Siempre cuando se hablaba de “duopolio” yo movía la nariz como dudando un poco de la afirmación que se hacía, que era que habían dos poderes políticos que acapararan todo espacio. Esto, porque, de una manera u otra -muy inexplicable-, la Concertación nunca me pareció que estuviera ejerciendo el mismo poder que la derecha. Mientras esta última ejercía un poder sobrenatural en todo lo que se decidía en el parlamento, debido al famoso binominal -sumado al extremo poderío económico que poseen-, la Concertación -sin cojones, tal vez- trataba, de manera suave y poco convincente, de que el statu quo cambiara algo. O eso parecía. Por ello, es que, personalmente, sentía que el poder era monopolizado por la derecha aunque hayan estado 20 años fuera del gobierno. La ahora Nueva Mayoría me parecía simplemente un grupo al que se le permitía participar en esta fiesta post-pinochetista, construida por pinochetistas, que es nuestra institucionalidad. Por lo mismo cuando algún candidato de dudosa credibilidad -que hoy hay algunos cuantos- hablaba de este “duopolio”, no sabía si apagar el televisor o seguir escuchando estas teorías conspirativas.
Todo cambió hace un par de días atrás cuando, en una entrevista en Canal 13, Patricio Melero y Osvaldo Andrade -timoneles de la Udi y el PS, respectivamente-, luego de una ardua lucha de dimes y diretes, blanquearon un encuentro que habían tenido hacía unos días atrás. En éste, la conversación no era otra que la preocupación del Partido Socialista por la situación en la que estaba la derecha debido a sus múltiples crisis. Así es, el bueno de don Osvaldo, en un acto de generosidad política, le cedió su hombro a don Patricio para que llorara todo lo que estaba sucediendo en su sector, es decir: para que se sintiera seguro luego de un año complejo para el poder del oficialismo.
Para mi sorpresa, este acto no tenía que ver el eterno espíritu caritativo de los personeros de la coalición política de Michelle Bachelet, sino una preocupación por el delineamiento del mapa político, por la posible pérdida de autoridad de un sector que, aunque dicen criticar, ha sido su gran aliado por años. A lo mejor la Nueva Mayoría se dio cuenta de que esta debilidad de la derecha les podría obligar a hacer esos cambios que dicen querer pero que realmente no han tomado en serio. Quizás quienes hoy están en La Moneda -y pronto volverán a la oposición- son la excusa perfecta para que, una vez más, la centroizquierda de este país se rinda ante ese sistema que, al parecer, no quieren cambiar. Por ello, es mejor tener a una oposición fuerte y agresiva como la heredera de Pinochet, para que así nos puedan decir -una vez más- que quisieron cambiar, reformar y remodelar el “modelo”, pero no pudieron. No era que no quisieran -ojo- sino que no pudieron.
A lo mejor la Nueva Mayoría se dio cuenta de que esta debilidad de la derecha les podría obligar a hacer esos cambios que dicen querer pero que realmente no han tomado en serio. Quizás quienes hoy están en La Moneda -y pronto volverán a la oposición- son la excusa perfecta para que, una vez más, la centroizquierda de este país se rinda ante ese sistema que, al parecer, no quieren cambiar.
Cuando vi esa entrevista -de una manera bastante ilusa, lo admito- entendí que los múltiples de acuerdos que fueron construyendo la Transición, no iban solamente motivados por el miedo de las pistolas que el dictador puso sobre la mesa. Sino también por lo sano que le parecía a las ambas coaliciones que fueran solamente ellas las que pelearan y discutieran de política en Chile. Son como hermanos que no se pueden ver, pero que comparten algo fundamental: se necesitan. Porque se conocen y saben que el día que uno caiga, el otro estará ahí para levantarlo. ¿Y nosotros?, se preguntará usted. Bueno, nosotros tenemos que seguir jugando a como si realmente hubiera una coalición que tiene ganas de cambiar el sistema. Porque, lamentablemente, en este juego de máscaras, el conglomerado que dice ser progresista nos da muchas más garantías a nosotros, los ilusos, los que nos creíamos revolucionarios y que solamente jugamos a ser de izquierda en un marco trazado por una dictadura que masacró a los que pensaran como nosotros. De una u otra manera -en primera o segunda vuelta- seguiremos alimentando a este dúo.
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