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Damnificados del Puerto: La lucha recién comienza

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A dos semanas de  la tragedia, ya los miles de damnificados de Valparaíso sienten el rigor del modelito neoliberal implantado en Dictadura y sostenido por la Concertación. La tibieza y el cariño de la juventud que abrigó a los pobladores desde las primeras horas, están cada día siendo desplazados por los valores mercantilistas del sistema dominante y por la descarnada presencia del individualismo e inhumanidad de la autoridad.

Un Alcalde (Castro), responsable y supuesto protector de la comunidad, hiere lo substancial de los valores humanitarios con actitudes que quizás aprendió de los esbirros y torturadores financiados por distinguidos personeros de su partido (UDI) durante la Dictadura.

El Gobierno comienza a utilizar la tragedia como una forma de desarrollo del capitalismo mediante la canalización de subsidios (gift cards) por entidades de lucro, y ya se avizoran acuerdos comerciales para la reconstrucción y remoción de escombros, con empresas que solo ven en el desastre y sus víctimas una buena oportunidad de mercado.

Quizás es por ello que se ha tratado de evitar que la solidaridad esté presente en tareas que, de acuerdo al modelo neoliberal, deberían ser entregadas al mercado. Uno se pregunta si esa es la lógica detrás del continuo acoso de la autoridad a los voluntarios y de la increíble represión policial con guanacos y lumas el día de ayer.

Ante una sociedad dominada por las fuerzas del gran capital y un gobierno comprometido con la mantención del modelo neoliberal, nada puede ser sorpresa y ello ya lo están dolorosamente percibiendo los miles de pobladores que, cada día confirman su extrema indefensión y vulnerabilidad ante ello.

Afortunadamente, la entereza ya legendaria de los porteños, unidos a una juventud ya veterana en su lucha contra el sistema, los conminan a cavar trincheras de resistencia y se comienzan a erigir embriones de organización popular autónoma en los cerros afectados. En ellos, la solidaridad y apoyo mutuo se sienten como la única forma de lograr avances en la reconstrucción y la lucha por las justas compensaciones que este pueblo merece, tras ser víctima de la negligencia institucionalizada en los organismos de gobierno local, regional y nacional.

Los pobladores se dan cuenta que lo único que tienen son sus vecinos y los voluntarios. Se comienza a apreciar el valor del trabajo conjunto, de la necesidad de compartir herramientas y recursos escasos, de enfrentarse como bloque y no individualmente con la burocracia y los poderes políticos, de la necesidad de luchar por sus derechos, y no simplemente esperar el cumplimiento de promesas de parte de una institucionalidad que tiene una agenda entregada al modelo de mercado, en el que el crudo e impersonal dinero tiene la palabra.

La entereza ya legendaria de los porteños, unidos a una juventud ya veterana en su lucha contra el sistema, los conminan a cavar trincheras de resistencia y se comienzan a erigir embriones de organización popular autónoma en los cerros afectados.

Nuevamente en la historia de Chile, Valparaíso se levanta como un nuevo campo de batalla entre los dueños de este país y sus lacayos, contra un pueblo desarmado y sin recursos que solo tiene su propia organización y la conciencia común que no tienen nada que perder. Y esto es amargamente una verdad: nada que perder.

Ahora es la hora de la solidaridad con los desposeídos y los que no tienen nada. La solidaridad expresada en recursos a los damnificados de Valparaíso no debe cesar, pero la solidaridad política es un deber para todo aquel o aquella contrarios a un modelo anti-humano y depredador.

Es la hora urgente de la unidad de los anticapitalistas para apoyar como un solo frente las demandas legítimas de los pobladores del Puerto por una compensación del Estado y por una reconstrucción justa, en la que primen principios solidarios y humanitarios sobre intereses comerciales y de mercado.

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Foto: MagneticArts / Licencia CC

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