Quiero aprovechar esta columna para intentar explicar en más detalle un concepto que he venido desarrollando de a poco en algunos medios, incluyendo elquintopoder.cl. Este es el concepto de ‘densión’, concepto que es muy útil para entender lo que está motivando la actual crisis social en Europa (e incluso la crisis educacional en Chile y la revuelta ciudadana en Aysén). Espero, en este espacio, darle un poco más de contenido y profundidad a esta idea que, hasta ahora, sólo he podido explorar de manera preliminar.
Lo que me motivó a hablar de la ‘densión’ es la crisis que continua afectando el sistema económico global. Quise sumar mi perspectiva a las ya muchas que se han ofrecido sobre este tema debido a que la gran mayoría de los análisis que actualmente se realizan parten siempre de un mismo lugar: desde un punto netamente económico. Pero un análisis económico es incapaz de dar cuenta del verdadero origen de esta crisis. Para esto, se necesita un análisis filosófico.
Los cientistas sociales y economistas nos quieren hacer creer que esta crisis es reducible a un problema monetario y de ‘flujos de caja’. Algunos van más allá y dicen que esta crisis marca el fracaso del ‘Estado de bienestar’; que el estado gasta más de lo que debe; que todo esto demuestra que la gran cantidad de beneficios sociales que se entregan no son sostenibles; que esos beneficios ya no se pueden (y tal vez nunca se pudieron) financiar y que por eso los países están al borde de la bancarrota. Como solución para salvar el sistema, dicen, hay que tomar medidas drásticas como bajar el sueldo mínimo y las pensiones; privatizar la salud y la educación; desmantelar una serie de programas públicos que lo único que hacen, nos dicen, es empeorar la situación financiera del estado. No se puede negar el aspecto financiero de esta crisis. Qué duda cabe, los programas sociales tienen que financiarse. Pero una vez establecida esta ‘verdad’ (que incluso financieramente hablando es sólo una ‘media’ verdad), es necesario trascenderla para intentar llegar al verdadero origen de esta crisis. Y para lograr eso, es necesario analizar este problema desde un punto de vista, ya no económico, sino que conceptual.
Anteriormente ya propuse que esta crisis se debe a que el capitalismo del siglo XXI es presa de una contradicción fundamental que no solo es incapaz de resolver, sino que más encima, por su propia naturaleza, no hace más que agudizar. Esta contradicción consiste en que existe una tensión no-resuelta entre derechos y privilegios. Esta es un tipo de tensión social muy particular que merece un detallado examen de nuestra parte. Y para lograr eso, hay que partir por identificarla con un nombre—cosa que ya hice en otra oportunidad (cuando le puse el nombre de ‘densión’). Ahora esta idea necesita, claramente, más desarrollo. En este ensayo pretendo empezar, pero de ninguna manera agotar, la exploración de la ‘densión’.
Lo que busco, entonces, con este nuevo concepto es capturar la esencia de la tensión entre derechos y privilegios. Llamo ‘densión’ a la "contradicción que se produce en un sistema social cuando derechos y privilegios chocan de tal manera que para hacer valer un derecho las personas deben antes estar en posesión de un privilegio". Esta dependencia de un privilegio, hace que en la práctica se anule dicho derecho. Habiendo establecido esto, ahora corresponde ver, en detalle, como funciona la ‘densión’ para tratar de entender el rol gravitante que este juega en la actual crisis (y que ha jugado en crisis pasadas).
Parto por proponer que la historia de los movimientos sociales es, esencialmente, la historia de cómo las distintas sociedades manejan y han manejado la ‘densión’. Digo esto porque cuando, por un lado, el imaginario social de la gente se configura de tal manera que este incorpora una determinada serie de aspiraciones sociales que son reivindicadas como ‘derechos’, pero por otro lado el acceso efectivo a esos ‘derechos’ está condicionada a la posesión de un privilegio (como el dinero), entonces surge una tensión social que busca resolverse a través de movilizaciones sociales.
En términos concretos esto significa que, por ejemplo, si como sociedad, proclamamos el derecho a una educación entonces hay una expectativa de que todos podremos acceder a ella sin impedimento alguno. Sin embargo, como sociedad resulta que hemos condicionado el acceso a esa educación a la posesión de dinero (un privilegio). Solo aquellos con acceso al dinero, tienen asegurado el acceso a la educación. Entonces la gente se pregunta, muy legítimamente, ¿dónde ha quedado mi ‘derecho’? En última instancia quieren saber si la educación es o no es un derecho. Y si lo es, entonces nuestro acceso a la misma no puede depender de nuestra capacidad de pago. Por eso exigimos gratuidad. Y cuando el Estado niega tal gratuidad, se va creando un alto grado de ‘densión’ que va aumentando a medida que pasa el tiempo hasta que este estalla en masivos movimientos sociales que buscan exigir la implementación efectiva de dicho derecho.
La gente en el mundo se ha dado cuenta que existen muchas contradicciones en el actual orden social. Hay mucha ‘densión’. Pensábamos que teníamos derecho a la salud y a la educación. Pensábamos que teníamos derecho a una jubilación digna. Pero resulta que, por mucho que los gobiernos reconozcan teóricamente la validez de estos derechos, en los hechos no los reconocen; entonces en la práctica no tenemos esos derechos. Es más, hoy estamos viendo como nos quieren quitar el acceso a muchos otros derechos a través de las medidas de austeridad que se quieren imponer en Grecia. Entonces es la presencia de esta ‘densión’ la que tiene hoy día en jaque a todo el sistema económico. Y de la capacidad que tenga el capitalismo para lidiar con y resolver este dilema va depender su sobrevivencia.
Es importante entender lo que es la ‘densión’ y cómo opera porque a medida que nuestros horizontes éticos se van expandiendo, van a ir inevitablemente surgiendo nuevas nociones de ‘derechos’ (ya se habla de derechos de los animales y de, por ejemplo, los derechos del medio ambiente). Y tenemos que saber cómo manejamos esos aspirantes a nuevos ‘derechos’. ¿Los aceptamos o los rechazamos? Ciertamente, todos estos nuevos ‘derechos’ son, y deben ser, objeto de debate y discusión. No tenemos porqué aceptar que toda reivindicación social tiene que ser un ‘derecho’. Pero lo importante a tener en cuenta es que cuando la sociedad empieza a hablar de un nuevo ‘derecho’, cuando estamos ante una nueva demanda social, hay que actuar para evitar que aumente la ‘densión’ a niveles insostenibles. Esto se logra de dos maneras.
Uno: el nuevo aspirante a un ‘derecho’, previa discusión y debate, es negado como tal. Y al no existir un reconocimiento social de dicho derecho, no hay expectativa que el Estado lo garantice. Es decir, no se va producir ‘densión’ en la sociedad. Dos: el derecho es aceptado como tal. En este caso el sistema económico debe estar preparado para responder y hacer valer dicho derecho para que no surja ‘densión’. Los problemas sociales empiezan cuando no ocurre ninguna de estas dos cosas. Es decir, los problemas ocurren cuando el derecho es reconocido como tal por la sociedad, pero el Estado no le asegura a sus ciudadanos el acceso. Esto no hace más que aumentar la ‘densión’ lo que conduce casi siempre a movilizaciones sociales. Por ejemplo, en Chile nos dicen que el sistema no está preparado para ofrecer una educación gratuita y universal. Pero nosotros los ciudadanos tenemos la expectativa de que la educación es un ‘derecho’. Entonces hay un conflicto. En Grecia dicen que el sistema ya no está preparado para pagar, por ejemplo, las altas pensiones que antes recibían sus ciudadanos. Pero los griegos tienen la expectativa que dichas pensiones son un ‘derecho’ que ellos se ganaron. Entonces hay un conflicto. En todos estos casos hay una ‘densión’ que necesita resolverse.
En última instancia, este es ‘nuestro’ debate. De nosotros depende definir qué derechos queremos o no queremos reconocer como sociedad. Y una vez establecidos esos derechos, de nosotros depende exigir su implementación. Cada vez que el sistema económico no quiere o no puede hacer efectivos esos ‘derechos’, estamos agudizando la ‘densión’ dentro de la sociedad.
Por eso podemos afirmar que la historia de los movimientos sociales es, como ya mencioné más arriba, la historia de la ‘densión’.
* Ignacio Moya es Magíster en Filosofía. Su blog personal es http://ignaciomoyaa.wordpress.com/ Esta entrada fu publicada originalmente en Cambio 21.
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Comentarios
12 de julio
es interesante el concepto y tiene una contingencia que puede o no ser un argumento para también criticarlo, pero eso es harina de otro costal. Quisiera apuntar, y que se devela con el concepto pero que no está necesariamente ligado en primera instancia, la idea de que el acceso a (negado por el sistema capitalista) sea la solución milagrosa de los males que nos aqueja como sociedad. Es un constante trabajo adaptarse y lo que hoy es un privilegio mañana es un derecho, y sucesivamente.
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