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Del Penal Cordillera y otras cuecas

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“Ayúdeme usted compadre a gritar un viva Chile”, dice la cueca. Y la verdad es que desde ayer, tras el cierre del Penal Cordillera, me iría a bailar una cuequita. Y no porque sea una razón para festejar, al contrario, el suicidio del ex jefe de la CNI, Odlanier Mena, que fue un gesto dramático de alguien que disparó su último tiro para decirnos en voz alta que no era un criminal como Contreras y que no sumaría su nombre al de aquellos que disfrutaron manchar sus manos con sangre. Es tan terrible, que ni se me ocurriría festejar. No es por esta razón. Sino porque para bailarse una cueca o gritar un viva Chile, se requiere ante todo sentirse parte de un colectivo que comparte ciertas visiones mínimas, en este caso, que quienes violaron los DD.HH. y que incluso hoy siguen riéndose, mofándose y negando lo que hicieron, no pueden gozar de privilegios carcelarios. Al menos en su grado máximo como hasta ayer.

Y es mínimo. Porque no significa una reparación para las víctimas directas e indirectas del terrorismo de Estado, ya que Punta Peuco sigue teniendo privilegios. Pero fue un momento en que otra vez se revive y redefine el acuerdo social respecto de quienes ejercieron la violencia política en contra de civiles, con el amén y aprobación de quienes manejaron el Estado, entre ellos el cobarde de Pinochet.

Tras la negación constante, por años y años, que los detenidos desaparecidos eran un invento, que las torturas eran mentiras, que los abusos y la maldad no eran de conocimiento de las autoridades, que todo era una mentira marxista, un Presidente de derecha hace salud con un compatriota con los ojos llenos de lágrimas. Le hace un salud y le reconoce las lágrimas y demuestra que ese chileno, con todo su dolor, vale. Que su historia vale.

Que al menos ese criminal de acercará en un mínimo paso a la normalidad que debiera experimentar un criminal, que dependerá de Gendarmería y ya no del Ejército, que ya no se sentirá como en casa y que ya no se le reconoce como un valiente soldado, sino como un criminal. Que lo que hizo en dictadura no lo redime, ni lo engrandece y menos lo salva.

Tras la negación constante, por años y años, que los detenidos desaparecidos eran un invento, que las torturas eran mentiras, que los abusos y la maldad no eran de conocimiento de las autoridades, que todo era una mentira marxista, un Presidente de derecha hace salud con un compatriota con los ojos llenos de lágrimas. Le hace un salud y le reconoce las lágrimas y demuestra que ese chileno, con todo su dolor, vale. Que su historia vale.

Y es mínimo. Claro que sí. Pero es una corrida de cerco que tiene mucho valor simbólico. Y vale un salú con un vaso de chicha y también un viva Chile con los colores azules, rojos y blancos. Un salú con los presentes, los ausentes y los por venir. Y la razón es bien simple: porque los derechos humanos son universales y porque vamos en camino a que rojos, azules y blancos no sólo los reconozcamos sino que también los respetemos y los cuidemos y esa es una muy buena noticia. Sobre todo por el camino en verdad, justicia y reparación que aún debemos seguir recorriendo.

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3 Comentarios

Alberto Guzman Meza

Es verdad, es verdad

    Andrea

    Muchas gracias por el voto de confianza.

Andrea

A modo de fe de erratas u observación post publicación: no estoy diciendo que el señor Mena fuese una blanca paloma sino que quiso decirnos eso al momento de dispararse en la sien. Sabemos bien que gracias a don Odlanier los cuerpos de los ejecutados son detenidos desaparecidos.