Cada vez que algo o alguien tiene algún problema de identidad, tiende naturalmente, a reafirmarse desde el nombre. En el mundo académico se da el caso de que la “ciencia política” se denomina así porque su estatus “científico” permanece todavía en tela de juicio. En la política, no me ha sorprendido que un grupo de parlamentarios de la Concertación más algunos “invitados”, hoy pretendan “crear” un “frente de izquierda”, agruparse, darse un cuerpo y hacer algunas declaraciones que sigan motejando el esfuerzo de tener una sola oposición y un solo proyecto para enfrentar a la derecha en las elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales.
El problema del nombre no es una cuestión menor, y tampoco un problema nuevo. Para algunos de los convocantes a esta cita, parece que el llamarse de izquierda es más importante que serlo, en los actos y en los hechos. El complejo “de izquierda” generalmente está presente en aquellos que “quieren” ser más de izquierda, se sienten más de izquierda, pero si es que eso lo materializan, pierden la serie de beneficios que el sistema les otorga siendo “menos de izquierda”. Pero si esto es obvio: el Presidente del Senado aceptó gustoso el apoyo que le entregara en su momento el centro político para ser, precisamente, Presidente de la Corporación, y le entregó, al mismo sector, todas las garantías exigidas en el contexto de la ocupación que hicieran un grupo de activistas de la sede del Senado en Santiago.
Ahora, lo que quiere llamarse “frente amplio de izquierda” de amplio tiene nada, y de izquierda, menos aún. Más bien, parece un festín de personalidades que pretenden hacer su negocio por separado. El senador Gómez ha manifestado su intención de competir en las primarias para elegir el candidato a Presidente; el diputado Díaz desea disputarle el cupo al senador Pizarro, y el senador Navarro intenta mantenerse como Senador, entre otros “nobles” intereses, en favor de la patria. Nada nuevo bajo el sol presenta una cita cuya naturaleza entraña el verdadero propósito.
La retórica supera la realidad de los hechos. A algunos les interesa el “cartel”, el “nombre”, el “reconocimiento” de su condición, antes que el propósito declarado de toda la oposición de desplazar a la derecha del poder. Por ahí he leído que existe un “vacío en la centroizquierda”, como si el liderazgo de la ex Presidenta Bachelet no existiera en la base social. He llegado al convencimiento de que a algunos –espero no sean muchos- les incomoda ese liderazgo, el único real, y les es inconveniente para sus intereses personales.
Finalmente, me parece que aquí se esconde un verdadero desencanto con las bases de un sistema democrático. No se aceptan las reglas cuando uno es minoría, y no se quiere entender que la mayoría debe cumplir el rol de conducción que la misma democracia le permite. Si de cambios estructurales se trata, y de avanzar en ideas de vanguardia en una sociedad que las demanda y requiere, el peor favor que se le puede hacer a la gente que espera y necesita esos cambios, es agruparse en una pequeña trinchera para salvar nuestra “conciencia” de izquierda y reafirmar una élite que sabe, como lo sabemos todos, que las posibilidades de implementar una política que implique una serie de reformas por la igualdad social, pasa necesariamente por un entendimiento entre el centro y la izquierda. Ni la ausencia del PC, ni la evidencia histórica de un tercio que por sí solo es incapaz de implementar los cambios que el país requiere, han hecho mermar las ansias de poder y las floridas agendas personales.
Con todo, el “infantilismo de la izquierda” tiene plena vigencia.
—-
Foto: Okko Pyykkö / Licencia CC
Comentarios