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El movimiento estudiantil de 2006 puso entre las prioridades de la agenda política el problema de la calidad de la educación. A partir de entonces no hay voces discordantes en el mundo político respecto de que el sistema funciona mal, pero hay una enorme distancia en la profundidad de los cambios que se deben generar.
El gobierno de la ex Presidenta Bachelet avanzó en la búsqueda de soluciones, pero aún asumiendo la gravedad del problema, los consensos entre los actores políticos han seguido siendo débiles. La Comisión de Educación, de la cual formó parte el ministro Lavín, llegó a fórmulas que no cambian radicalmente el modelo. El resultado de la Comisión apuntó a mejorar lo que se tiene, una oferta educativa asimétrica en todos sus segmentos. Sin embargo, el reclamo social es mucho más radical y exige una reformulación de fondo y resultados más inmediatos.
Una de las críticas permanentes es al estado de la educación municipalizada. En este sector hay un déficit de financiamiento histórico que, aunque se ha tratado de superar, termina indefectiblemente afectado por los múltiples requerimientos de los gobiernos locales. No se trata necesariamente de una mala administración, el problema radica que hay una estrechez financiera en casi todos los municipios. ¿Es viable mantener la administración de estos recursos bajo esta tutela? La realidad dice que sí, pero a costa de sacrificar la calidad de la educación o segmentarla entre comunas ricas y pobres.
El gobierno actual ha vendido la idea de hacer 50 liceos de excelencia a lo largo del país. El estándar que declara el ministro Lavín es replicar al Liceo Nacional o el Carmela Carvajal. Es posible que la iniciativa resulte, pero ¿es una solución real?, ¿no significa crear otro bolsón o nicho en la educación municipal, en el que se mejora algo para sacrificar otra cosa?. Pareciera que la pregunta que habría que hacerse es ¿qué se hace con la educación municipal y cómo se aseguran recursos que la mejoren?.
Los problemas de la educación subvencionada son conocidos. La Concertación ha puesto el énfasis en el afán de lucro y en la idoneidad profesional de muchos sostenedores. La derecha, considera que no son suficientes argumentos para reformar radicalmente el sistema y pone en el tapete el alto rendimiento de las "escuelas Matte". Hay que decir que la referencia no es la más indicada porque es evidente que empresarios del nivel de los Matte no ven la educación como un negocio, es decir, constituyen una excepción. Pero concediéndole una dudosa validez al ejemplo, eso no cambia el hecho que las asimetrías existentes en la educación municipal también se reflejan en el ámbito de los colegios subvencionados.
La discusión respecto a los colegios privados tiene que ver con el sesgo que éstos asumen en la formación de sus estudiantes. Quizás este problema es menor, considerando las graves falencias de aquellos segmentos que acceden a financiamiento público. Sin embargo, la incidencia que tienen en el tipo de sociedad que se está estructurando es tremendamente importante. Mientras el país aspira a un diseño social meritocrático, en el que exista movilidad entre las capas sociales, en la práctica hay un sistema cada vez más endogámico. Un alumno de un colegio privado de alto nivel, continurá sus estudios en alguna universidad privada concordante con los valores y relaciones del colegio de origen. No es casual que en los últimos años las inversiones en este ámbito hayan crecido exponencialmente.
Con mucho sentido político, Lavín ha evitado la discusión dura, aquella que incomoda a la derecha. Por ello, ha puesto el énfasis en la calidad de los profesores, contribuyendo a desplazar el debate. El ministro, evitando antagonizar con el colegio de profesores, asume el problema en términos positivos, es así como ofrece becas y beneficios para aquellos estudiantes de buen rendimiento que quieran optar por las pedagogías. La idea se hace cargo de un tema que es necesario a la vista de los pobres resultados de las evaluaciones docentes. Pero la asignatura pendiente es mucho más densa y compleja y no se ve que en el gobierno exista ninguna voluntad para sacarla adelante.
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