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Día del Perdón, “Sorry Day” en Australia y los Indígenas allá en Chile

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Este artículo fue escrito el año 2008 a propósito del denominado “Sorry Day”, el  Día del Perdón, que el gobierno de esos días, aquí en Australia, decretó como un gesto hacia las reivindicaciones aborígenes. Las ideas siguen vigentes y en Chile la deuda sigue pendiente…

Hace algunos años atrás, asistía a esas “Escuelas de Verano”, que organizaban ONG como Sur, Serpaj, la misma Vicaría de la Pastoral Obrera u otras; esas escuelas donde te podías codear con Manuel Antonio Garretón, TomásMoulian, José Joaquín Brunner, Luis Maira, o algún otro connotado político, periodista o actor de Oposición en esa época. Lugares abiertos a la discusión democrática, horizontal y de aprendizaje… En fin, en una de esas escuelas conocí por primera vez a un Mapuche, no recuerdo su nombre, sólo sé que era un muchacho de 16 años, poeta y un conocedor profundo de su etnia… amante de la naturaleza, serio como él sólo, de mirar más bien tímido y cabizbajo,  con ojos escondidos bajo su pelo largo y negro. Nunca más supe de su existencia, pero fue la primera vez que pude conversar y hablar de la discriminación, de sus tierras, de sus historias ancestrales. Pensé en los más cercanos a mí, en los atacameños, aymaras y quechuas y los pueblos al interior del desierto en Tarapacá, Antofagasta y Atacama. También pensé en aquellos que no éramos indígenas, más bien mestizos, la lucha por la sobrevivencia económica, en la señora Rosaen de la población allá en Antofagasta donde voluntariamente apoyábamos a través de muchas actividades con Serpaj. En esos días la reivindicación fundamental era la vuelta a la democracia y esas escuelas eran la construcción conjunta delas luchas de esos años. La Democracia volvió, esos días llegaron y hoy, a pesar de ella, y de los años, vemos y escuchamos de esas mismas etnias, esos mismos discursos, esas mismas reivindicaciones.

Aquí en Sydney, hace unos días atrás se produjo un gran “movimiento mediático” y desde el gobierno para pedir perdón a los aborígenes, se llamó “Sorry day”. ¿La razón para ello? es que en la primera mitad del siglo XX, el gobierno australiano aplicaba una política abiertamente racista respecto de sus pueblo sindígenas, y era que los aborígenes que tenían la piel más clara fueron enviados a reservaciones y misiones al amparo de esta política de segregación y asimilación. Lo más sorprendente de esto es que se mantuvo hasta ¡la década del 70!  aquí en Australia, país campeón del multiculturalismo y la libertad. Las razones eran la asimilación de la “subcultura indígena” integrada a la cultura australiana, “mejorando” de esta manera la raza ¿les suenaconocido ese discurso? Generaciones de niños y niñas arrancados de los brazosde sus madres y padres, cientos de testimonios de abusos sexuales, laborales, físicos y otras consecuencias. Durante años los gobiernos se opusieron a expresar de manera pública un perdón, un perdón de Estado por esta aberración. En estos días se ha producido, y los testimonios que hacía alusión se han repetido en toda Australia, con una amplia cobertura mediática, se han ido conociendo en profundidad cientos de ellos. Un gran gesto, la nación completa se detuvo por unos momentos, la televisión era la voz y la imagen de los aborígenes ese día, el Primer Ministro hacía el esperado discurso del perdón, pantallas gigantes en las calles, gentes de todos los colores y edades esperando, se podía sentir en el aire, un gesto justo, un gesto necesario, un gesto inclusivo para todos y todas quienes habían sufrido en aquellos días.

Todas las organizaciones indígenas, todas sin exclusiones participaron de aquel acto, no todas sintieron que todo aquello era suficiente, pero estuvieron; el gobierno y la oposición se presentaron unidos. El discurso del Primer Ministro Laborista, Kevin Rudd fue escuchado con emoción, el discurso de la Oposición conservadora provocó una sola protesta, también simbólica, que fue que todos quienes veían por televisión se pusieron de pie y dieron la espalda al representante de esos que durante años negaron este perdón. Finalmente debieron rendirse a la fuerza de la razón. El gesto se produjo, aunque muchos dirán que fue insuficiente, que no estuvo acompañado de medidas de compensación, lo que es verdad; pero aún así es un primer paso, un paso que costó años para poder verlo, y todos esos rostros así lo expresaban, con sus lágrimas de emoción, con sus sonrisas de satisfacción, con respeto, con verdad, con esos ojos tranquilos y transparentes de quienes tienen la razón y la verdad en sus vidas.

En medio de todo eso, siento un cúmulo de sensaciones hacia los nuestros, hacia mi país, hacia cuestiones no resueltas, de injusticias latentes, de esfuerzos reales por superarlas, de no encontrar los caminos que nos lleven a solucionarlas, de pensar en que alguien debe recurrir a medidas extremas para ser escuchado,  de otros que recurren permanentemente a la violencia como un recurso complementario que cínicamente no se comenta o se justifica, de otros que se amparan en leyes que fueron generadas en la ilegalidad y la ilegitimidad, de otros que priorizan el desarrollo económico por sobre el equilibrio ecológico, de tantos que representan a transnacionales cuyo único interés es el lucro y no el respeto a la diversidad, de otros que sacan abierto provecho de estas reivindicaciones, de pensar aún en quienes no siendo indígenas sufren los rigores de un sistema que no los incluye y más bien los separa cada día más y parecieran estar más segregados. Recordemos que la Tierra es de todos, de los que llegaron primero y los que llegaron después.  Pienso en cientos de largas conversaciones con amigos atacameños respecto de ello, en los ritos, en las costumbres, en los silencios, en las discusiones apasionadas, en las actitudes, en las diferencias, en la tolerancia y la discriminación. Unos más apasionados que otros, unas más aguerridas que otras, unas más propositivas, otros más impacientes, otros y otras con actitudes más sabias.

Un gran gesto, la nación completa se detuvo por unos momentos, la televisión era la voz y la imagen de los aborígenes ese día, el Primer Ministro hacía el esperado discurso del perdón, pantallas gigantes en las calles, gentes de todos los colores y edades esperando, se podía sentir en el aire, un gesto justo, un gesto necesario, un gesto inclusivo para todos y todas quienes habían sufrido en aquellos días.

La sensación queda en el aire, en la cabeza, en la “guata”, en los pensamientos. Queda como la deuda que no hemos podido, no hemos sabido o no hemos querido pagar. La respuesta no la tengo, sólo tengo esa sensación que describo. Pienso en eso y vuelvo a esos negros ojos, un poco tímidos, un poco ingenuos, un pocosabios, como acumulando conocimientos, historias y poesías ancestrales,  como diciéndonos que todo aún es injusto, que todo es aún insuficiente, que los días donde podamos simbólicamente hacer gestos, acompañados de medidas reales, aúne s un tema pendiente en nuestro país.

 

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