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Democracia Protegida: comparación del programa de Kast y el de Büchi

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¿Qué hay en común entre el programa de José Antonio Kast y el programa de Hernán Buchi, candidato del pinochetismo derrotado en 1989? Kast ha logrado articular tras él a buena parte de la derecha, generando una polarización que no se veía desde 1990. Recordemos que el 2019 el pueblo chileno sacó la voz y pidió cambios estructurales, por lo que los actores de la dictadura vieron el fruto de su revolución amenazada, reaccionando a través del gesto testimonial del rechazo. Hoy esa campaña toma nueva forma en Kast 2022, un mix entre las viejas ideas del pinochetismo y las experiencias globales de la alt right, que ha puesto en órbita a figuras como Trump o Bolsonaro, y que prepara a polemistas mediáticos como Javier Milei, bots mediante, para intentar aventuras políticas fuera de los marcos democráticos.

Pero más allá de la presentación y el marketing lo clave es discutir sobre el fondo, que está relacionado con un proyecto inconcluso, el de los últimos años de Pinochet.  En ese entonces Kast ya había debutado en política como dirigente gremialista en la FEUC, y también en la campaña del Sí, campaña que optó por una estrategia de uso de terror y miedo que finalmente no encontró eco en el votante mayoritario. Pero al contario de esa propuesta, en los años 80 si se había desarrollado una política, que se dibujó bajo el concepto de “democracia protegida” y que buscaba ser un punto medio entre democracia representativa y dictadura y entre la herencia política portaliana del siglo XIX y la globalización.


Kast no promete hacer la nación grande de nuevo sino que recuperar el peso de la noche, que no es una promesa de un país próspero o mejor de cara al futuro, sino que siempre fue garantizar el orden a través de la violencia militar, garantizar la libertad de acción de la élite y revitalizar la herencia colonial por medio del aislamiento cultural

El paso de la fase terrorista de la dictadura a la fase cívico-militar se dio en un contexto de presión internacional creciente, en la cual la exigencia de la órbita liberal global exigía la transición a una democracia, aún si era de baja intensidad. El primer acto fue una nueva Constitución y un conjunto de reformas estructurales, que venían acompañadas de una terapia de shock económica, escoltada por metralletas. En esta trama se recolectaron ideas del Hispanismo (Vásquez Mella), Nazismo (K.Schmitt), Conservadurismo nacional (J.Eyzaguirre) y Neoliberalismo (M.Friedman Y F.Hayek). En la campaña electoral de Hernán Büchi, en 1989, todos esos pensamientos que habían madurado en la década del 80 tomaron forma de programa de gobierno, el cual le proponía a Chile una democracia fuertemente tutelada para evitar cualquier tipo de modificación a las escrituras sagradas.

Libertad, orden y Estado de derecho aparecían visiblemente como prioridad en el programa de 1989. Textualmente aparece en sus primeros párrafos el escenario en el cual esto se organiza: “a fines del siglo XX la humanidad ha redescubierto en la libertad personal el motor más poderoso del perfeccionamiento individual y la base sobre la cual organizar la sociedad” (1989: 2). En el programa del 2021 de Kast, en tanto, el contexto nos indica que el país ha girado progresivamente desde 1990 hacia “reformas de corte socialista” que van en contra de “la libertad, el orden y el estado de derecho”. Se propone la construcción de una nueva derecha que tendría tres características: a) apelación al sentido común y; b) apelar al fin de la polarización política y; c) enfrentar culturalmente a los adversarios. El objetivo central de este punto se centra en una visión schmittiana del enemigo político, en la cual también Jaime Guzmán, durante los años 80s, creía. De otra manera: Sentido común es el signo oficial, cualquier oposición está en el marco de irracionalidad. No habrá necesidad de polarización política porque esta no se permitirá, de facto. Finalmente, la lucha global de la alt right contra el conjunto de demandas sociales de las últimas décadas (como las de la cuarta ola del feminismo) no son más que  un tentáculo del llamado marxismo cultural, que a su vez es una instrumentalización política de un supuesto complot marxista global contra los principios fundamentales de la sociedad. Al respecto, el referente libertario chileno Axel Kaiser había señalado en una entrevista en La Nación (Argentina) que él solo apoyará la democracia en tanto democracia liberal y protegida. Sin esta condición, una dictadura de derecha es bienvenida; opinión similar a la expresada por referentes similares como Javier Milei y Agustín Laje en Argentina o Jesús Huerta, en España. En ese sentido, lo que se muestra en las primeras veinte páginas del texto de Kast se propone una “coordinación anti izquierda” cuyo objetivo es “detener, juzgar y encerrar” a esas personas (2021: 27). El objetivo de Kast, plasmado en su programa de gobierno (2021: 6) es recuperar la propuesta global de batalla cultural expuesta por Milton Friedman, en 1988, y que también fue recogida por el pinochetismo en el plebiscito de 1988. Educación, salud y vivienda no ofrecen mayores diferencias: el principio de subsidiariedad, la libertad para optar en un entorno segmentado y la autoregulación de mercado se cumplen fielmente en ambos programas. Pero sigamos con otros puntos.

Para el equipo de Hernán Büchi, en 1989, un requisito para la paz social era anular las penas por delitos de lesa humanidad cometidos en dictadura (1989: 6), idea que es recuperada por el candidato Kast en su proyecto de indulto humanitario a los presos de Punta Peuco. Ya en sus primeros párrafos se expresa una opinión clara sobre DDHH. Citando a Cauas se asegura que el “éxito” chileno solo era posible “después de situaciones de agudo sacrificio humano de ciudadanos” (2021: 8). La relación cotutelar entre Fuerzas Armadas y Estado, presente en el programa de Büchi (1989:8), también está presente en el de Kast. Se afirma que las FFAA “deben estar facultados para hacer un uso de la fuerza necesaria para el restablecimiento del orden” (2021: 25) así como la “ampliación de las facultades del estado de emergencia” (2021: 28) que pareciera ser una lectura agambeniana trágica de la idea de excepción como norma en Homo Sacer. El mundo intelectual también está avisado: de ganar Kast, cualquier intelligentsia que no esté alineada con el régimen será expulsada. Se advierte que la FLACSO deberá salir del país el 2022, por ser considerada una “agrupación política activista” contraria a los intereses nacionales (2021: 40).

Retirar a Chile de la ONU, la eliminación del ministerio de la mujer, el retiro del acuerdo OIT sobre derechos indígenas, la penalización del aborto o la superposición del concepto de familia entre hombre y mujer son otros puntos que tienen como objeto volver a la discusión política de 1989, es decir, antes de la entrada de Chile a la globalización. También se busca volver a 1989 en el plano cultural: rechazado de plano la idea de vincular Estado y cultura, como mecanismo de democratización, y también rechazando el consenso liberal de la triada Mercado/Estado/Campo cultural (expresado en Chile en las políticas culturales de los años 90). La apuesta acá es negar fondos públicos a las producciones que se aleje de los principios del régimen, en especial en la relación arte/política. Se buscará rescatar los valores culturales del Chile decimonónico y realzar las bellas artes en la alta cultura, correctamente segmentada (2021: 191). Hasta ahí, el mismo eje de Pinochet (1980-1989) y, salvo el capítulo de exenciones tributarias (que la Concertación reversionaría a través de la Ley Valdés)  lo contenido en el programa de Büchi (1989). Pero a diferencia de la política del apagón, Kast ha decidido tomar proactivamente la potenciación de programas culturales disciplinantes en grupos vulnerables  y el descabezamiento del campo cultural chileno (2021: 192-196).

La revuelta social del 2019 es negada de plano por el candidato de Republicanos. Ninguna demanda es atendida en su programa y amenaza con enviar a militares a solucionar eventos similares (2021: 198-199), aunque el canon indica que estos no deben realizar esas funciones puesto que no están preparados para tales misiones, sino que para una guerra. Es decir, para matar. También propone modificar de manera ad hoc la universalidad de los DDHH y aplicar una que se centre en defender a carabineros de agresiones de civiles. Para reforzar esta idea, se hará un registro nacional de manifestantes de izquierda (2021: 200), cuyo objetivo será que las sanciones que reciban sean consideradas de máxima gravedad en caso de reincidencia. Su discurso contra los refugiados y migrantes ilegales está a tono con la alt right internacional, y se inscribe en la lógica ellos/nosotros propia del fascismo tradicional del siglo XX. Por supuesto, tampoco valida el proceso constituyente en curso.

Finalmente, asoma también una diferencia entre el programa de Büchi y Kast, en el plano proyectivo. Mientras el primero exponía claramente una regla liberal decimonónica expresada por ex presidentes como Santa María cual era que la población chilena no estaba preparada aún para la democracia y “que debía ser controlada a palos” antes de que se le entregue ese derecho a ser ciudadano pleno, Kast cree que la meta está cumplida. No hay “horizontes de expectativa” posibles; este programa cumple en el presente todo lo que se necesita en el futuro para poder reproducir una sociedad virtuosa. Aquello sintetiza notoriamente el fondo del proyecto de Kast: a diferencia de la promesa de figuras como Trump (y antes de él, Reagan), Kast no promete hacer la nación grande de nuevo sino que recuperar el peso de la noche,  que no es una promesa de un país próspero o mejor de cara al futuro, sino que siempre fue garantizar el orden a través de la violencia militar, garantizar la libertad de acción de la élite y revitalizar la herencia colonial por medio del aislamiento cultural. Esto a su vez se anexa al programa global de la derecha autoritaria, que invita a la centro derecha a formular un ellos/nosotros (comunismo o libertad) y que amplía esa invitación a miles de personas comunes a que se “atrevan” a expresar sus emociones. A expresar su odio a inmigrantes, a homosexuales, pobres (paradoja que da para otro texto), comunistas (o cualquiera que se le parezca), feministas y agnósticos. Todos sospechosos, todos potenciales amenazas, y por tanto, todos potenciales objetos de sacrificio

TAGS: #CandidaturasPresidenciales #DerechaChilena #JoseAntonioKast Pinochet

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