En psiquiatría, particularmente en la llamada psiquiatría sistémica (derivada de la teoría de sistemas), se utiliza el termino chivo expiatorio o chivo emisario para designar a aquel integrante del sistema familiar que motiva la consulta y cuya sintomatología no le pertenece en exclusiva sino que se manifiesta como resultado de una dinámica familiar disfuncional. Así, la patología del paciente es en parte generada por el mal funcionamiento del sistema y, a la vez, ayuda a mantener el precario equilibrio del mismo. Un hijo con mala conducta puede ser resultado de una crisis conyugal. Padre y madre ya no se soportan pero se las arreglan para seguir juntos “por el bien del niño”. Algo en casa no está bien, pero “no tiene que ver con sus dificultades conyugales” es culpa del mal comportamiento del hijo.
Después de la derrota electoral de 2010 (incluso antes) la Concertación es un sistema que hace agua. Sus integrantes difícilmente se ponen de acuerdo, no encuentran el rumbo, no logran dar con la cohesión ni el funcionamiento que otrora tuvieron. Surgen entonces, entre sus filas, voces que claman por un giro “hacia la izquierda”, “al progresismo”, ese que les habría sido negado por sus socios de la DC.
La ciudadanía nos ha castigado “por mantenernos en el centro” y la mejor muestra es que la DC ha disminuido su adhesión sistemáticamente, dicen. Conclusión: la DC no nos permite avanzar.
A mi juicio, lo anterior es un análisis inexacto e injusto con la DC, pues no explica el crecimiento de la UDI (que no es precisamente un partido de izquierda) y de paso aliviana algunas culpas y libra al resto de los partidos concertacionistas de la tan necesaria autocrítica.
La Concertación no convence en tanto Concertación. Lo que tiene es una disfunción sistémica que no se soluciona patologizando a uno de sus integrantes.
Comparto la visión de aquellos que proponen un nuevo referente de izquierda pero sin la DC. ¿Quién será el chivo expiatorio?
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