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¿Cuando ‘nos venden la pescada’, quién paga? Mírese al espejo

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Estando a punto de finalizar el 2016 y comenzar un nuevo año cargado de actividad política, nos enfrentamos a un momento en que sacar lecciones se hace fundamental. Viendo nuestro alrededor podemos dimensionar el costo de lo que significa dejarse llevar con consignas trasnochadas que unos pocos consideraban adecuadas, barriendo con los pilares más esenciales de una democracia para instalar regímenes solo asimilables a dictaduras como el caso de Venezuela. Sin embargo, a pesar del fracaso probado de estos modelos, en nuestro país abundan las voces que dicen debemos seguir ese camino y se basan en una serie de postulados que suenan muy atractivos, pasarle la retroexcavadora a todo lo construido y barrer con el sistema. Ante el convencimiento de estos personeros, muchos no son capaces de hacer frente a tan débiles consignas, pero la verdad es que estas se caen tan fácil como un castillo de arena.

Cuando las ideas son malas, queda demostrado cuando son llevadas a la práctica. Justamente ese es el caso del proteccionismo económico de la izquierda, pregonando de aquello como si fuese la panacea y serán justamente las barreras y limitaciones elementos que corregirán las fallas del mercado. Por desgracia (Pues la Reforma Tributaria es un ejemplo) esto solamente ayuda a enriquecer a quienes más tienen, pero también contribuye a la existencia de menos competidores en el mercado y por ende tenemos menor libertad económica ¿Quiénes pagan el costo? Mírese al espejo y tendrá la respuesta.

Otra de las mentiras que más auspicios le ha dado a estos grupos es el quitarle a quienes más tienen para entregárselo a los más pobres. Franco Parisi y Marco Enríquez-Ominami son buenos ejemplos de esto, pues postulan que con las fortunas de las familias más ricas del país se solucionan todos los males del país. Como en este mundo la realidad es lo que manda, los datos son clarísimos en decirnos lo contrario. El patrimonio de las 11 familias más ricas de Chile asciende a los 31.000 USD millones, entre ellas Luksic, Piñera, Matte, Angelini, Solari, entre otras. El estado, anualmente gasta poco más de 60.000 USD millones, es decir, podríamos quitarle todo lo que tienen a las 11 familias más poderosas del país y nos alcanzaría para financiar 6 meses de gasto estatal. Solo a modo de recordatorio, recuerde que si ellos se hunden, 17 millones nos hundimos también.

Nos dimos cuenta que estas personas no tienen ningún problema en «embaucar» masas, pero además, pienso, no tienen remordimiento en jugar con las aspiraciones de superación que tienen los miembros menos afortunados de nuestra sociedad. Gracias a la notable desprolijidad de estos Gobiernos, los países experimentan peligrosos desequilibrios macroeconómicos, ante lo cual toman medidas populistas como la entrada de más circulante y la fijación de precios ¿Le suena conocido? El resultado se da por deducción: Inflación galopante. Quienes son más pobres sufren las consecuencias de perder peligrosamente su poder adquisitivo y además, llegar a una situación de no poder cubrir necesidades básicas.

El estado, anualmente gasta poco más de 60.000 USD millones, es decir, podríamos quitarle todo lo que tienen a las 11 familias más poderosas del país y nos alcanzaría para financiar 6 meses de gasto estatal.

En este punto alguien podría alegar, diciendo que en países con economías de libre mercado o con menor regulación e intervención estatal también hay pobreza. Nadie niega aquello, aunque incluso en esto hay notables diferencias que marcan el no poder acceder a un cierto nivel de vida o estar viviendo en la miseria más absoluta. Los datos son duros, en los países con menor libertad económica, el ingreso per cápita anual de los más pobres es de 1.200 USD en promedio, una cifra bastante inferior a los 11.000 USD de quienes viven bajo la línea de la pobreza en los países con mayor libertad económica. Claramente ser pobre en un país u otro no es lo mismo.

Con tan solo tres o cuatro puntos, somos capaces de derribar lo que muchos consideran la panacea de la izquierda, una receta mágica para cambiar las cosas y así devolver el poder al pueblo. Se avecina un año complejo, en el cual debemos hacer frente a esto y hacerle ver a los demás que estos personajes no tienen escrúpulos al mentir, pues ya quedó probado el fracaso del modelo llevado adelante por los “Socialistas del siglo XXI”. Independiente del fracaso anunciado, a estos líderes les es indiferente, pues el sueldo lo seguirán recibiendo todos los meses ¿A expensas de quién? Nuevamente mírese al espejo.

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1 Comentario

Daniel Tilleria Perez

Daniel Tilleria Perez

¿Y quién nos regalaría salmón?, ¿Piñera? La derecha chilena, históricamente, ha esquilmado al pueblo, a sus trabajadores, patronales que han fomentado el trabajo «en negro», para obtener mejores ganancias, ¡Chile es el país líder del sub-empleo! Y le recuerdo que este modelo de hambre y desprotección social es el legado de la dictadura pinochetista, que privatizó, impuso el libre mercado y quebró la industria nacional, que se abrió a los empresarios y ellos imponen las reglas del juego. ¿A UD. le parece que, aún hoy, 2017, tengamos personas que embolsan productos en supermercados por una propina? ¡Esa es una herencia del pinochetismo! El trabajo genuino no es por monedas ni por una propina, ¡se trabaja por un sueldo, por condiciones laborales dignas y protección social! Este modelo, donde «nos venden la pescá» (corrección mía), no son ni más ni menos que las mismas políticas neoliberales del dictador, que los gobiernos democráticos, Socialistas del Siglo XXI, se han negado a revisar, primero porque la derecha en Chile sigue siendo poderosa y, luego, porque esto ha permitido que nuevas generaciones de dirigentes, muchos de ellos totalmente descomprometidos y con ideologías acomodaticias, también se vean cooptados por la avaricia, la usura, el robo de guante blanco, la especulación. Chile es el país más desigual de la región y nadie, ningún político, ningún empresario quiere que la tortilla se dé vuelta, no les conviene cambiar este pinochetismo converso. Nos venden la pescá.