Esta es la primera columna que escribo por este medio, así que partiré agradeciendo la oportunidad. Ahora bien, el participar en medios como este es una muestra que en nuestro país existe democracia, manifestada en la expresión de opiniones y reflexiones para el enriquecimiento del pensar y una mejor comprensión de nuestra realidad. Todo ello con el respeto y confianza propios de una sociedad bien constituida.
Respeto, democracia. Son estos conceptos los que generan esta reflexión. Ayer jueves, en el marco de la manifestación pro – aborto realizada en el centro de Santiago, Chile, un grupo de manifestantes entraron a la Catedral de Santiago en plena misa, interrumpiendo la ceremonia, causando desmanes y agraviando a los asistentes con consignas contra la iglesia católica. Los manifestantes fueron desalojados por personal policial.
Más allá de la discusión de fondo – que tiene también relación con el tema tratado en esta columna, el respeto – podemos preguntarnos: ¿cómo se explica un acto de esta naturaleza en una sociedad democrática como la nuestra? Siendo más certeros, ¿está nuestra democracia realmente sólida como para darse cuenta que todos los ciudadanos tenemos derecho a ella, independiente de lo que creamos o pensemos? Esto no se trata de defender a la iglesia católica, se trata de analizar hacia dónde están viajando las formas y los fondos. Porque cuando avanzamos desde reclamar un derecho a transgredir el derecho de otro con insultos y agresiones, entonces ¿de qué democracia estamos hablando?
Muchas personas en nuestro país indican que por mucho se soñó con el “retorno a la democracia”; sin embargo, al ver actos como el acaecido anoche, o el recurrente actuar de los encapuchados en las marchas estudiantiles, que destruyen todo a su paso, nos preguntamos cuál era la democracia que se deseaba y que todavía se desea. No se puede alegar por un derecho cuando estamos destruyendo los bienes que no nos costaron o estamos atentando el derecho que tiene nuestro vecino de trabajar, irse tranquilo a casa o generar recursos para su familia. Pero más importante, no podemos discutir de derechos cuando atentamos contra los derechos de expresión y convicción del otro. Nuestra democracia crecerá realmente cuando podamos luchar por nuestros derechos incluyendo la opinión y reflexión del otro, en pos de un beneficio común.
Ahora bien, si todos pensamos distinto, entonces es muy probable que no todos tengamos la razón. Entonces, ¿qué hacer con el aborto, con las drogas, o el matrimonio homosexual?
Estos temas quedan para otras columnas.
Muchas personas en nuestro país indican que por mucho se soñó con el “retorno a la democracia”; sin embargo, al ver actos como el acaecido anoche, o el recurrente actuar de los encapuchados en las marchas estudiantiles, que destruyen todo a su paso, nos preguntamos cuál era la democracia que se deseaba y que todavía se desea.
* Entrada escrita por Héctor Jerez Fernandoi, economista, columnista invitado por Democracia Activa
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