El pasado martes en la noche, y prácticamente durante todo el miércoles vi cómo el mundo se estaba cayendo a pedazos. Vi en los noticiarios cómo lloraba el pueblo norteamericano ante la victoria de Donald Trump en las presidenciales. Vi miles de fotos, comentarios, análisis, memes, acerca de lo que se venía. Leí frases como “hoy perdió la democracia y la libertad”. Y no pude dejar de cuestionarme la situación.
¿En verdad el martes perdió la democracia y la libertad? ¿Acaso a Trump no lo eligió democráticamente el pueblo norteamericano? (entendiendo las limitaciones del sistema democrático estadounidense obviamente). ¿Es realmente Trump el anticristo que viene a destruir el mundo y Hillary la gran salvadora de nuestra era? Por favor…. La manipulación mediática está frente a nuestros ojos, intentando hacernos creer algo que en verdad no es. ¿No pasó lo mismo con el Brexit en Reino Unido? ¿O con la victoria del “No” en Colombia? ¿O incluso guardando las proporciones con la victoria de Jorge Sharp en Valparaíso? Los medios siempre han creado realidades, solo que hoy la ciudadanía no les está creyendo. Lo vivido el martes en el país del norte no es más que otro síntoma del cambio de paradigma que estamos viviendo.
Debemos partir diciendo que Donald Trump no es una blanca paloma. Tampoco es de mi agrado, de hecho lo detesto. Es un xenófobo, racista, homófobo, misógino, entre muchas otras cosas. Recordemos su afirmación de que todos los inmigrantes mexicanos son “corruptos, delincuentes y violadores”, su proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos, o su propuesta de levantar un muro al estilo Game of Thrones que separe la frontera con México. Además de sus declaraciones contra los gays, los musulmanes, e incluso su planteamiento de que el cambio climático es un “engaño” para beneficiar a los chinos. Es un ultraderechista de tomo y lomo. ¿Pero cómo los gringos pueden ser tan estúpidos de elegir a un ser humano de esas características como su presidente?
No, el pueblo estadounidense no es estúpido. Al menos no más que cualquiera de los pueblos del mundo. El punto es que Trump tuvo la astucia de saber conectar el sentido común del norteamericano con las propuestas de su campaña. Atacó a los grandes medios de comunicación (lo que explica la demonización que sufrió), propuso reimpulsar las industrias norteamericanas venidas abajo tras la crisis del 2008, rechazó los recortes en salud y pensiones, propuso aumentar los impuestos a los ricos, realizar una alianza con Rusia para frenar al ISIS, e incluso “pasearse” a la OTAN ya que Estados Unidos no tiene por qué estar garantizando la paz en el mundo, sino que preocuparse de ellos mismos. ¿Acaso no era eso lo que quería el pueblo norteamericano? Pero eso no salió en la prensa.
Hillary Clinton no solo se convirtió en la candidata del Partido Demócrata, sino que en estas elecciones también fue la candidata de la élite política norteamericana. Por eso no es de extrañar que muchas figuras del propio Partido Republicano le dieran su apoyo, desfavoreciendo a su propio abanderado. Finalmente, Donald Trump fue un candidato “por fuera” de la élite pese a ser un multimillonario. Guardando las proporciones podría compararse con un Fra-Fra de la década de los ’90, con un Franco Parisi del 2013 o con lo que podría ser un Manuel José Ossandón el próximo año. Personas que, siendo parte de la elite, se paran desde una posición contraria a ella y dicen representar los intereses del pueblo.
Como dije anteriormente, estamos viviendo un cambio de paradigma. Los viejos partidos se caen a pedazos, mientras que surgen nuevas alternativas. Algunas de ultraderecha como (como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, el Partido de la Libertad en Austria o algunos otros movimientos en los países nórdicos) y otros más progresistas o anticorrupción (como es el caso de Podemos en España o el Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo en Italia).
En definitiva, en Estados Unidos no ganó el fascismo hitleriano como muchos predican, sino que perdió el establishment, perdió Rockefeller y los sionistas que controlan todo, perdieron “los mismos de siempre”, ese montón de personas con intereses muy diversos pero que están unidos por la única egoísta necesidad de que todo siga igual. Perdió el mediocre y conformista “mal menor” y ganó la osadía de probar algo nuevo, por arriesgado que esto sea. Porque hay veces que el pueblo no le hace caso ni a los medios, ni a los poderosos, ni a lo políticamente correcto, y dan estas sorpresas.
Pero a no perder el foco, Trump es un síntoma no un remedio. No sirve de nada que la crisis de legitimidad de la vieja política sea capitalizada por la ultraderecha populista. Las fuerzas progresistas debemos ser capaces de generar una alternativa que le entregue el poder a la gente, y no a un integrante de la misma elite que se descuelga para “representar al pueblo”. Somos nosotros mismos, los comunes, aquellos que estamos llamados a construir pueblo.
Ayer Íñigo Errejón, secretario político de Podemos planteaba en su Facebook: “Si los sectores progresistas no se aplican a la tarea de construir un pueblo, lo harán los sectores reaccionarios: eso han hecho. El desprecio intelectual para con los votantes de Trump no ayuda a comprender con qué sentido común ha sido capaz de conectar y de articular”. Esperemos que en Chile seamos las fuerzas progresistas las que capitalicemos la crisis de legitimidad que estamos viviendo. Solo “construyendo pueblo” podremos lograr articular el sentido común con nuestras propuestas, llegando a la ciudadanía y convenciéndola de que somos el camino adecuado para sacar a los corruptos.
Solo “construyendo pueblo” podremos lograr articular el sentido común con nuestras propuestas, llegando a la ciudadanía y convenciéndola de que somos el camino adecuado para sacar a los corruptos.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Comenta este artículo
2 Comentarios
Servallas
Es curioso el artículo, se inicia señalando lo malo que lo hacen los medios calificando la situación de Trump, para luego pasar a calificarlo de “… xenófobo, racista, homófono, misógino, entre muchas otras cosas…”, la pregunta es ¿ de qué estudio biográfico serio habrá sacado este articulista tales características de ese candidato?, sospecho que de los medios que denuncia. El tipo es un ultra, creo que sí, con un ego enorme, al parecer por sus declaraciones no le gustan los latinoamericanos ni los chinos, se formó una mala opinión, quizás tendrá sus razones y los que votaron por él también, es una lástima, pero si hablamos de ultras, el “Podemos” al que se señala como referentes es otra versión europea del ultra, un colectivo ultra en su versión totalitaria, finalmente cuando se señala “…El desprecio intelectual para con los votantes de Trump no ayuda a comprender….” es cierto, es parte de estas controversias, los intelectuales viven en unas burbujas en sus universidades alimentándose unos de otros, en mundos de espuma, lejos, muy lejos del mundo real.