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El Parlamento y la belleza de (no) pensar

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El debate por la tramitación del aborto en la Cámara de Diputados evidenció nuevamente el pobre manejo conceptual de los honorables diputados, reflejo del nivel de desarrollo de los discursos políticos en la esfera partidista.

El uso de sentimentalismos, o bien casos extremadamente particulares, para (intentar) fundamentar una idea cualquiera abundan, como se ha visto no solamente en el debate por la legalización del aborto en tres causales, pero también se ha visto, por ejemplo, en la interpelación al ex Ministro de Educación Nicolás Eyzaguirre por la diputada María José Hoffman.

Por otro lado, acudir a la ciencia, especialmente a la medicina, para que se pronuncie y resuelva la «verdad» respecto a la vida, también da cuentas de esta pobreza epistemológica. Se interpela a la objetividad de la investigación científica cuando existen argumentos de sobra para dar cuenta de los elementos ético-políticos y subjetivos puestos en juego en dichas investigaciones. Ahí la discrepancia consabida con respecto a la pregunta por el inicio de la vida. Algo similar es posible de observar en la discusión con respecto a la educación, donde se esgrimen argumentos relacionados con el libre mercado y la competencia y la libertad de enseñanza (mal comprendida, por supuesto), que poco o nada tienen de reflexión, sostenidos en el peor de los sentidos comunes: aquel que alza al mercado y la mercancía como lo más sustancial, y a los grandes empresarios como los reales «sujetos» de la economía, la política y la sociedad.

No cabe duda que esta pobreza intelectual se concentra en la derecha, aunque también en la mal llamada izquierda (Concertación). Alguna diferencia podría encontrarse entre ambas posiciones, especialmente ligada al perfeccionamiento de una retórica vinculada a las problemáticas sociales que enfrenta la población chilena, pero que no se traduce en una profundización conceptual con respecto a los conflictos y cuestionamientos transversales de la sociedad, y menos en la posibilidad de enfrentar dichos problemas desde la política pública.

Al mismo tiempo, es evidente la complicidad de los medios de comunicación en esto que podríamos llamar «la belleza de no pensar». Hay una escasez de análisis político y de la problematización de las dificultades que enfrenta nuestra sociedad, en contraposición a una «objetividad» en la entrega de información que busca esconder el posicionamiento básico y estupidizante con que se presentan. Algo similar se puede señalar con respecto al contenido de los canales nacionales, donde aumentan los «reality show» y matinales que podrían articularse de tal forma que no tengan como finalidad netamente «entre-tener», sino que también informar, problematizar y aportar a cualquier discusión.

La concepción mercantil de la vida reduce, simplifica, y descarta de entrada la posibilidad de un pensamiento posicionado, ético y político, que pueda hacerse cargo de las problemáticas y dificultades de la sociedad actual, con las singularidades que tiene el contexto latinoamericano y el chileno en particular.

Así, el debate tiene un componente ético, político y filosófico fundamental que está siendo obviado por la simpleza conceptual e intelectual de los políticos de derecha y la Concertación. Hay que nutrir con un espesor considerable una discusión que implica necesariamente un posicionamiento que debe ser puntualizado y defendido, especialmente con respecto a sus implicancias. Se destacan los aportes de Gabriel Boric y Giorgio Jackson, quienes parecen estar conscientes de la relevancia de la articulación entre la ética, la política y la filosofía al momento de defender esta posición; al mismo tiempo que parecen contar con las herramientas necesarias como para desarrollar la discusión en los aspectos señalados. Los personeros de la derecha, por su parte, liderados en este sentido por el diputado Hasbún, buscarían anular su posición como sujetos políticos con su interpelación a la ciencia o a la experiencia de otras personas, velando (intencionadamente, considerando sus aspiraciones político-económicas, que se han vuelto evidentes) por su propia posición como sujeto político. Y no solamente eso, sino que también se da cuenta del escaso trabajo reflexivo y analítico con respecto a las problemáticas que supuestamente deberían estar enfrentando y buscando resolver.

La simpleza y reducción de las discusiones a lo concreto, inmediato y, aparentemente, «verdadero», conlleva nuevamente al peor de los sentidos comunes, como lo señalado por el diputado Kast con respecto a que «solo una maquinación intelectual es capaz de decir que la mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo». A algún marxista se le habrá ocurrido la terrible idea de pensar que una mujer, sujeta como se encuentra a la opresión machista y patriarcal, pueda ser dueña de su propia vida. A algún terrorista anarquista se la habrá ocurrido pensar que la salud y la educación, elementos básicos para la sobrevivencia y al desarrollo de la vida en sociedad, puedan ser derechos y no bienes de mercado.

La concepción mercantil de la vida social tiende a reducir todo a la cualidad de objeto, consolidando una ética capitalista concentrada especialmente en sacar la mayor cantidad de beneficio y ganancia con el mínimo de gasto posible (incluso a nivel intelectual). Se reduce todo aspecto de la sociedad y la vida en comunidad a objetos disponibles para ser tranzados, entendiendo la libertad exclusivamente la del libre mercado, constituyendo como sujetos únicamente a quienes pueden efectivamente negociar con dichos objetos, quienes tienen el control del capital en Chile y el mundo. Y ello no puede si no reducir, simplificar, y quitar de cualquier densidad posible cualquier esbozo de una ética de derecha; descarta de entrada la posibilidad de un pensamiento posicionado, ético y político, que pueda hacerse cargo de las problemáticas y dificultades de la sociedad actual, con las singularidades que tiene el contexto latinoamericano, y chileno en particular.

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Pablo Johnson

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1 Comentario

ffrias9

ffrias9

Gracias, buen artículo y real.
Hay un todo, en el sentido que nuestra casta política es producto de una sociedad amaestrada para ver como máximo valor el llenarse de bienes materiales, una sociedad que no piensa, simplemente vive preocupada de tener, para el fin de semana, una buena carne, junto a unas buenas cervezas.
No nos damos cuenta que somos ovejas y que nos trasquilan constantemente por medio de bancos, isapres, afp’s, retail, etc. y así enriquecer a una relajada y apacible élite dominante, que mira la ciudad de Santiago desde las alturas de la pre-cordillera.

Saludos

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