La alta abstención – menor, en todo caso, a los porcentajes difundidos si se depurara el padrón de fallecidos, chilenos en el extranjero y otros – parece haber incorporado, en esta ocasión, a un nuevo segmento de ciudadan@s: aquellos votantes que estiman que todo acto electoral es una pérdida de tiempo y recursos. Que los políticos son una casta especial, que reúne las principales miserias humanas, obviando que esas opacidades están presentes en cualquier formación humana y social.
No es el caso precisar ahora que no todos/as los abstencionistas pertenezcan a esta estirpe. Los “desafectados” y “desencantados”, ya dejaron de votar hace un rato, y no son propiamente de derecha, sino más bien al contrario.
Lo novedoso es que a este segmento de abstencionistas, se sume ahora este “homo anti politicus“: un ciudadano/a que coaccionado a pronunciarse en una urna de votación, como lo era con el voto obligatorio, lo hubiese hecho, con mayor probabilidad, por algún candidato de derecha. Sin embargo ahora encontró la ocasión, para no tener que dirimir y expresar su parecer con absoluta libertad: la política y los políticos son un mal innecesario.
Quien más articulado refleja este espíritu, es el panelista de Tolerancia 0, Fernando Villegas, quien en su columna “Mi voto por Labbé”, señala: “Debo confesarlo: no tengo pito que tocar en la elección de alcalde en Providencia; no vivo ahí, no podría votar en esa comuna. Pero, de residir ahí y de sentirme obligado a hacerlo, posiblemente votaría por Labbé”.
Consecuencia y efecto del discurso de décadas del “pinochetismo blando” sobre la política y los “señores políticos“, que se le devolvió en contra. Discurso efectivo por muchos años, que permitió concitar respaldo para aquellos políticos que hablaban contra los políticos y la política. Que incluso hizo mella mucho más allá de los circuitos de la derecha tradicional, como lo fueron esta vez, por ejemplo, aquellos jóvenes detrás de la campaña “Yo no presto el voto“, que, repudiando toda la herencia pinochetista en forma explícita, se dejaba asomar, paradojalmente, el resabio de esa herencia. Esto no es más que la negación que todo discurso anti político, no constituye más que otro programa y discurso político
Las ventajas del voto voluntario
Mi parecer ha estado siempre con la inscripción automática y el voto obligatorio. Básicamente por entender esto desde una perspectiva socrática, de responsabilidad con la Polis, quien nos produce a nosotros mismos y nuestras circunstancias, como individuos y comunidad.
Sin embargo, al revés de muchos, que a luz de la participación en las recientes elecciones municipales, parecen encontrar un nuevo argumento para revisar esta situación, y volver a reponer el voto obligatorio, ahora tengo más dudas.
Las próximas contiendas electorales, aquellos que levanten la estrategia del discurso contra la política, deberán revisar esta estrategia, y dirigirla a estimular la participación y la adhesión para ciudadan@s, con voluntades y convicciones para ejercer su derechos como tales.
El voto voluntario, tiene algunas importantes ventajas, para el sistema democrático, más allá de los resultados contingentes, que es necesario destacar.
El domingo pasado cuando ya se vislumbraba la alta abstención, en los recintos de votación, alguien me comentó: “lo bueno de esto, es que esta elección participarán aquellos que realmente están interesados y con argumentos”. Con el correr de las horas, esto me fue pareciendo, al menos, un buen punto, si se analiza con más detención y menos angustia.
Efectivamente, esto puede significar una importante limitación, a los asomos de cohecho explícito y larvado. Los “estímulos” entregados por los candidato@s a los ciudadan@s, como por ejemplo: lentes, cajas de mercadería, licencias de conducir, permisos, calendarios, paseos, etcétera, parecen haber encontrado un importante coto. Estos parecen “funcionar”, solo cuando los “beneficiarios” acuden a votar y “retribuyen” con su voto. Sin embargo, y esto es lo importante, parece haber sido insuficiente estímulo, para que sí acudan a votar.
El interés por participar y acudir a ejercer su derecho ciudadano, a la luz de la reciente elección municipal, parece estar más ligado a otro tipo de estímulos, más políticos y programáticos, lo que sería una buena noticia para nuestro sistema democrático. Esto implicaría la derrota de aquellos que esgrimen discurso contra la política como estrategia electoral, y la necesidad de ver más ideas y contenidos, que carteles o “estímulos” espurios.
El argumento de que la baja participación, producto del voto voluntario, versus el voto obligatorio, debilita el sistema democrático, se puede así parecer al chiste de don Otto. El voto voluntario puede ser una oportunidad de transparentar aquello que el voto obligatorio puede ocultar, lo que logra erosionar en forma más silenciosa, pero efectiva, nuestra democracia: el desencanto y la votación como retribución de favores y prebendas.
Las próximas contiendas electorales, aquellos que levanten la estrategia del discurso contra la política, deberán revisar esta estrategia, y dirigirla a estimular la participación y la adhesión para ciudadan@s, con voluntades y convicciones para ejercer su derechos como tales.
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