Qué duda cabe que los discursos públicos originados desde la política contingente comienzan a desvanecer del escenario cotidiano la prudencia necesaria para establecer un diálogo certero e integral, con los ciudadanos.
Es así como la asertividad en el discurso público convierte al político en un estadista de proporciones, sobre todo cuando se adelanta a los tiempos habituales del lenguaje y sus implicancias. Dejando de lado la elaboración de frases ad-hoc, las cuales lo terminan por convertir en un “producto” del y para el mercado; y comienza a confiar en ese instinto que alguna vez sintió siendo ciudadano.
Desde ahí podemos advertir que un gran político, de esos que dejan huellas, es capaz de convocar, integrar y movilizar a través del lenguaje, logrando instalar un discurso desde y para la “calle”, y no recurrir a los edificios corporativos para que diseñen su apariencia política.
Y es ahí donde radica una de las principales diferencias entre un político de vocación y otro de profesión. De un discurso nacido desde el alma y para el pueblo en su conjunto, y otro fabricado para la galería.
El primero utiliza la palabra en su medida justa y delicada, pues sabe que la intención en ella puede generar en la sociedad la fase pensante. Lo que comienza armar la diferencia entre una sociedad desarrollada y una subdesarrollada. Una sociedad articulada, y otra segregada; una organizada, comunicada y activa, y otra inmóvil, desganada y despreocupada.
El segundo sólo se limita a responder al sistema, y elabora su presencia en base a lo “apropiado” e “inapropiado”. En resumen: a lo “políticamente correcto”. Sacando cuentas alegres para su carrera, y en algunos casos para sus correligionarios. Evitando así hacer un esfuerzo para enaltecer el oficio para el cual “sirve”.
Tal vez lo importante, o más bien, lo impactante en la política actual, es chocar, alterar y descuadrar al espectador. Ese que cada cierto tiempo tiene que ir a marcar un voto para elegir a los profesionales que considere aptos para administrar el Estado.
Sin embargo podemos poner manos a la obra y construir un informe de utilidad pública con aquellas frases hechas para la galería. Aquí vamos:
1. “Tenemos una democracia madura”: habrá que explicar si ello es dentro del contexto del binominal o se debe a la amplia participación ciudadana fortalecida por una ley del Estado o a los debates ciudadanos, instalados en las comunidades, para definir qué políticas públicas quiere la sociedad. Entre otros.
2. "Partidos políticos": aquí hay que revisar más profundamente. Si están partidos, ¿qué seguridad tenemos que nos entregarán gobernabilidad, y representatividad?
3. "Gobierno de excelencia": dícese de quienes necesitan la auto referencia como medio de estimulación grupal, para alcanzar objetivos personales. Utilizan mensajes mesiánicos para manifestar su intervención en lo social, aludiendo que es divina y salvadora. Por ejemplo: “vamos a reconstruir Chile”. El terremoto devastó dos regiones, no quince.
4. “Hemos escuchado a la gente”: se solicita delimitar si ello lo han hecho a través de encuestas, o de reuniones comunitarias con población incluida.
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