Es indudable que una cosa es la teoría y otra muy distinta es la práctica en el discurso y la política. Desde hace un tiempo, el mundo ciudadano se ha enfrentado a esta dicotomía entre lo que se dice y lo que se hace. En lo que compete a nuestro querido y amado Aysén, en la actualidad existe una fuerte contradicción entre las imágenes regionales de nuestros parlamentarios y las que detentan nacionalmente. Fuera de la región son respetados, pero todos sabemos en Aysén que su actuar ha dejado mucho que desear en formas y protocolos de trabajo: no han estado defendiendo la región como se debe y se han transformado en brokers (corredores) al servicio de los intereses de las transnacionales pesqueras, acuícolas y mineras. No es un mero detalle que los senadores Patricio Walker (DC), Antonio Horvath (Amplitud) y el diputado Iván Fuentes (IND-DC) se encuentren imputados por cohecho, lo que es muy grave para la proyección regional y a pesar de todo recorren la región como si nada -y los tres tienen intenciones de ir a la reelección-.
Aysén es una región con comunidades fuertes y todas, de una manera u otra, son hijas del rigor desde la colonización, pero en la actualidad se han transformado en un territorio que ha ido perdiendo su fundamento social, histórico y cultural, con una fragilidad que asusta al estar intervenido por los intereses de las grandes transnacionales, que explotan nuestras riquezas naturales sin respeto por la sustentabilidad, bajo el ambiguo discurso de un supuesto «desarrollo”. Es duro decirlo, y más difícil de aceptarlo, pero la representación parlamentaria en la actualidad no es confiable y eso lo podemos constatar con los altos índices de contaminación de las actividades pesqueras, mineras y acuícolas, realizado bajo las narices de nuestros parlamentarios, que poco y nada hacen por defender la región.
Ante los grandes desafíos que le deparan a nuestra región para crear la tan ansiada sustentabilidad en su formato de desarrollo, se hace urgente si queremos perspectiva social y productiva de calidad, ajustar la dicotomía ideológica de la representación parlamentaria y renovar la plantilla y retomar definitivamente los intereses regionales en el congreso y crear una estrategia de desarrollo que esté de acuerdo con las verdaderas necesidades de la región.
El mundo ciudadano, y sobre todo el regional, está de manos atadas ante la dictadura de los partidos políticos tradicionales, dueños y señores del formato democrático, amparados por la potestad de presentar los candidatos que estimen convenientes para solventar sus intereses. El rediseño de la ley electoral que sacó el desastroso binominal, castigó a los candidatos independientes y los consideró contrarios a los intereses de los partidos políticos tradicionales, dejando vallas insuperables para hacerse parte del sistema y entrar al sistema electoral. La teoría que nos han repetido durante décadas -que los intereses de los partidos políticos son los mismos de Chile- es una falacia. A los partidos políticos poco les interesan las regiones, velan por sus propios intereses: por tener acceso a la maquinaria estatal, tener acceso a puestos de trabajo y detentar el poder no importando cómo; esa forma para una región como Aysén es un suicidio territorial, social, cultural y productivo.
La debilidad de nuestra representación parlamentaria, producida por la falta de ética, probidad y sentido común, ha destruido la proyección y la sustentabilidad. Algunos políticos ven en nuestra deficiente representación la oportunidad de ser elegidos, haciéndonos correr el riesgo de destruir nuestra proyección de desarrollo por una representación deficiente y mal preparada, entregada a los intereses de las transnacionales.
Aysén no debe cerrarse al desarrollo productivo, pero es imponderable exigir armonía, probidad, sentido común y el respeto de la cultura y la idiosincrasia histórica que caracteriza la región.
El Partido Socialista de Aysén, en contra de todo el discurso regionalista que sus dirigentes han promovido desde el movimiento social a la fecha y que posibilitó que Alejandro Huala fuese reelegido alcalde de Coyhaique, no ha tenido vergüenza en apegarse al centralismo de siempre y permitir que personajes como Camilo Escalona -que no conocen la idiosincrasia cultural, social e histórica de los objetivos regionales- tengan la posibilidad de postularse a candidatos a senador por Aysén, quitándole la posibilidad a un socialista aysenino.
El desafío en el presente y futuro de la región, hace más que necesario que este 2017 se vote en conciencia y con consecuencia para no beneficiar a candidatos que no tengan como mínimo cinco años de residencia en la región y, a quienes cumplan esos requisitos, exigirles que se comprometan a respetar los intereses y las formas históricas de las comunidades de Aysén, defendiendo el medio ambiente, que es la base de sustentación de la región. Por eso, es muy importante que de norte a sur, de cordillera a mar, sepan las oscuras maquinaciones que están preparando los partidos políticos para tomar la representación de Aysén en el Congreso y que las comunidades reconozcan a los ciudadanos que realmente toman la causa de un Aysén para todos y no solo para unos pocos, como ha venido sucediendo en el último tiempo.
Aysén no debe cerrarse al desarrollo productivo, pero es imponderable exigir armonía, probidad, sentido común y el respeto de la cultura y la idiosincrasia histórica que caracteriza la región. Los proyectos de desarrollo deben contar con una normativa, protocolo y una reglamentación adecuada a los intereses de Aysén para proyectar el futuro y su sustentabilidad; partiendo de la base que el sello verde y la denominación de origen con que cuenta la región en todas sus instancias productivas y de servicios, son la base de sustentación del presente futuro.
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