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Diferencia entre travestismo político y pragmatismo político

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El concepto ha evolucionado desde “darse vuelta la chaqueta”, “camaleones”, “amarillos” y “travestis”, con estos términos se refieren al político que una vez en el poder modifica su opinión. Algo que no nos debe extrañar, es normal que estos cambien de opinión con el propósito de apoyar una idea o construir capacidad política y lo hacen negociando acuerdos y así poder sacar adelante sus propuestas.

Como muchas cosas, estos cambios de opinión tienen claros y oscuros que dependerán de las circunstancias y objetivos que persigan:

La versión negativa se representa con el dicho de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros” y es cuando un político modifica ideales mantenidos por largo tiempo, que al dejar de ser útiles para sus fines electorales, no dudan en modificarlos por otros más “populistas”, incluso, pueden ser contradictorios, todo sirve para mantenerse o lograr el poder.

Otra versión se llama “pragmatismo político o funcional”, es cuando las decisiones y estrategias se toman privilegiando la conveniencia y utilidad práctica, en el entendido que para ello se debe renunciar a ideologías y dogmatismos rígidos si se quiere avanzar.

En una sociedad cambiante, el “pragmatismo político” valora la flexibilidad, la capacidad de ajustar estrategias para cumplir las metas que benefician a la sociedad en su conjunto, por ejemplo, resolver conflictos, mejorar la seguridad, lograr cambios políticos, buscar el crecimiento económicos, mejorar las medidas para mitigar el cambio climático, etc. Buscando equilibrar el bienestar público y los intereses privados y la política con la justicia social.

El cambio o modificación de propuestas es normal cuando un sector político logra y está gobernando. Es diferente hablar para un sector en particular, durante la campaña electoral y otra hablar a toda la ciudadanía cuando se es presidente, y un buen gobernante, guiado por las circunstancias políticas y sociales, debe considerar la alternativa de hacer cambios en sus propuestas para sacarlas adelante, evitando siempre traicionar los principios por los cuales fue electo. El objetivo es buscar el consenso para que se aprueben, obviamente, será con modificaciones donde todos los sectores ceden en algo, ese es el arte de hacer buena política, buscando siempre el bien común y del país.

Un buen gobernante, guiado por las circunstancias políticas y sociales, debe considerar la alternativa de hacer cambios en sus propuestas para sacarlas adelante, evitando siempre traicionar los principios por los cuales fue electo

El que actúa con “pragmatismo político”, busca promover sus propuestas impulsando el entendimiento sin traicionar sus ideales, pero, debe dejar fuera los principios ideológicos rígidos y equilibrar los principios pragmáticos con los éticos y morales. Al hacerlo, los más ideologizados de su sector se van a oponer argumentando que ceder significa traicionar sus principios. La crítica es que los políticos muy ideologizados y guiados por sus rígidas ideas y a pesar de saber la verdad, es común que prefieran defender mentiras.

El “pragmatismo político” es una herramienta de la democracia deliberativa, una democracia donde la ciudadanía y los políticos analizan racionalmente como resolver sus desafíos y conflictos políticos, económicos, sociales y de bien común.

Un buen ejemplo de “pragmatismo político” ocurrió al comienzo de la transición, luego del fin de la dictadura de Pinochet. Fue durante el mandato de don Patricio Aylwin y su política de “en la medida de lo posible”. La meta era consolidar y perfeccionar nuestra democracia y lo hizo con dialogo y consenso.

Ningún presidente se salva de ser acusado de “travestismo”, fue utilizado sin excepción con todos los presidentes, desde Frei a Lagos, Bachelet, Piñera y Boric.

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