Suma y sigue. Llevamos ya 33 fallecidos desde octubre pasado (los dos últimos, jóvenes fallecidos debido a la acción de Carabineros, nuevamente). A lo que hay que sumar unas 5.558 personas que han denunciado violaciones a sus derechos según la Fiscalía Nacional. Y, claro está, no podemos dejar en el olvido los más de 400 jóvenes que han perdido uno o dos de sus ojos, en un estilo de represión inmisericorde y cruel, completamente indigno de una policía que dice actuar en el marco de un orden “democrático”. Podemos imaginar que este balance será peor aún después de las aprobaciones de una legislación represiva en el Congreso. Estamos al parecer en medio ya de un estado de excepción, convertido en algo permanente. ¿Por qué los media “nacionales” no se toman el tiempo de comparar el trato que reciben los “chalecos amarillos” en Francia; o los que protestan en Hong Kong de parte de sus policías? Y ahí, las protestan llevan bastante más de tres o cuatro meses.
Partimos por estas consideraciones en un mínimo gesto de solidaridad, algo que no tienen ni las autoridades actuales ni tampoco muchos miembros de la susodicha “oposición”. Uno puede hacerse una pregunta al respecto: cómo reprimiría Carabineros si, a la inversa, los que reclamasen y protestasen fuesen personas, jóvenes, pertenecientes al grupo ABC 1, es decir, los hijos y adalides de los más poderosos y ricos del país? Pueden caber dudas que el trato sería muy distinto? La mayoría de seguro diría: claro, el trato de parte de las fuerzas policiales sería distinto.
¿Y qué evidencia una respuesta como esa estimados lectores?
Si antes teníamos un Estado de feble derecho, y uno inexistente desde el punto de los derechos sociales, ahora, al parecer, estamos entrando lisa y llanamente a un estado de excepción no confesado como tal. Para eso se han ido aprobando –con la lamentable complicidad de sectores “opositores”- una serie de medidas que acentúan el tratamiento represivo para las manifestaciones sociales que se vienen dando. Es decir, no se afrontan los conflictos preservando y ampliando el ejercicio democrático del nosotros, el pueblo, sino al contrario, poniéndole trabas y recurriendo a medios no- democráticos. Se enfrenta la protesta y el reclamo; las manifestaciones pacíficas, militarizando el espacio público, haciendo persecuciones selectivas a líderes sociales que traen muy nefastos recuerdos, controlando hasta las mismas redes sociales y la televisión. Cosas muy similares realizaba el régimen del señor general en el pasado cercano.
La elite política y de poder, encerrada en sí misma y desoyendo su cualidad fundamental de ser representantes delegados y temporales de un poder popular soberano, prefieren mirar para otro lado y enfatizar sus intereses egoístas y corporativos, sea nacionales o transnacionales (no podemos olvidar que nuestra economía esta transnacionalizada y que buena parte de los recursos del país está hoy en manos extranjeras), acompañado de la demonización, la estigmatización, la condena supuestamente moralizante de todos aquellos que se muestran disconformes y contrarios al orden neoliberal actual apelando al manido discurso de la “violencia¨. Es una elite, además, lamentablemente neocolonial (veamos si no su implicancia con el Sr. Trump y el Grupo de Lima).
Es decir, pretenden que este orden neoliberal es algo para la eternidad (que no puede tener alternativas) y que cuenta ( sus instituciones ad hoc) con toda la legitimidad popular para seguir funcionando incluso, contra la experiencia y voz de las mayorías. Porque, lo sabemos, según los neoliberales, la voz del pueblo no es la voz de Dios, sino una voz equivocada e irracional guiada siempre por “oscuras” intenciones, manipuladas por una voz del “mal” que hay que controlar. Y cuando sea necesario, reprimir pues, sin consideraciones y sin respetar los protocolos internacionales de derechos humanos.
Singular manera de entender su democracia es esta, ¿no le parece?. Veamos algunos números de esa supuesta legitimidad: según la última CEP, Piñera no pasa del 10% de aprobación.
El gobierno mismo es reprobado con más de 70% sostenido en todos estos meses. Los señores parlamentarios obtienen un muy magro 3% de confianza ciudadana.
La elite política y de poder, encerrada en sí misma y desoyendo su cualidad fundamental de ser representantes delegados y temporales de un poder popular soberano, prefieren mirar para otro lado
La desconfianza en el Congreso tiene un 97%. Qué le parecen estos números lector/lectora? ¿Les importa la “voz del pueblo” a los actuales mandantes? ¿Su situación real? Muy poco, ¿no es verdad?
Las instituciones del escenario neoliberal se muestran incapaces de atender y procesar las demandas sociales y políticas, las cuales se orientan hacia un republicanismo democrático y social. Por eso se vuelve urgente su transformación radical, entre otras cosas, mediante la redacción soberana de una nueva Constitución. Frente a la situación actual en el país, las elites de poder –además de la represión- se encierran en sus propios “acuerdos” , se escudan en sus instituciones a mal traer (corrompidas) y no les interesa escuchar y actuar conforme a los designios de la voz de una sociedad que clama por igualdad, justicia, participación decisoria, reconocimiento, soberanía real.
De nuevo, pero entonces ¿cómo puede hablarse de que hay que cuidar “la democracia”? Lo que tenemos en verdad es una seudodemocracia seudorepresentativa. Una pseudo-democracia que les garantiza a ellos, la minoría, el poder que han ido acumulando desde la época de A. Pinochet.
Ahí están : tanto la desigualdad estructural en el país (de acceso al poder, el tener, el saber y el comunicar) , como el claro divorcio entre los propósitos de la elite política y de poder y las necesidades del pueblo ciudadano.
Un dato esclarecedor al respecto es el que aporta Latinobarómetro (2019) a la consulta : para quién cree usted que se gobierna? En el caso de Chile, el 74% afirma que se gobierna para unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio. Y el promedio latinoamericano es aún peor: el 79% de los consultados afirma que se gobierna en función de unos cuantos grupos poderosos. Entonces ¿de qué “democracia” estamos hablando en realidad? Como bien dice G. Vattimo en uno de sus últimos trabajos “todo el sistema de democracia modelo , como la norteamericana, es un testimonio estrepitoso de la traición de los ideales democráticos a favor de la pura y simple plutocracia” (Ecce Comu).
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Juan Pedro
Si bien hay varias cosas rescatables en tu escrito, sólo puedo decirte que, si los que protestaran fueran jóvenes ABC1, siguiendo tus propias palabras, estoy seguro que no habría destrucción de bienes públicos ni privados, ni pillaje, ni calles cortadas con escombros o neumáticos encendidos.
Eso no más.