Si bien el apoyo de muchos de sus militantes a una dictadura como la de Fidel Castro puede crear muchas preguntas en quienes realmente creemos en la democracia, y no los que después de haber besado los bototos de don Augusto, hoy se secan los labios mientras despliegan álgidos discursos pluralistas, estas dudas, tal vez, pueden aclararse una vez que se revisa la vida del partido en Chile y su posición en nuestra historia
El acuerdo entre el PC y el comando de la candidatura de Michelle Bachelet no dejó indiferente a nadie. Al contrario, muchos salieron vociferantes con sus camisetas anti comunistas, y otros tantos aparecieron con el canto anti sistémico, por lo que las conclusiones iban desde que la Concertación se había radicalizado, hasta que los comunistas habían dejado de serlo, para así unirse al bando enemigo, ese que dijeron que nunca apoyarían.
Los anti comunistas, están básicamente formados por personeros de la UDI y RN, es decir personas que fueron parte, apoyaron o han aplaudido en más de una vez las medidas llevadas a cabo por la dictadura militar. Pero también se encuentran candidatos de oposición como el DC Claudio Orrego y el independiente de centro izquierda (¿?) Andrés Velasco, quienes, al igual que los personeros del oficialismo, han rasgado vestiduras y tratado de llevar a cabo unas declaraciones de principios democráticos bien parecidos a una campaña del terror bastante destemplada.
Los partidarios del gobierno han sustentado su argumentación en contra de la tienda de Guillermo Teillier con recuerdos de dictaduras extranjeras, como también sobre la base del inentendible, y a esta altura patético, apoyo que muchas veces el partido le ha dado al régimen en Cuba. Todo esto condimentado con el “extremista” programa que estarían preparando los personeros de la colectividad de ex extra parlamentarios. Dicho programa, si uno se detiene a mirar sin prejuicios y sin caricaturizaciones, es bastante más justo que el radical sistema en el que vivimos hoy: es decir, una lista de ideas bastante más incluyentes que esta lista de supermercado gigante llamada “El Modelo”.
Si bien el apoyo de muchos de sus militantes a una dictadura como la de Fidel Castro puede crear muchas preguntas en quienes realmente creemos en la democracia, y no los que después de haber besado los bototos de don Augusto, hoy se secan los labios mientras despliegan álgidos discursos pluralistas, estas dudas, tal vez, pueden aclararse una vez que se revisa la vida del partido en Chile y su posición en nuestra historia. Nunca sobrará un argumento en el que se constate la vía institucional de los comunistas por mucho que no estemos de acuerdo en todo con ellos. Su constante y persistente espíritu negociador en democracia, lo que algunos de quienes se encuentran a su izquierda podrían llamar manipulación, ha sido lo que los ha mantenido, con críticas y marchas, en un marco de voluntad cívica entendiendo cuál es su labor, sin dejar de lado el ejercicio político, por mucho de que los candidatos, Lagos, Bachelet, Frei o proyectos como el Frente Popular, que han apoyado por diversas razones, no sean particularmente precisos en cumplir muchos de sus requerimientos.
Aunque hubo un paréntesis complejo armado, y bastante cuestionable, durante los diecisiete años de Pinochet, el contexto en el que éste se realizó muchas veces puede ser argumentado, ya que por muy discutible que parezca para algunos, se le puede dar sentido. Debido al hecho de que el régimen que se busca botar tenga rasgos excepcionales, puede llevar a tomar medidas de las mismas características. Decisiones que están basadas en la desesperación de ver cómo un autoritarismo trata de hacer valer su supuesta “legitimidad”, mientras cánticos sordos observaban lo que sucedía.
Con todo lo anterior, bien es sabido que esta vía no resultó y que el dictador salió de La Moneda a raíz de una expresión popular, y de una alianza-hoy muy desprestigiada- que entendió que derramar más sangre era una brutalidad y un despropósito moral si lo que se quería era terminar con la violencia. Sin embargo, la violencia política continuó en el momento en que se aceptaron medidas instaladas arbitrariamente por la dictadura. Sin ir más lejos el sistema binominal y la exclusión de la colectividad comandada por Gladys, debido a las ideas de Jaime Guzmán, y su concepción curiosa de la representación, hicieron que el partido, una vez más, se sintiera atrapado en una esquina de la “fiesta democrática” que algunos declaraban con entusiasmo.
En aquellos tiempos ellos, los relegados, sintieron que no debían transar tomando una actitud que no se condijo con alma negociadora que una vez tuvieron. Esto los llevó a una cierta intransigencia que muchas veces chocaba con los deseos de algunos de que se pudiera formar una mayoría más representadora a base de conversaciones partidistas. Pero al mismo tiempo los hizo tomar más sintonía con la calle, con el pueblo que criticaba las acciones concertacionistas.
Luego de que los movimientos se vieron más empoderados, el comunismo chileno entendió que hoy era la hora de negociar, de entender que la radicalidad va en contra de la democracia y de un proyecto comunitario moderno que desarrolle una sociedad de derechos.
¿Se logrará? No lo sabemos. Lo que deberíamos entender, en cambio, es que llevando la historia de los nuevos aliados de Bachelet a la caricatura, sólo se crean malentendidos y juicios injustos. Y si basamos nuestro análisis en posturas antojadizas y críticas con un proceso que no es lo suficientemente “revolucionario”, es que simplemente no logramos concebir cómo se trabaja con carácter democrático. Y Junto con ello ayudamos a alimentar un mito que no se sustenta en lo real, y que busca fomentar campañas de desprestigio.
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