales. ¿Me van a quitar “mí” educación? ¿Cómo se atreven a quitarme “mi” salud? ¿Cómo se atreven? Enseguida se escuchan los gritos de injusticia y con esos gritos aparece la defensa del sistema y de las migajas que se reparten entre nosotros.

Este es el poder que ejerce el ethos social que sustenta el neoliberalismo. Glorifican la idea del lobo solitario. El “héroe” que contra viento y marea saca adelante a su familia. El que luchó contra las adversidades sociales. Es el efecto Golborne (es por eso que Laurence Golborne ejercía un cierto atractivo entre las clases medias chilenas). Laurence Golborne era el ejemplo viviente de que se puede “surgir” sin un Estado fuerte y sin el apoyo de una comunidad (o si se necesita la comunidad, esta necesidad es menor y no fundamental). Sólo se necesita el esfuerzo individual. Es el mismo atractivo que ejerce la lotería. Si alguien gana cincuenta millones, ¿por qué no los puedo ganar yo?

Qué duda cabe. Es una idea poderosa que bordea en la genialidad, particularmente por su efectividad. Lo cierto es que vivir de migajas es siempre un atentado a la dignidad humana. Pero si nos logran convencer (como lo quiere hacer la derecha chilena) de que esas migajas son valiosas por cuanto son el producto del esfuerzo personal entonces, es muy probable que aquellos que viven de las migajas terminen defendiéndolas a ultranza. De esta forma, los defensores del sistema logran transformar la precariedad social no en motor de cambio social, sí en trinchera del status quo.

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Alfredo A. Repetto Saieg.

Es razonable plantear que el poder del sistema neoliberal en parte se sustenta en la glorificación del individualismo, de aquel héroe que saca adelante a su familia luchando contra las adversidades sociales. Ocurre que eventualmente ese trabajador, que si bien vive de migajas, de lo que los dueños de Chile aceptan que pueda obtener, muchas veces está dispuesto a apoyar a la derecha en su afán por defender lo conseguido. De todas formas, el problema para los neoliberales es doble. Por un lado son cada vez menos esos logros personales (lo que en todo caso no tiene nada que ver con las facultades de cada uno sino más bien con los propios límites impuestos por el régimen para que efectivamente podamos aspirar a vivir mejor) y por otro lado está el hecho de que la mayoría de los chilenos nos estamos dando cuenta de esa realidad, de que el neoliberalismo está incapacitado para resolver nuestras demandas y urgencias.

Esto último se lo debemos a los estudiantes que son quienes con su lucha han tenido la virtud de crear conciencia en ese sentido. De todas formas no le pidamos a ellos, a nuestra juventud me refiero, que hagan los cambios, la revolución si se quiere. Pasa que la clase social mayoritaria, la que protagoniza la historia y la que por ende está llamada a transformar el país, se compone de todos nosotros, de los asalariados. Por eso hasta hoy el movimiento estudiantil no logró ninguna conquista real, desde el punto de vista de cambiar efectivamente el sistema educativo, porque no han tenido el apoyo decidido de los trabajadores, de los adultos, más allá de declaraciones de buenas intenciones que al final poco aportan. Es injusto porque gracias a los estudiantes hoy se discute sobre la Asamblea Constituyente, sobre la educación gratuita y de calidad, sobre el fin de las AFP y otra serie de reformas que son centrales para que recuperemos la democracia.

Arturo

Una pregunta que siempre cabe es ¿cuando ha sido distinto, en la historia de la humanidad?
El quid del pensamiento de izquierdas es que la realidad se puede dibujar de la forma que se quiera. Si se piensa en un ideal, basta dibujarlo, y todo mágicamente se amoldará para que así suceda. No se piensa, jamás, que hay un orden que naturalmente se dió, fruto de la evolución de siglos, que se deba mantener o respetar.

Por ejemplo, si ahora nos parece que todos deban ser azules, los pintamos a todos azules y listo. El hecho de que hayan personas que no quieren ser azules se rechaza, se les califica como reaccionarias, conservadoras, etc…¿por que alguien rechazaría ser azul, si se les cuentan maravillas de lo que significa ser azul?
Pues bien, hay gente que rechazaría ser azul, porque les gusta el verde o el amarillo; o consideran el azul como algo que no les gusta; o que les costó mucho ser verdes, y no lo quieren perder. Lo que se describe en esta columna es que nadie, por muy verde o amarillo que sea, debería rechazar ser azul…sus razones son todas malas, la única verdad es que ser azul es lo mejor.

En esto, hay una idea en la que, redibujando las cosas, todos vamos a ser mas felices, habrá pan (no migajas) para todos, la felicidad abundará, etc. No dando una duda que el plan pueda fallar, y que por lo mismo, debo hipotecar mi percepción de la realidad y propia, por una utopía que me juran es verdad.

Este tipo de discusiones es histórica (al menos los últimos 200 años) en la que hay algunos que, al no tener nada que perder, son adalides del cambio a todo nivel; y quienes si tienen algo que perder, solo apoyan los cambios mientras no pierdan algo que si tienen; y los que sienten que tienen bastante, prefieren mantener las cosas como están.

    metaforismos

    metaforismos

    ¿Un orden natural que hay que respetar? ¿En virtud de qué? ¿De su «naturaleza»? Eso que llamas «naturaleza», que supone que no hay intención humana sino el devenir imparcial de eventos no influidos por el hombre es sólo la incapacidad de detectar (y declarar) que la historia humana es construida por los hombres en base a ideas, no por el viento ni otros. Esa es la condición de que sea una historia.

    Me parece más interesante la idea neoliberal de los colores. Pienso que no se trata de no poder rechazar ser azul: puede rechazarlo quien quiera. Se trata más bien de instalar una convicción: que existen «bienes sociales que debiesen ser asegurados de manera incondicional» como menciona el autor. Comparto la tesis central. Esa idea choca con los logros individuales, en especial de la clase media, percibidos como triunfo, movilidad social, o como quiera llamársele. Complemento con dos ideas.

    1. Uno de los valores del neoliberalismo es la idea de progreso individual basado en la adquisición de bienes como mecanismo de diferenciación. Esa idea está tan arraigada en nuestra sociedad que todo nos parece un objeto de consumo -es decir, con un precio específico- y por lo tanto obtenerlo o no sólo dependerá de la capacidad de pago. Cuando un bien social incondicional, o un derecho si se quiere, depende de la capacidad de pago es que el derecho se ha convertido en un bien de consumo. Esa escisión es difícil de recomponer, y pienso que es un asunto comunicacional. No filosófico -en su transmisión- ni sociológico ni teórico. Hoy en día es una cuestión respecto al poder de las plataformas de transmisión de esos valores. En un mundo dominado por la publicidad y que gira en torno al consumo, posicionar nuevamente los derechos es muy complejo.

    2. Las migajas son deseables porque nos diferencian en cuanto posibilidad de elecciones individuales. Cuando el motor de una sociedad es la diferenciación -no veo algo malo en ello- y esta no va de la mano de la valoración de lo diferente que no soy yo mismo (el otro) entonces lo diferente de mí constituye una amenaza o algo indeseable -sí veo algo malo en esto-. Por eso es difícil aceptar, por ejemplo, la idea de que nuestros hijos convivan con personas de diferente clase (ref: encuesta CEP).

    Pienso, Arturo, que no hay «algunos» que tienen algo que perder y «otros» que no. En toda decisión y posibilidad se excluye algo (lo que no se elige) y en eso consiste la democracia. Todos somos colores distintos si se quiere, pero a diferencia del totalitarismo, esto no consiste en pintarlos a todos iguales sino en entender que en tanto distintos cada uno puede contar a otros una manera de convivir y cada cierto tiempo todos elegimos cuál de esas maneras nos acomoda. Eso si es histórico, tiene más de 2.000 años y se llama democracia.

peon

No sabemos qué cosa pedir. No nos creamos sabios pensando en que hemos escogido la opción correcta, porque, «dado que no está resultando», no se está pidiendo entonces lo que realmente se necesita. Y este es un punto de balance que debe cumplir la condición tal que «a nadie debiera incomodar» lo que se haga, lo que «se conceda», o lo que se acuerde, porque .. si de «acuerdos» se trata, la extrema derecha tiene sus propias propuestas de reformas educacionales y tributarias… ¿Qué clase de condición no se está cumpliendo para que al menos haya diálogo ordenado, conducente y que logre implementar situaciones sencillas, pero efectivas y que «a nadie incomoden»?…

Esto nos dice que «no estamos unidos realmente», o que no estamos trabajando en la línea de productividad organizacional adecuada… Discutimos mal y no en torno a prioridades, saltándonos, a pasos de campeones, pero de los jiles, asuntos básicos o incumpliendo restricciones lógicas que provocan resultados que mantienen inconformidad respecto a lo sistémico. Las cosas no resultan, sentimos… Esto a mí me provoca también inconformidad, particularmente porque somos piñuflamente pitis o ciegos, ya que todo este trabajo que se necesita hacer, se debe:

realizar con el apoyo de los departamentos de ingeniería de sistemas de las universidades del país…

Si no, no hay visión sistémica… No hay simulaciones vía ordenador de los posibles resultados de los planes, porque si se quieren simulaciones, se deben descubrir las putas leyes matemáticas que rigen los comportamientos de las funciones de restricción de un sistema, para hacer lo posible y no soñar con lo imposible, ni enredarnos con ello.

Si a ustedes les falta educación (permitámosnos esta conclusión, ya que tanto hablamos de la necesidad de la educación de calidad) ¿será por ello que se discuten tantas huevadas inútiles y perdidas de razón, utilizando las herramientas ordinarias de discusión que tienen?… Es decir, cabe de cajón la pregunta: ¿Qué resultados esperan lograr, la tropa de huevones ignorantes?… jajaja…

En realidad no me rio… Me da pena… En términos prácticos, por ejemplo, los administradores de este sitio, más bien con la rimbombancia de ser «La Fundación Democracia y Desarrollo», debieran ser capaces de darle a este sitio el giro que necesita para ser el motor, no de una REVOLUCIÓN que maneje una %$· mafia social, sino que de un plan y que esto obedezca al espíritu que tuvo o se entiende que debe tener Ricardo Lagos Escobar, no sólo como socialista ex Presidente de la República, sino que como una persona que no abandona el deseo ideológico de hacer de su nación una estrella luminosa en el concierto internacional de las naciones del planeta…

Si queremos lograr cosas, por favor revisemos y actualicemos las herramientas con las que pretendemos conseguirlo. Si queremos cambios monumentales y que a nadie incomoden, entonces diseñemos sitios de trabajos en torno a propuestas y sus formas efectivas de implementación y no sitios dónde podamos vertir opiniones inconducentes, ya sea con artículos «tipo columnas» o comentarios irrelevantes, sólo por desahogarnos, o por querer pretender avisar que existimos y que nos sentimos inconformes…

Si no hay «proyecto boom», ni hay «herramienta boom», estamos en el mundo de los maestros chasquillas… ¿No podemos mostrar algo más de calidad en nuestra preparación para afrontar los desafíos que pretendemos enfrentar, o más aún, a los que entregamos nuestro anhelo de lograr objetivos?…

Si el equipo no puede, lo que usualmente se hace es remover al D.T. …

Iconoclasta

Iconoclasta

Más allá de toda interpretación literal -algo no menor- concuerdo con el trasfondo de esta directriz «meritocrática», ya que es algo que me vengo y he ido planteado hace mucho. Me reconforta saber que no soy el único que piensa que toda la realidad país en la actualidad se remite a una lucha voraz entre los que fueron excluidos por la concentración del capital; lucha por llegar a lo alto, bien arriba, de plaza Italia para arriba o incluso un poquito más abajo, pero consta entrar a la subcultura que ha creado la instauración de la «democracia» en Chile estos últimos decenios; y todo esta lucha teniendo como apogeo: «mirar para abajo y exclamar «¡Resentidos, flojos, comunistas, delincuentes, quieren todo gratis!»» a todos los congéneres y conocidos que no pudieron y/o no pueden llegar a la cúpula social capitalina en la que se encuentra el individuo en cuestión pero con la guata un poco rasguñada por el asfalto, ya que llegó arrastrando. En fin, me alegra saber que hay gente que aún piensa. Llevo tiempo intentando denotar esto a los que deberían llevar a cabo el cambio pero ya sabes, los tienen bien adiestrados con una cultura mediática frívola y pautas sociales aspiracionales bien retroalimentativas. Habrá que seguir denotando.. Saludos.

    Iconoclasta

    Iconoclasta

    Planteando*

paolo

El desarrollo es para hacer la vida más fácil, no más difícil, toda elucubración en sentido contrario es charlatanería, por eso los países pobres trabajan más que los ricos, porque tienen menos tiempo, la vida es más dura para ellos: por eso la gente busca tener más recursos, para descansar más, en nuestro país desde que tengo uso de razón hasta las personas que más recursos tienen se quejan de lo dura que es la vida, de lo mucho que trabajan, podemos hablar entonces de que algo no anda bien. Se habla demasiado del esfuerzo, demasiado, se olvida que el esfuerzo se hace para esforzarse menos, si una sociedad se esfuerza e inventa por ejemplo máquinas para arar la tierra y cosecharla, ese esfuerzo en inventar se refleja y traduce en un menor esfuerzo al trabajar: la gente descansa más, produce más, dedica tiempo a otras cosas -que puede ser más productivas-, en suma, el esfuerzo, la superación, son para tener una vida más simple, más cómoda, con menos problemas; para eso es el desarrollo. Cuando se argumenta constantemente que la vida es dura, que cada vez hay menos tiempo, que se descansa menos que antes, se vive en un contrasentido, porque habla de que el esfuerzo no está siendo eficiente, que no tiene ningún sentido, que de hecho, ni siquiera técnicamente, se está logrando ningún beneficio, es decir, que se está fracasando como sociedad, en un sentido económico.