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El cura Berríos, el presidente Lagos y los límites de la astucia

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De entre todas las lianas que entregó la entrevista a Felipe Berríos, hay una de la que pocos se han colgado. “Para mí fue muy interesante lo que pasó en la elección del Presidente Lagos. En la primera vuelta Lagos era un candidato que ofrecía un sueño al país y ofrecía sacrificios para cumplir ese sueño. Pero casi pierde y la segunda vuelta fue «yo ofrezco lo que la gente pide” dijo. Llama la atención que el cura mencione ese cambio estratégico, para muchos nimio, 13 años después. Algo profundo tuvo que haber significado aquello, hay algo que desentrañar detrás del cambio de un slogan y un jingle para los 30 días finales de una elección.

Aquella fue la única campaña en la que he participado en mi vida, con 17 años cumplidos. Me correspondía el comando de secundarios que operaba en lo que hoy es el patio Bellavista. Todos quienes participamos allí lo hicimos de manera gratuita, mucho antes de las Becas Chile y de que ninguno de nosotros aspirara a un trabajo remunerado. No fue heroico. Lo pasamos bien, al menos yo conocí un par de amigos que me acompañan hasta hoy e incluso me di maña para invitar al teatro a una chiquilla que me gustaba. La abrumadora mayoría no tenía edad para votar, había ahí una visión de futuro más allá del costo y beneficio. Supongo que hubiera sido más eficiente electoralmente gastar los dos o tres pesos que costaba el café y azúcar en una resma de panfletos para repartir en una feria, pero alguien estaba pensando, quizás, más allá de la fecha de las presidenciales.

La primera vez que entré ahí el slogan era “un contrato con el futuro”. Viendo lo que se ve en nuestras calles bajo un puñado de apellidos y fotos, los expertos electorales lo deben poner de ejemplo de un acto publicitario fallido. A la luz de hoy, parece una tonelada conceptual. En un contrato hay un acuerdo de voluntades, no una imposición de una parte a la otra. Hay obligaciones por lado y lado, la expectativa de mejorar nuestra posición en el encuentro con el otro, un importante grado de confianza en que cada uno cumplirá con su palabra. No hay un iluminado, hay una invitación para caminar juntos. Al par de meses, el slogan era “crecer con igualdad”. La palabrita esa, “igualdad”, era por entonces un tabú en la discusión política, y generó la histeria en los derechistas, que hablaban del “segundo presidente socialista después de Allende”. Entonces vino la primera vuelta, y Lagos dijo que “había escuchado la voz del pueblo”. Si vemos cómo siguió su campaña, lo que escuchó fue que el pueblo quería sandías caladas, nada de andar surcando tierra. El comando juvenil dejó de funcionar, al que quisiera seguir aportando se lo mandó a hacer puerta a puerta y el slogan pasó a ser “Chile, mucho mejor”. Nada de obligaciones, nada de igualdad, el candidato en la franja apoyado en un taxi baleado pidiéndole a los delincuentes que no votaran por él porque “no les convenía”, Soledad Alvear poniendo su cara para asegurar el centro cristiano y un triunfo por poco más de 100.000 votos.

Lo que Berríos denuncia es que Lagos priorizó ser elegido antes de mantener su coherencia intelectual. En términos gruesos, que ocultó sus verdaderas convicciones en pos de lograr gobernar, suponemos, de acuerdo a ellas. Llegar a La Moneda bien valía un padrenuestro, el objetivo era más importante que la honestidad. Escribo esto tras ver una película notable, “La Separación”, en donde se muestra el poder destructivo de algunas mentiras piadosas. Mientes para evitar un mal mayor (en la película un encarcelamiento injusto, en la elección del 99 la asunción de un presidente ultraconservador) y logras tu objetivo en lo inmediato. Pero en la película la mentira queda dando vueltas, rompe confianzas esenciales, entorpece tu presente y cuando quieres arreglar las cosas has llegado tan lejos que ya no sabes cómo hacerlo.

Lo que Berríos denuncia es que Lagos priorizó ser elegido antes de mantener su coherencia intelectual. En términos gruesos, que ocultó sus verdaderas convicciones en pos de lograr gobernar, suponemos, de acuerdo a ellas. Llegar a La Moneda bien valía un padrenuestro, el objetivo era más importante que la honestidad.

Escribo esta columna en un portal financiado por una Fundación que preside Ricardo Lagos, en donde hace más de tres años se me invitó gentilmente a participar, cosa que agradezco. Imagino que estando lejos ya de la primera línea electoral al ex Presidente le interesará reflexionar sobre esto. Cuando un incidente menor (el cambio de un slogan) vuelve a hacernos preguntas difíciles tantos años después, quiere decir que es necesario ensayar nuevas respuestas.

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