Hay un término que ha quedado rondando en mi cabeza, ya que lo he escuchado hasta la saciedad en estos últimos días. Este concepto es el del “centro social”, al cual el candidato UDI Pablo Longueira dice apelar con su candidatura. Esto lo digo porque una vez que vi al presidenciable poner mucho ahínco cada vez que nombraba este supuesto sector de la sociedad, en algún momento llegué a creer que realmente existía. Hasta me dieron ganas de ir a conocer algunos de quienes se encontraran en la posición geográfica del mapa político que mencionaba el gremialista.
Después de pensarlo bastante, y revisar detalladamente las declaraciones del hijo político de Jaime Guzmán, no llegué a otra conclusión que la que, por lo general, se obtiene de este tipo de slogans ambiguos y poco consistentes: no hay tal centro social.
Me explico. Si bien la gente a la que dice interpretar el ex titular de Economía existe, claramente no tiene el nombre que éste le atribuye. No pueden ser calificados de esta manera, ya que no tienen un rótulo que los haga identificarse con el curioso término que se ha aplicado. Esto, obviamente, no excluye que tal vez haya una parte de la población que lamentablemente cree, una vez que escucha, estos discursos llenos de una épica gris ser ese “centro social”. Me refiero a esa clase despolitizada que la derecha “popular” con los años ha tratado de domesticar con un discurso simple, el cual implica lágrimas, emoción y una satanización contante del ejercicio político.
Longueira, Lavín y un sinfín de dirigentes UDI, de la mano del fallecido Guzmán, por años bajaron de Plaza Italia para llegar con un mensaje de preocupación, de ayuda, pero también de desideologización de una clase.
Así haciéndoles saber que como derecha estaban ahí para ayudarlos, para colaborar con sus vidas ya que ellos no pueden dirigirlas. Porque la última vez que se trataron de hacerlo, todo terminó en un “desgobierno” llamado Unidad Popular.
La conciencia social que la derecha dice tener, va directamente relacionada con aquella señora Juanita que alguna vez mencionó Ricardo Lagos erróneamente. Es decir, con aquél sujeto que quiere que le resuelvan los problemas urgentes de manera pragmática, fácil y simple porque a eso han relegado su vida las clases dirigentes, sin que ose siquiera en aspirar a algo más, como por ejemplo recibir una plusvalía decente y digna por el trabajo entregado.
El centro social es la creación de un estrato ficticio, que debido a su nubosidad conceptual puede prestarse para todo y para nada al mismo tiempo. Es la invención y caricaturización de necesidades, para que así éstas estén al servicio de un programa de campaña banal, poco exigente y totalmente contrario a lo que se debe hacer en una sociedad como la nuestra. Sobre todo, si es que se quiere construir una democracia coherente con lo que esta requiere para comenzar a emprender un desarrollo más significativo y, por lo mismo, más sustancia.
El centro social es la creación de un estrato ficticio, que debido a su nubosidad conceptual puede prestarse para todo y para nada al mismo tiempo. Es la invención y caricaturización de necesidades, para que así éstas estén al servicio de un programa de campaña banal, poco exigente y totalmente contrario a lo que se debe hacer en una sociedad como la nuestra. Sobre todo, si es que se quiere construir una democracia coherente con lo que esta requiere para comenzar a emprender un desarrollo más significativo y, por lo mismo, más sustancia.
El acercamiento de la UDI hacia las poblaciones, y su sensibilidad popular, muchas veces no huele más que a una constante herramienta de campaña, ya que en materia de ideas y reales soluciones, resulta cada vez más estéril.
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