En el debate por la reforma educacional y la calidad de la democracia, percibimos diferencias notables en la percepción de los grandes temas, según la comprensión de los jóvenes y movimientos ciudadanos, respecto del gobierno y los partidos políticos. El gobierno y los partidos oficialistas son los que acusan el mayor impacto frente a los planteamientos de los jóvenes, pero también los partidos políticos de oposición manifiestan cierto grado de incomprensión.
Se reconocen diversas culturas políticas e ideológicas, pero también vivenciales, en los partidos políticos y en el gobierno.
El gobierno no proviene, mayoritariamente, de una cultura democrática. Ya sabemos que el último gobierno democrático de derecha fue hace más de cincuenta años y que la primera praxis política de varios de los actuales dirigentes se hace en dictadura. Son casi todos ellos herederos de un modelo autoritario que muchos todavía defienden, arguyendo supuestos éxitos y separándolos de la violencia del régimen y de la violación de los derechos humanos.
Mucho de los connotados miembros de gobierno, fueron premiados y estimulados por la dictadura. ¿Por qué recordar esto ahora? Porque parte el gobierno y sus ministros más importantes no tienen la sensibilidad democrática necesaria, porque no provienen de una cultura de compromiso democrático. De allí que las pretendidas soluciones a los planteamientos de los jóvenes y sus formas de diálogos partan de una lógica autoritaria, que hace parte del ser político del conglomerado de derecha.
Las propuestas más auténticamente democráticas son de muy difícil comprensión para las autoridades de gobierno y sus partidos políticos. Los temas valóricos que implican el desarrollo hacia una democracia plena en muchos casos no son percibidos. Se aferran de esta manera también a una superada Constitución, pero que en su espíritu los representa.
La Concertación hace esfuerzos por cohesionarse de manera diferente y generar respuestas a las demandas de la sociedad civil y a las nuevas formas de entender lo político y la política. Pero prima en sus dirigentes la mentalidad de la recuperación de la democracia, que fue la gran tarea de sus veinte años de gestión. No es que no se avanzara en la calidad de la democracia, pero las desigualdades de la sociedad nos muestran todavía una democracia de muy bajo perfil, sobre todo en los temas que tienen que ver con derechos sociales insatisfechos y con abismales diferencias en las oportunidades reales.
El desafío para la Concertación no es sólo generar un proyecto de gobierno y buscar la forma de unir la diversidad de sus actores. Se trata de definiciones y reformulaciones que también alcanzan a la izquierda no concertacionista, en cuanto a redefiniciones en los nuevos contextos.
Hay que asumir que estamos todavía en medio de los efectos de una crisis de los paradigmas políticos, sociales y económicos, que representó la desintegración del modelo soviético y que se expresa simbólicamente a través de la caída del Muro de Berlín. Esta situación genera grandes incógnitas. ¿De qué forma se puede ser socialista, en el mundo actual? (pregunta se ha intentado responder desde diferente ópticas). ¿Qué significa hoy, ser partido de centro, cuando los escenarios creados por la Guerra Fría ya no existen y los referentes y modelos internacionales están en crisis?
Centro político: ¿para qué modelo de democracia?; ¿cómo ser alternativa desde el centro, frente al modelo capitalista vigente, cuando no hay ninguna respuesta en este momento generada como absoluto antagonismo a lo existente? Sin duda estamos en un momento histórico muy especial que puede marcar en este tiempo la marcha de la historia.
Este momento especial es un desafío a la necesidad de encontrar los caminos para las propuestas de la diversidad valórica, política y cultural. De todo aquello que nos hace diferentes pero iguales como seres humanos. Este camino debe constituirse en una propuesta política para avanzar hacia otra democracia. Hacia una nueva democracia.
Lo que entendimos como democracia a partir de clásicos supuestos liberales (valiosos en su momento), hoy carece del significado necesario para fundamentar un modelo democrático. Hay otras formas de entender la igualdad; otras formas de entender la libertad y por lo tanto hay otras formas de percibir lo humano fundamental que hace apenas cincuenta años no eran ni siquiera comprendidas.
Hay una diferencia que es necesario asumir para generar los encuentros que permitan avanzar en el desafío permanente de la historia por perfeccionar la democracia, que nunca será perfecta porque siempre estará sometida a los propios descubrimientos y a los propios procesos de cambio de la humanidad. Lo central es cómo construir democracia desde la diversidad de las ideas de los que postulan un nuevo proyecto y no desde la hegemonía de los más fuertes o de los que apelan a la fuerza.
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Foto: Víctor Cristóbal / Licencia CC
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