El segundo gobierno de Piñera, hasta ahora (junio de 2018), cuenta con un viento favorable si es que tomamos en cuenta que mantiene una considerable aprobación en las encuestas y que la oposición no cuenta con argumentos ni estrategia alguna para poder minar la opinión sobre el Presidente.
Sin embargo, el comportamiento que ha mostrado el Ejecutivo en la agenda valórica da indicios de grietas que, de no cubrirlas, terminarán generando la fractura del sector y la casi consecuente desaprobación de la ciudadanía.
Frente a la adopción homoparental y el protocolo de aborto el gobierno ha mostrado una voluntad casi enfermiza por no quedar mal con nadie. Sin traicionar su matriz conservadora ha mantenido un discurso de inclusión que, en la práctica, es opacado por distintos mecanismo tendientes a no transgredir lo que la derecha conservadora califica como no transable. Esta estrategia puede servir para buscar el punto medio, para arrinconar (y por tanto marginar) a quienes piden más libertades y menos tutela. Feministas y minorías sexuales quedarán, en el cálculo oficialista, o cooptadas por la moderación o al margen de los debates públicos y tachados de extremistas.Un gran sector de la UDI, encabezado por la presidenta del partido y la bancada evangélica, que obtuvo un espacio en la derecha debido al arraigo de las distintas iglesias cristianas en el mundo popular, tienen y tendrán a Piñera y sus socios más liberales frente a un zapato chino
Si bien esta apuesta puede dar resultado para debilitar a la oposición, si lo pensamos desde la dinámica interna de la derecha los movimientos del gobierno solo pueden generar división. En la derecha existen dos almas que, si bien son ambas neoliberales en lo económico, en el ámbito valórico están en veredas opuestas. Un gran sector de la UDI, encabezado por la presidenta del partido y la bancada evangélica, que obtuvo un espacio en la derecha debido al arraigo de las distintas iglesias cristianas en el mundo popular, tienen y tendrán a Piñera y sus socios más liberales frente a un zapato chino.
Este zapato chino pasa por el peligro que encierra invocar a Dios en el debate y el ámbito público. ¿Cuál es el peligro?
En 1981, después del desenfreno de los sesenta y setenta, los Estados Unidos vivían un retorno a los ideales conservadores. De la mano de Reagan y el cansancio de la población americana con la política tradicional (golpeada por el caso Watergate y un impopular gobierno del demócrata Jimmy Carter), los republicanos lograron tomar el control del Congreso y del ejecutivo. Frente a este escenario un senador Conservador Barry Goldwater, entregaba pistas para salir de este zapato chino. Decía el senador que “No hay ninguna situación en donde la gente sea más estática que en sus creencias religiosas. No hay aliado más poderoso en un debate que Jesucristo, Dios, Alá, o cualquier sea el nombre del Ser supremo. Sin embargo, como cualquier arma poderosa, el uso de Dios en el debate debe ser usado lo menos posible.”
La primera lección del Senador pasa por evitar incluir en la argumentación los “yo creo”, todos los que hemos discutido estos temas en ámbitos particulares sabemos que cuando aparece la Fe se acaban los argumentos, es de toda lógica entonces que una sociedad diversa (con distintos credos o sin ninguno en particular) y un Estado laico no puede permitirse incluir coordenadas religiosas en el debate público a menos que lo que queramos sea no debatir en absoluto.
“Las facciones religiosas que proliferan en nuestro país no están usando esta cláusula con sabiduría. Intentan forzar a los gobernantes para seguir sus posiciones en un 100%”.
Segunda lección: si mis argumentos son religiosos, no puedo ceder y menos negociar. La Biblia y el Corán no establecen sus marcos normativos con la idea de ceder antes matices o el “punto medio”, mientras exista la agenda valórica por tanto, habrá sectores conservadores que busquen imponer los valores verdaderos haciendo del campo de la política una batalla entre el bien y el mal. Dudo que algún gobierno que quiera mantener el Estado de Derecho pueda atrincherarse en posturas que son refractarias al diálogo. No existirá política de Estado alguna bajo el nosotros o ellos.
“Las decisiones importantes del gobierno no pueden ser dictadas a partir de consideraciones religiosas. Abandonar esta conducta violaría los principios del conservadurismo y los valores sobre los que fue construida esta República Democrática (EEUU)”
Tercera lección. Arranque del aplauso fácil que surge de las posturas valóricas; castigar a la mujer que aborta por ir contra las creencias del Presidente de turno (argumento de Sebastián Piñera sobre el aborto en su primer período presidencial) podría generar el apoyo de la familia evangélica y de los sectores más integristas de la UDI, sin embargo, esos aplausos vendrán seguidos de presiones para no innovar en esta materias y por tanto amarrarán al gobernante a la hora de hacer frente a la realidad. Quedará entonces obligado a enfrentarse a conflictos sociales cuando la realidad ignorada reviente en las calles.
Finalmente habrá que preguntarse por los valores políticos que tendrá la derecha chilena si es que llegase a comprometerse con el Estado Laico. Cuando en la última cita el Senador Goldwater hablaba de una República Democrática se refería a ciertos valores que los conservadores norteamericanos entendían como legítimos y que eran reconocidos también por gran parte de la sociedad. Estos valores están presentes en la Constitución Americana y tienen que ver con la libertad y la igualdad dentro de marcos republicanos. ¿Existen en Chile valores que permitan la convivencia política bajo marcos republicanos o será nuestra tragedia vivir bajo el nosotros y ellos propio de una dictadura?
Comentarios