Podemos señalar una relación dialéctica entre ideologías y utopías. La ideología como experiencia dominante en las representaciones simbólicas de una sociedad o grupo social, aparece como tal en el cuestionamiento desde la experiencia de una mentalidad utópica. Mientras, la utopía aparece ante la afirmación de las ideas dominantes como un cuestionamiento ilusorio, una experiencia de sentido imposible de realizar.
La ideología refleja el poder de la cultura hegemónica que decide y así distingue lo posible y efectivo y socialmente real de lo que es utopía. Ésta puede ser juzgada como inefectiva sencillamente en cuanto la ideología ya siempre ha señalando lo que es posible dentro de un orden social determinado. Pero puede resultar concebible que la utopía proponga un orden alternativo con el propósito de realizarse, venciendo los límites de la dominación ideológica.
Lo que aparece como utopía propone una reescritura de cierta existencia humana, aquella que ha devenido un mundo social experimentado como “natural”. O sea, un mundo con una efectividad que niega la alternativa como diferencia que transforma las modalidades de la dominación.
La ideología opera con lo ya ejecutado y hecho real, legitimando el orden social existente. La utopía debe luchar, adquirir poder, en un proceso de realización como nuevo orden social. Precisamente la situación de dominación presenta la ideología como legitimidad; o sea, como autoridad en el orden establecido. Se representa como verdad. Mientras, la utopía se da como una alternativa que busca legitimidad en la diferencia, desde una región dominada y sometida a la mentira de lo ilusorio.
La ideología opera con lo ya ejecutado y hecho real, legitimando el orden social existente. La utopía debe luchar, adquirir poder, en un proceso de realización como nuevo orden social.
La ideología opera en la repetición de las situaciones sobre la base de que sus lenguajes ya siempre se han constituido en la forma de verdades socialmente autorizadas. El aspecto dominante se encuentra enmascarado tras una legitimidad que oculta unos dispositivos de poder. Desde su posición en el lugar de lo dominado la utopía alega en la ideología una deformación de la experiencia social, precisamente aquella donde funcionan unas estructuras invisibilizadas de poder.
Desde un punto de vista positivo la ideología cumple la función de dar y conservar las identidades de una colectividad, mientras que la utopía se presenta como una capacidad de exploración, de imaginación, en lo socialmente posible. El elemento utópico denuncia la petrificación de las ideologías, mientras éstas defienden su función de integración de las sociedades.
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