Esta semana hemos asistido -en el contexto de los desafortunados comentarios del fugaz ex ministro de cultura, Mauricio Rojas, acerca de que el Museo de la Memoria sería un “montaje”- a una serie de comentarios y columnas contra la condición de “converso” del mencionado ex ministro. El último de estos comentarios provino del profesor Agustín Squella, quien deslizó algunas razones del por qué existirían sujetos “conversos”. Quizá la más importante de todas las esbozadas por el profesor, es que los conversos –yo también me considero uno- somos personas plutofílicas. Adoradores de la riqueza de otros y de sus círculos sociales, a los cuales no podemos acceder, hemos preferido convertirnos en sanchos de los ilustres hidalgos para ver si algo nos cae de la riqueza o de la gloria de ellos. Más allá de esta evidente caricatura, ¿qué es, a fin de cuentas, un “converso”?
Se supone que, a grandes rasgos, un converso es quien considera que sus convicciones han cambiado. Quien adhería a determinadas posturas en un cierto momento, ahora considera que ellas ya no forman parte de sus convicciones, sino que, en sentido contrario, las comprende erradas y prefiere, ahora, las de signo contrario, específicamente aquellas contra las cuales peleaba en un primer momento. Ahora, ¿Cuáles serían las razones para cambiar de esta manera? Squella parece sugerir que la única razón que han encontrado esos “conversos” es la adoración a la riqueza y la aspiración arribista de obtener una mejor posición social a partir del intento, la más de las veces infructuoso, de incorporarse a los círculos y vínculos sociales de aquellos que sí detentan esa posición y esa riqueza.Las lecciones de la historia o determinada evidencia serían descartadas como influencia plausible de nuestra conversión
El problema con la razón expuesta por Squella es que, a primera vista, parece reduccionista. Si asumimos la teoría squellequiana como correcta, descartaríamos de plano otras razones, quizá más poderosas, que nos llevaron a tal conversión. Las lecciones de la historia o determinada evidencia serían descartadas como influencia plausible de nuestra conversión. Es decir, ni las millones de muertes en manos de tiranos de izquierda como Stalin o Mao, ni la pobreza característica de todo tipo de régimen de izquierda -sin entrar a la discusión si la experiencia nórdica es “de izquierdas”, cosa bastante discutida-, ni la defensa esporádica de la izquierda a favor de las víctimas a D.D.H.H. dependiendo, por supuesto, de qué régimen los viola, – como bien enrostró hace poco el diputado Gabriel Boric a toda la oposición- ni la nula movilidad social en los regímenes de izquierda, nada de eso tuvo que ver, en algún momento, con nuestra conversión o, para ellos, probablemente, con nuestra “traición” a los postulados de la izquierda.
Más clara se hace la problemática de la causalidad planteada por Squella al indagar acerca de aquellos que, tan solo por un momento, cambian de parecer. Estamos hablando de los “conversos” ocasionales, de esos que votaron en una elección por el candidato A, para luego votar por el candidato B, quien no representa las mismas posturas que inspiraron el voto del converso ocasional en elecciones pasadas. ¿También ellos son plutofílicos? ¿Al igual que los conversos como Rojas, Ampuero, Warnken y otros, son todos escaladores sociales, arribistas sin remedio en búsqueda del sucio dinero?
Todavía quedaría para el análisis una tercera objeción: la relación que la misma izquierda tiene con el dinero y con la posición social que tanto desdeñan. Evidente se hace el problema teniendo en cuenta la condición de riqueza y posición social de la aparente única líder que les queda, como es el caso de la ex presidenta Michelle Bachelet. ¿Era ella arribista al momento de aspirar y conseguir las mismas condiciones sociales y riqueza de aquellos que, supuestamente, la izquierda no admira? ¿La convierte en conversa el haber obtenido esa riqueza y posición social? ¿O solo la izquierda, no declarada conversa, puede aspirar a esa riqueza y posición social sin convertirse, por lo mismo, en aquello que desdeñan?
Parece que, finalmente, detrás de los comentarios del profesor Squella, solo se esconde algo que usualmente ha sucedido a los líderes o intelectuales de izquierda cuando su amado “pueblo” no los prefiere a ellos, sino a su contraparte: el desprecio más irrestricto para ese pueblo que antes, erigiéndose como la llave de la consagración, ahora no es más que uno de los eslabones culpables de que el paraíso, al cual la izquierda aspira en la tierra, nunca llegue a consolidarse. Los conversos son los peores de ese pueblo o de esos compañeros pues ellos, que una vez formaron parte del engranaje que prometía el dulce elixir de la concreción, ahora forman parte de aquello que hace fallar al motor del cambio. Son las piezas que se echaron a perder. ¿Cómo no despreciar a aquellos que una vez compañeros de andanzas ahora reman hacia el otro lado?
Esperemos que el profesor Squella, así como todos aquellos que han proferido comentarios sin sentido en contra de la condición de “converso”, puedan profundizar un poco más en la psicología de este, actualicen sus comentarios e intenten indagar un poco más en ese mundo de los conversos puesto que, con toda evidencia, es un mundo completamente arcano para ellos.
Comentarios
26 de agosto
El ex ministro de cultura no es un converso, es alguien que no cambió, apoyaba la via armada, la dictadura marxista, los procesos violentos, y acabó defendiendo una dictadura de derecha responsable de la muerte y tortura de miles de personas. No cambió, es la misma persona.
-1
27 de agosto
Parece ser que el Sr. Squella tiene muchos conflictos no resueltos, entre ellos su conocido discurso sobre «igualdad», a la que para salvar el concepto se inventa otro, «igualitarismo». En este caso no acepta el cambio, cambiamos en tanto somos humanos, en tanto tenemos más y más experiencias y mantenemos la capacidad de reflexionar, alguien de derecha puede ver que el discurso de izquierda tiene aspectos que no consideraba y viceversa, no es para condenar a nadie en tanto explique bien su cambio de postura, las bases de sus equivocaciones, no somos robot a pesar que muchos tienen el cerebro bien lavado, por supuesto esos no cambian.
+1