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El fin del odio

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No dejo de sorprenderme por las escenas de violencia que se muestran en televisión, imágenes llenas de odio, resentimiento y un extremismo ideológico que hace un par de décadas provocaron que en nuestro país existiera un período tan oscuro y nocivo.

En alguna discusión de Twitter leí que no podremos dar vuelta la página hasta que haya justicia, y sin ella, no existirán ni el perdón ni el olvido. Es lamentable entender que por el transcurso del tiempo no existirá esa anhelada y necesitada justicia, ya que la mayoría de los protagonistas murieron, y circunstancias de otra índole se inmiscuyen y contaminan la objetividad de los hechos.

Les encuentro toda la razón: antes de dar vuelta la página tendremos que tener justicia, pero lamentablemente esta no llegará, por mucho que nos duela. Sin perjuicio de ello, y con la mera conciencia del dolor y sufrimiento de miles de familias, no voy a entender ni ahora ni nunca las demostraciones de odio, intolerancia y violencia que hemos visto durante el día domingo.

Debemos cortar el circuito del odio y violencia. Esta decisión es un desafío que tenemos como sociedad, que aun después de 20 años de vuelta a la democracia no hemos podido solucionar.

No estoy de acuerdo a este “homenaje”, como tampoco con el de Marta Harnecker y su “Festival de Abrazos”, es más: creo firmemente que deben prohibirse tajantemente. La razón es muy simple: en términos jurídicos no existen derechos ni libertades absolutas, ya que el mismo ejercicio de nuestros derechos debe respetar el ejercicio de otros, y el derecho de libertad de opinión encuentra su limite al existir expresión e incitación al odio y violencia, como muy bien nos señala la Convención Americana de Derechos Humanos que, como tratado ratificado por Chile, estamos obligados a cumplir.

Les encuentro toda la razón,antes de dar vuelta la página tendremos que tener justicia, pero lamentablemente esta no llegará, por mucho que nos duela. Sin perjuicio de ello, y con la mera conciencia del dolor y sufrimiento de miles de familias no voy a entender ni ahora ni nunca las demostraciones de odio, intolerancia y violencia que hemos visto durante este día.

Nosotros, los jóvenes, debemos aprender del pasado, no “calentarnos” por ideas extremistas y radicales que hicieron cagar a nuestro país. Hay episodios dolorosos y traumáticos que debemos manejar de una forma distinta, sin violencia ni odio, sin justificación alguna, pero con la obligación de mirar hacia adelante haciéndonos cargo de nuestro pasado.

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Foto: Cristián González, vía Facebook elquintopoder. Visita la galería completa aquí. 

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Luis Felipe Valencia

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marceleau

marceleau

¡Muy bien! Alguien que escapa a la lógica del amigo/enemigo. Tus palabras alimentan la esperanza para lograr una convivencia cívica y una tolerancia de verdad.

Rodrigo Aguayo

El problema es que esa justicia no ha llegado y según tú no llegará, no por casualidades del destino, sino más bien, porque el propio Estado ha permitido que ella no llegue, permaneciendo vigente hasta el día de hoy normas jurídicas como el DL de amnistía 2.191 de 1978, y porque los propios implicados en dichas atrocidades siguen guardando silencio. No estoy de acuerdo con esa resignación mediocre que emana de tus palabras, sin verdad no hay justicia, y sin justicia no hay reconciliación, ni paz posible. Mientras exista la posibilidad de conocer lo que sucedió con nuestros compatriotas desaparecidos, nadie puede darse el gusto de sostener algo tan complaciente como lo que planteas, menos los jóvenes chilenos.

GERARDO PINTO

Soy un firme convencido de que la violencia, sólo trae más violencia…… De verdad me cuesta creer que no nos damos cuenta que estamos cayendo al mismo nivel de aquel al que repudiamos. Muy certera tu entrada y me quedé pegado en algunos párrafos. Se agradece.

jorge1812

Lamentablemente, las generaciones jóvenes parecemos arrastrar el mismo lastre que llevó a nuestros abuelos y padres a una situación fratricida.

Como decía en otro post, viendo las imágenes de la violencia desatada el domingo, no pude dejar de pensar que en Chile, a pesar de la dolorosa experiencia histórica, se ha aprendido poco sobre el problema que implica aceptar la violencia como forma de expresión o como modo de acción político en este caso.

Seguimos entrampados en validar la violencia como forma de plantear el juego político por parte de los diversos actores. Y el domingo, todos hicieron oda a la brutalidad y la odiosidad, a destajo, dentro y fuera del teatro.

Saludos y paz

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Luis Felipe Valencia

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