una sociedad y una ciudadanía que no reconoce su heterogeneidad y su riqueza cultural, no se hace cargo de las externalidades que la vida moderna gesta en quienes circundan el espacio público, y ello no permite generar la tolerancia que toda vida en democracia debe tener para la salud de su pueblo.
Derechos y desigualdades son las aristas que antagónicamente inician y terminan por articular la realidad que habitamos hoy por hoy -siglo XXI- los y las chilenas. Son, también, materia de profunda discusión y crítica de amplios sectores sociales y políticos en la bullada agenda país en la que transita el devenir de los últimos años. No obstante, cuales espectadores que permiten que el montaje, rodaje, edición y muestra de la película pase ante sus ojos, no hemos podido defender con verdad y justicia los ánimos de querer modificar este diagnóstico, tan compartido por una mayoría que clama y exige reivindicar sus derechos.
Desde nuestra trinchera decimos que ambos pilares (derechos-desigualdades) deben ser materia de grandes cambios, y el ámbito público es el mejor espacio en donde es posible confluir para acercar las diferencias que nos definen per sé y, al mismo tiempo, enriquecer la cultura desde la heterogeneidad que representamos. Junto con ello, y abordando la educación como uno de los derechos fundamentales, es la escuela el espejo y el fiel reflejo de la sociedad que construimos, por tanto, es nuestra obligación intervenir en ese primigenio escenario en donde naturalmente nos encontramos.
Ahora bien, tendremos ópticas muy divergentes respecto de cómo diagnosticamos la realidad, y ello es respetable, pero que a lo largo de los últimos 30 años la derecha chilena y gran parte de los sectores más conservadores del país, hagan carne las demandas de justicia social y avances en disminuir la desigualdad y alcanzar equidad, es la falacia y el engaño más grande que podemos presenciar en la política nacional, y esto lo refrendan declaraciones como las que enarbolan sectores ligados al negocio en el que ha mutado nuestra educación o en el mismísimo ámbito político con declaraciones al estilo Ignacio Walker o Evelyn Matthei, en las que deliberadamente se esconden de forma subcutánea, la protección de intereses personales y el miedo de avanzar en una sociedad para la igualdad.
No es posible que los sectores conservadores, que detentan un poder de representación de las masas populares y la ciudadanía que ha depositado la confianza en ellos, no se fíen de sus coterráneos y correligionarios. Es inadmisible que el egoísmo y la individualidad forzada no nos permitan mirar a los ojos a quienes son distintos y no podamos tender una mano para abrazar un compartir, un trabajo comunitario, una colaboración y una solidaridad con la que aprendemos, maduramos y nos desarrollamos desde las diferencias. En ningún caso resulta lógico agruparse sólo y exclusivamente con los y las que piensan, comen, visten y se expresan como yo, ya que una sociedad y una ciudadanía que no reconoce su heterogeneidad y su riqueza cultural, no se hace cargo de las externalidades que la vida moderna gesta en quienes circundan el espacio público, y ello no permite generar la tolerancia que toda vida en democracia debe tener para la salud de su pueblo.
En definitiva, me niego y me opongo a que se siga tapando el sol con un dedo y se mantenga la particularidad y segregación de esta sociedad de cien “Chiles” distintos, agrupados en múltiples guetos sociales, educacionales, de salud o transporte, que nos impide avanzar en los anhelos de progreso y desarrollo que declaramos. Por el contrario, mi llamado es a ver cómo poder recuperar el respeto, la tolerancia y solidaridad que entre todas y todos hemos perdido y olvidado al mirarnos tanto el ombligo, pero con verdad, con sinceridad, sin esconder intereses personales ni miedos que infundan el statu quo y el conservadurismo nacional. La tarea exige madurez, altura de mira y compromiso patrio, compañeras y compañeros, representantes, trabajadores y ciudadanos todos. Fórmulas y propuestas pueden haber muchas y muy diversas. ¿Nos lograremos escuchar? ¿Estamos a la altura de un desafío de tal magnitud? Espero, por el bien de todos, que no repitamos el ciclo histórico y no nos volvamos a equivocar.
Comentarios
05 de diciembre
Estimado andres
Comparto plenamente lo que tu mencionas respecto de nuestra sociedad y lo indefenso que estamos frente a este individualista sistema capitalismo, pero creo que la revolución y el cambio debe venir de parte de los ciudadanos y trabajadores, se necesita mucha educación cívica y educación de valores, de esta forma podremos hacer entender y saber a los ciudadanos de este país y del mundo, que se puede llegar a formar una sociedad mejor y más humana.
Saludos.
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