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El peso del segudo piso y el cambio de Gabinete

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Hacia fines o principios de año, los medios de prensa acuden a los adivinos y aspirantes de oráculos locales para anticipar los vaivenes del destino del país. En la conjetura del futuro abundan los lugares comunes o las vaguedades, como cuando se afirma que alguien famoso o un político pasará a mejor vida, cuando la gracia sería decir quien es el fulano aludido. Sin embargo, es probable que ni los  más avezados se aventuren a interpretar al gobierno y  sus próximas maniobras que culminan, las más de las veces, en desaciertos y errores no forzados.

La crisis de Magallanes es un buen ejemplo de ello. Partió como una medida técnica, generó un revuelo y movilización social descomunal, siguió con amenazas de aplicar la Ley de Seguridad del Estado y culminó con un acuerdo que deja casi sin efecto la iniciativa del gobierno. Un autogol en toda la regla. Al mismo tiempo, la locuacidad de las autoridades amplificó las dificultades y abrió nuevos flancos. La afirmación del ex ministro de energía Ricardo Rainieri respecto a que “se les acabó la fiesta a los magallánicos” y la del ex ministro de Defensa Jaime Ravinet que negó la información sobre la compra de un puente mecano, so pretexto que “vale callampa”, puso el acento en la soberbia y poca prolijidad de las autoridades. A este paso pareciera que La Moneda necesita urgente un pulpo Paul o un calamar que anticipe escenarios y consecuencias futuras.

Ambas crisis revelaron algunas cosas interesantes del modelo de gobierno, algunas ya asumidas, otras más novedosas:

En primer lugar, la resistencia del Presidente Piñera a introducir cambios en el gabinete, aún con ministros cuestionados hace bastante tiempo. Pese a las críticas que han pesado sobre diversas carteras, el Presidente estiró la cuerda y tuvo que ocurrir un desaguisado demasiado potente para tomar la decisión de cambiar ministros, cuyo alcance tampoco toca a todas las áreas sujetas a polémica. Esta medida pareciera ratificar que la preocupación de Piñera va más bien en evitar que los partidos le impongan un diseño de gobierno, más aún si eso le genera alguna pérdida de protagonismo.

En segundo termino, la crisis de gabinete puso el foco inesperadamente en el Segundo Piso de la Moneda, dependencias que encabeza la abogada María Luisa Brahm. Las declaraciones de Ravinet sobre las causas de su renuncia no apuntaron a la Concertación ni a la presión parlamentaria, sino que afirmó haber sido torpedeado por el Segundo Piso. Dicha instancia, según Ravinet, habría filtrado a la prensa supuestos manejos irregulares en la cartera de Defensa, en circunstancias que el propio ministro habría encargado a Contraloría investigar diversas situaciones que consideraba dudosas. En síntesis, Ravinet se presenta como víctima del “fuego amigo”, tanto o más letal que el de los oponentes. Las consecuencias políticas de este desenlace son interesantes. Por un lado, es una señal que el futuro de la DC no sería fácil si se apega al gobierno. Por otro, que habría un poder en el Segundo Piso proclive a maquinear y  al juego duro, cuestión que ya había sido denunciada por la UDI, a poco andar de la nueva administración, cuando se le quitaron facultades a la vocería de gobierno.  

Un tercer aspecto tiene que ver con la ampliación de responsabilidades para Golborne al nombrarlo bi ministro de las carteras de Minería y Energía. El hecho que se pusiera la responsabilidad de la solución de la crisis de Magallanes en la autoridad más popular del gobierno, es una señal  inequívoca que Piñera decidió capitalizar ese activo para su propia administración. Mientras la prensa especula con la calidad de presidenciable de Golborne, La Moneda ha comenzado a girar a cuenta de su popularidad. Esto puede, en relativamente poco tiempo, mermar o definitivamente quemar al aspirante a candidato para alegría de varios en el gabinete. ¿Cómo se vería Golborne impulsando Hidroaysén o justificando la construcción de la central Castilla?.

Una cuarta consideración es la incorporación de Allamand y Matthei al equipo de gobierno. La decisión de convocarlos tiene varios efectos, entre los que se cuentan: mantener en vilo la competencia por el sillón presidencial; contener las presiones de los partidos de la coalición sobre la necesidad de un cambio de diseño de la actual administración; desactivar los debates valóricos en el oficialismo, dado que Allamand proponía regular las uniones homosexuales y Matthei se abría a discutir el aborto terapéutico; y darle un supuesto peso político al gabinete, aunque esto es dudoso si ambas figuras no encuentran el espacio ni la recepción para influir más allá de sus asignaciones ministeriales. Hasta aquí el diseño pareciera inclinarse por comprometer y confinar a los dos ex senadores en el seno del aparato gubernamental, más que a propender a su influencia y posible lucimiento…se podría aplicar el dicho "donde mis ojos te vean".

La concepción del nuevo gabinete responde a un diseño fino, pensado a la medida para cautelar los intereses del mandatario. La influencia del Segundo Piso pareciera evidente, aunque se dan en una oportunidad inadecuada. El inicio de las vacaciones hace que el cambio de gabinete tenga escasa repercusión pública. Si bien al gobierno le encanta la parafernalia, la incorporación de los nuevos ministros no le alcanza para anunciar  el inicio de una nueva etapa o segundos aires. En lo demás, ahora se ve por donde se mueven las cosas y cual es el propósito: que el mandatario no se vea forzado a ceder cuotas de poder…dificil tarea si sigue bajando en las encuestas.

 

Foto: Falmazan // Licencia CC

 

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