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El arte de la política

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El viernes 1 de abril, el honorable senador Ignacio Walker escribió en su cuenta de twitter “Si la política es un arte noble y difícil, la renuncia indeclinable de Jorge Pizarro nos recuerda la dimensión de nobleza de la política”, afirmación que nos lleva a reflexionar sobre la política como un arte cuyas características, según el senador, parecieran ser la nobleza y la complejidad en su ejecución, pero también sobre el acto mismo del ex presidente de la Democracia Cristiana, que según mismas palabras del senador sería un acto en esencia político, por ende “noble”.

Conviene analizar bien lo señalado por el senador pues no es la primera vez que nos expone su idea de lo que él considera que es la política. Recordemos su impasse con Eduardo Engel donde señaló que el académico “no tiene idea de política”, dejando entrever su desacuerdo con Engel sobre que debe ser la política, no una estructura racional/mecánica perfectible a través de la técnica legislativa, sino al parecer un arte donde son más importante los actores que la estructura.

Walker entiende además que ese arte es noble, donde existen un conjunto de valores establecidos para su correcto desarrollo, quienes desean practicar este arte deben ser por lo tanto personas virtuosas, y mediremos el valor de cada político conforme a aquello.

Resumiendo lo anterior, el senador entiende a la política como el arte practicado por las personas virtuosas, un ejercicio de voluntades donde debe primar el “fair play” entre pares.

Más allá de la crítica realizada por Maquiavelo a inicios del siglo XV a esta concepción “idílica” de la época clásica, conviene analizar si lo declarado por Walker se ajusta precisamente a su concepción de política como un arte noble.

¿Qué de virtuoso tiene este acto en si? No hay sacrificio en él, no renuncia a su cargo público remunerado, no lo hace por motivos públicos ni partidarios, como lo hubiera sido su renuncia cuando fue denostado públicamente, entonces, ¿Cuál es la nobleza del acto?

Jorge Pizarro renunció como presidente de la Democracia Cristiana aduciendo un descuido por su parte a su familia, por ende sobreponiendo lo privado a lo público. Entre vítores de sus correligionarios fue celebrado este gesto “noble” según palabras de Walker, pero conviene preguntarse ¿No es esto una contracción? Si noble es quien es virtuoso y manifiesta esta virtud en actos ¿qué de virtuoso tiene este acto en si? No hay sacrificio en él, no renuncia a su cargo público remunerado, no lo hace por motivos públicos ni partidarios, como lo hubiera sido su renuncia cuando fue denostado públicamente, entonces ¿Cuál es la nobleza del acto?

Walker se traiciona en lo más profundo de sus convicciones al celebrar el acto de Pizarro como noble, sabe que no hay nobleza en aquello pero no duda en tratarlo como tal aunque esto tenga como consecuencia desprestigiar su propio nombre.

¿Será acaso que Ignacio Walker sacrifica su discurso para salvar a su partido? No parece. ¿Será acaso que Walker no cree en lo que él predica? La pregunta se responde sola.

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Sebastián Gómez Andrade

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