Al margen de la rabia expresada por Trump en su primer discurso, de culpar otra vez a los inmigrantes de las «tragedias» que vive Estados Unidos y tomar medidas contra ellos, etcétera. Hay algo que es innegable, y son los estragos que el neoliberalismo provocó en un sector importante de clase obrera de los países industrializados, que es uno de los factores que han llevado a un fascistoide como Trump al poder con un discurso que coqueteó con ellos.
Las políticas neoliberales han tenido un duro efecto en los países desarrollados e industrializados. Si bien, en la mayoría de los casos, permitieron mejorar índices macroeconómicos (lo que puede ser discutible), provocaron la pérdida de empleo y calidad del mismo respecto de los trabajadores, viendo estos perjudicadas sus expectativas de vida e ingresos. Esta crisis se agudizó posterior a la crisis financiera del año 2008, que ha provocado que, pasados 10 años, el salario real promedio del trabajador norteamericano es un 1,2% inferior al anterior a la crisis, en el mejor parado de la eurozona, Alemania, es un 2,4% menor, y en Reino Unido «The Economist» calificó al periodo 2009-2014 como «la peor caída desde mediados del siglo XIX». Junto con esta caída en los ingresos, ha venido la política de «recortes» como posible solución y recuperación a la crisis, poniendo en riesgo derechos conquistados por los mismos trabajadores.
Esto generó un clima perfecto para los movimientos de derecha y ultraderecha europeos para volver a canalizar sus postulados con éxito, además de poner en entredicho la contradicción discutida entre democracia y neoliberalismo. ¿Y la izquierda que debiese florecer ante la crisis y contradicciones del modelo? no aparece. Y el hecho que no aparezca responde a factores como que la izquierda, posteriormente a la caída de la URSS, no ha podido entregar un correlato político consistente, sino que se acomodó ante esa circunstancia, en general, al orden neoliberal. La izquierda más como una alternativa, se presentó como una pausa a las políticas neoliberales. Si bien, en América Latina hubo una especie de «oasis» de la izquierda, no es menos cierto que los procesos en América Latina están y estuvieron cargados de una fuerte presencia de caudillismo y tampoco existió una modificación sustancial de las políticas neoliberales, sino una especie de «adecuación» para hacerlas compatibles con lo que prometió el «socialismo del siglo XXI«, un socialismo sin base teórica sólida, sino que tratando de reconstruir una identidad en base a la crítica al modelo neoliberal.
Si bien, posterior a la última crisis financiera accedieron al poder partidos de izquierda y centro-izquierda en Europa, han sido incapaces de lo mismo, representar una alternativa a un modelo en crisis. Sino que, como Syriza en Grecia, se han visto presionados a mantener agendas neoliberales a pesar de los discursos anti-neoliberales, un riesgo al carecer de un correlato político y una hoja de ruta hacia un modelo de desarrollo alternativo que la izquierda no ha construido con éxito. La izquierda se posicionó crítica del «establishment», pero no transformadora.
Este es un momento en la historia que la izquierda no puede desaprovechar, para, al menos, reconstruir un correlato político consistente respecto a las instituciones, el sistema político, económico, cultural y social que permita posicionarse como una alternativa real.
En esa línea, un gran error fue considerar que esta «era» marcó el fin de las ideologías. Todo modelo hegemónico en un momento consagra su posición con la «muerte» de los demás. La mejor forma de representar aquello es ver la misma historia del liberalismo, que posterior a la crisis del año 29, estuvo proscrito del debate académico, dándose por un modelo fracasado. No fue hasta que Von Hayek y sobre todo Milton Friedman (dentro de otros) con una gran audacia política y agudeza intelectual, lograron posicionar al liberalismo nuevamente en el escenario político con gran éxito a raíz de, valga la redundancia, una crisis.
En ese contexto, es interesante lo sostenido por Eric Hobsbawm en su libro «Historia del Siglo XX», en donde analiza la caída del liberalismo, y lo curioso es que, como relata, en esa época se señalaba, igualmente, a la izquierda como la principal amenaza de la hegemonía liberal. Sin embargo, ningún Estado Liberal había sido desmantelado desde la izquierda, sino desde la derecha. Y esos ascensos de la extrema derecha consolidaron el fascismo en grandes partes de Europa. Ninguna época, no cabe duda de ello, es igual a otra, pero si podemos encontrar similitudes que nos adviertan de los comportamientos sociopolíticos.
El fenómeno discursivo de Trump es similar al que llevó a los fascistas al poder en la década de los años 30, algo que reafirmo absolutamente con su discurso y políticas adoptadas en sus primeros días. Por ello, la izquierda, en este escenario, debe volver a corresponder un correlato político, una alternativa al neoliberalismo, con miras a construir una alternativa transformadora. Sin duda la primera tarea es la superación del neoliberalismo, pero aquello tiene que ir acompañado de una hoja de ruta, pues sin hoja de ruta, en el momento de acceder a las instituciones representativas del poder político, no hay una respuesta clara y contundente a los fenómenos contradictorios del modelo, por ello, solo queda responder a aquellos hechos o circunstancias con las reglas del mismo modelo imperante. Este es un momento en la historia que la izquierda no puede desaprovechar, para, al menos, reconstruir un correlato político consistente respecto a las instituciones, el sistema político, económico, cultural y social que permita posicionarse como una alternativa real.
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jose-luis-silva
Seamos francos, la caida del neoliberalismo se escucha desde que se escucha esa palabra, igual que ántes se hablaba del sistema capitalista, pero por mucho altos y bajos, todos vemos claramente que en el largo plazo el sistema se ha hecho cada vez mas inamovible. Antes habia una opción alternativa, el marxismo, un discurso que a millones les pareció mas consistente en su momento, pero a pesar de haberse impuesto en la mayoria de los países no tuvo nunca consistencia, los marxistas debian levantar muros en sus fronteras, no para defenderse de enemigos, sino para que su gente no huyera hacia el aborrecible capitalismo.
Ahora estas criticas quedan en el aire. Es como intentar convencer a todos de lo perverso que es la fuerza de gravedad, demostrar que es culpable de todos los accidentes, salir con pancartas a protestar por ella etc.. pero ¿y?.
Saludo cordiales
Lisandro Burgos
Sindéresis: Usted está soñando, estimado. El liberalismo es regordete, tiene mejillas rosaditas y vivirá mucho más que usted o yo.