No vamos a repetir lo que todo el mundo sabe, pero sí queremos llamar la atención sobre la abierta contradicción conceptual y práctica que existe entre el concepto de democracia y la idea del libre mercado. Contradicción que muchas veces no está clarificada en la conciencia ciudadana, aunque sí percibe sus efectos, y que incluso la reconocen algunos liberales e intelectuales (Robert Dahl).
La colusión de farmacias, pollos y otros escándalos similares, nos plantean la escasa posibilidad que tenemos con los mecanismos actuales de construir una democracia auténticamente solidaria.
Queremos volver sobre el tema porque esta contradicción entre mercado y democracia, se ha agudizado en Chile y no se ha planteado en los debates, la necesidad de controles legales para hacer cumplir la libre competencia y mejorar la ética del sistema que debe descansar en la calidad de la democracia, es decir, en la validación y reconocimiento de todos los derechos humanos que al final son los fundamentos teóricos de una democracia humanizada, con mejor perfil y siempre perfectible.
La colusión de farmacias, pollos y otros escándalos similares, nos plantean la escasa posibilidad que tenemos con los mecanismos actuales de construir una democracia auténticamente solidaria. Solidaridad que debe buscar no sólo el respeto de algunos derechos mínimos, sino fundamentalmente, la plenitud de la humanización del sistema. Los episodios conocidos, el financiamiento oscuro de las campañas electorales, nos dejan entrever que estamos peligrosamente en el borde de la frustración, de la autodeterminación de las personas en la vida ciudadana. No son sólo trampas al sistema sino que -peor- se trata de hacerlos aparecer como males menores, los cuales se corrigen con relativa facilidad.
Pensamos que la cosa va más allá y es más grave. Se viola la igualdad de los derechos y la igualdad de las oportunidades, se roba abiertamente con adjetivos tales como «colusiones», no habiendo reiteración -como debiera ser- de que estamos en un sistema que permite que ciertos sectores económicos y empresariales roben bajo tecnicismos que disfrazan con un lenguaje burdo la magnitud de las faltas cometidas. Todo se ha convertido en una suerte de “cascadas” de acontecimientos ilícitos, en una sociedad donde el tema ético muchas veces parece ausente.
La democracia, debe tener como motor la sociedad civil organizada y solidaria. La democracia tiene que ser liberadora de todas las servidumbres políticas y económicas. La democracia debe avanzar hacia la solidaridad como función clave de responsabilidad libre, para la oportunidad de todos en un sistema claramente solidario.
Ciertamente que estamos tratando de resolver las características de nuestro modelo democrático, de corregir las limitaciones que impiden la solidaridad, creando mecanismos para que la autodeterminación de las personas y la organización política y económica, respondan a la solidaridad como instrumento inspirador para corregir las distorsiones que, lamentablemente, se producen en nuestro sistema, y en muchos de los sistemas democráticos contemporáneos.
Estamos en el tramo en que debemos privilegiar el interés social y coordinarlos con los intereses individuales. Se trata de corregir la distorsión permanente que se produce por la libre competencia y los abusos (como los señalados) que esta libre competencia produce. En este punto el rol del Estado aparece como imprescindible, dado que con sus mecanismos propios del poder, puede coordinar y planificar una mejor armonía entre ambos intereses. Más que la economía (no dudamos de su relevancia y de la necesidad de su éxito) es la democracia la que debe ser capaz de coordinar el interés social con los intereses individuales. La democracia debe ser liberadora de toda forma de opresión que distorsione la vigencia de los derechos humanos en todos los ámbitos.
La economía, sin duda, y el autoritarismo que ella genera por su factor de influencia, debe ser regulada democráticamente para que se pueda realizar la clave de la solidaridad como función necesaria de responsabilidad libre y por la oportunidad de los demás. La vieja frase bíblica se ha hecho presente una vez más: más fácil es que un camello pase por el ojo de la aguja…
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Imagen: grados
Comentarios
03 de octubre
El descubrimiento del Penta Gate nos demuestra que algunos parlamentarios no solo son lacayos y bufones al servicio de la patronal y de sus intereses sino que además son parte integral de esa clase social minoritaria pero muy poderosa que cuenta con los recursos necesarios para definir en propio provecho la agenda de gobierno y así la realidad que a los trabajadores nos toca padecer. Pasa que en Chile la concentración de la riqueza y del capital es de tal magnitud que la mayoría de los políticos que nos gobiernan son parte de la élite.
El caso paradigmático es el del señor Piñera que como muchos otros, tantos de la Alianza como de la Concertación, no pueden justificar ni legal ni racionalmente el origen de sus fortunas. Otro ejemplo es el del yerno de Pinochet y así hay cientos. Todos ellos, que se dicen representantes del pueblo, democráticos e incluso defensores de los derechos humanos en el caso de esta falaz Nueva Mayoría, por lo general tienen intereses políticos e incluso económicos para que nada cambie, para que la situación no se altere en lo fundamental: son accionistas, funcionarios, empleados o dueños de las AFP, de las Isapres, de los colegios y universidades privadas y de cuanto negociado existe en nuestro país.
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