A solo días que Sebastián Piñera asuma nuevamente como Presidente de la República, es inevitable no remontarse a lo que acontecía –a modo Flashback– hace ocho años en esta llamada etapa de “instalación” de nuevas autoridades y cambio de ciclo político -en lo que respecta a la administración del Estado-.
Pues bien, el Chile del 2010 asolado por uno de los peores terremotos en su historia era testigo del término de la Concertación de Partidos por la Democracia. Trágica casualidad que graficaba de forma wagneriana “El ocaso de los dioses” y la derrota electoral de la coalición política que derrotó a Pinochet y condujo al país al retorno democrático.
Los protagonistas se repiten, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, la dualidad política que ha prevalecido desde la elección presidencial de primera vuelta de 2005 a la fecha, lo que lleva a dilucidar la trascendencia de ambas figuras para los sectores que han representado, y el desafío que ello supone de cara a la elevación de nuevos líderes suprapartidarios y de estatura presidencial.
Claramente, hoy al igual que en 2010 prevalece una sensación triunfalista en las huestes de Chile Vamos, lo cual es sustentado por certezas inobjetables, sobre todo, observando la tibieza e inquietante reacción multilateral de la extinta Nueva Mayoría. El repliegue y “autorreflexión” ha dado pie a declaraciones de intenciones inconexas, que más bien parecen arengas de oficiales de un ejército en desbandada, que testimonios de lucidez y reciprocidad extraviada.Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, la dualidad política que ha prevalecido desde la elección presidencial de primera vuelta de 2005 a la fecha, lo que lleva a dilucidar la trascendencia de ambas figuras para los sectores que han representado, y el desafío que ello supone de cara a la elevación de nuevos líderes suprapartidarios y de estatura presidencial.
Sin embargo, este escenario dantesco es irremediablemente dinámico, por lo que desde ya se observan factores que generarán las condiciones de equilibrio y entendimiento político que la vida democrática exige. En ese sentido, un presidente Piñera más empoderado deberá lidiar con una crisis de expectativas esperada, para lo cual optó contar con un equipo conocido y “piñerista” más allá del balance de poder interno en la derecha.
Por su parte, la presidenta Bachelet se aproxima a dejar La Moneda en una situación distinta a la de 2010, pero que analizada en su contexto resulta ser airosa para una gestión que sacó adelante tareas largamente en espera desde el retorno a la democracia, lo cual fue resultado de una constante pugna entre la temeridad de la concreción de las “reformas” y la equivalente resistencia de quienes en breve asumirán tareas gubernamentales.
En base a esto, la capacidad de respuesta en los próximos años, preliminarmente, se avizora que estará centrada en dar conducción a un modelo de desarrollo a escala humana con nuevos desafíos y aristas por dilucidar, unido a un contexto de desafección de las instituciones –ganado con creces- por la indulgencia y abuso de quienes encarnaban símbolos de autoridad. A lo que se suma, la incontenible incidencia de la era digital como amplificador de causas sociales.
Lo anterior, abre espacio a nuevas formas de comunicar y vincularse, también a nuevos entramados como “fiscalización ciudadana”, “medios de información ciudadanos”, “defensoría ciudadana”; sólo por mencionar algunos ejemplos. Es por esto, que en esta era digital hay quienes por aspecto generacional llevan la delantera, pues no es menor la preponderancia del Frente Amplio en el terreno universitario, a lo que le sigue su avance metódico y minucioso en el campo territorial de cara a nuevos desafíos electorales.
En suma, el traspaso de los símbolos del poder político en el Congreso Nacional el próximo 11 de marzo llevará consigo la encrucijada de dirimir casi de forma inmediata a los futuros protagonistas de la escena, sumado a la instalación de nuevos desafíos y paradigmas, los cuales no han sido dimensionados correctamente. Para muestra un botón: Mientras la clase política sigue desenvolviéndose al ritmo de la imprenta de Gutenberg; la ciudadanía transita, se organiza y dialoga bajo los parámetros de la Internet. Claramente algo no funciona aún.
Comentarios