Esta semana, un grupo de jóvenes comenzamos una campaña en las redes sociales llamada
#creoenlapolitica. Más allá de las preferencias políticas personales de cada uno, su objetivo es interpelar transversalmente a los jóvenes de nuestro país sobre nuestra responsabilidad en el presente y futuro político del país.
La construcción de un país más justo y equitativo depende exclusivamente de nosotros. Y para lograrlo, debemos generar nuevos espacios institucionales, vitalizando también las virtudes de los que ya existen, como motor de fuerza democrática.
Para esto hicimos un diagnóstico: los espacios políticos tradicionales, y sus interlocutores, cada día están más deslegitimados por la ciudadanía. Esto ciertamente no es por casualidad. En la percepción ciudadana, los espacios tradicionales están dejando de ser plataformas de denuncia a las injusticias sociales. Menos aún, de construcción social. Se reconocen como espacios donde los sueños por la construcción de una sociedad más equitativa y justa han sido corrompidos por los diversos intereses económicos y de mero poder.
Como señalé, no es un juicio gratuito ni arbitrario. Lamentablemente lo viciado por algunos codiciosos ha opacado el esfuerzo de lo construido por otros dignos y correctos. El debate sobre las necesidades del país ha sido insoportablemente censurado por intereses económicos y corporativos. Con justa causa vivimos hoy esta creciente deslegitimidad de la clase política. La política es un espacio de confianzas que se debe construir y cuidar cada día. Y en esto como sociedad hemos fallado.
En segundo lugar, tenemos que ser sinceros. No podemos continuar tratando de tapar el sol con un dedo. En vez de aquello, ¡es hora de ser enfáticos para buscar soluciones y transformaciones al modelo!
Esto, porque sabemos que son los espacios políticos democráticos los únicos que permiten luchar contra las desigualdades sociales. Son los únicos espacios donde quienes no son escuchados pueden hacer escuchar su voz. Son los únicos espacios donde la unión de los que no tienen poder puede contrarrestar a los poderosos. Son los únicos espacios en que el querer individual puede convertirse en fuerza colectiva. En definitiva, son los únicos espacios que por antonomasia construyen y aseguran dignidad humana.
Por eso no podemos permitir que queden a la deriva. Es fácil criticar desde el sillón, pero los cambios reales requieren una vida de acción.
Por último, reconocemos que creer en la política no es suficiente. Es importante distinguir qué tipo de política queremos construir, y entre quienes hacerlo. Es hora de hacer política realmente democrática: transparente y de cara a la ciudadanía. Es hora de que quienes viven cómodos en sus privilegios asuman su responsabilidad con el destino de los más necesitados.
Necesitamos construir un sueño país, que tenga como norte la dignidad humana, la solidaridad y el bien común. Necesitamos construir una fuerza política que crea en el trabajo comunitario, integrando a todos los actores sociales de nuestro país. Necesitamos construir una fuerza política que sea la voz de quienes más lo necesitan. Necesitamos que quienes construyan nuestro país tengan una ética intachable. Necesitamos hoy servir de ejemplo a la ciudadanía, y, sobre todo, a las futuras generaciones.
Tenemos una gran tarea por delante que debemos asumir con urgencia, pues el individualismo es un gran enemigo de la justicia y la equidad. Sólo a través de lo comunitario las ideas se convierten en acciones concretas. Por esto, interpelamos a los jóvenes: ¡
#creoenlapolitica!
* Juan Cristóbal Palma fue presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Alberto Hurtado. @juanpalma en Twitter.
Comentarios
22 de julio
De acuerdo, es necesario un cambio en los políticos, pero, donde esta la responsabilidad de todos aquellos que no solo critican, si no que además exigen, sin embargo son capaces de poner un papel en la urna. Los cambios comienzan cuando las personas se dan cuenta de sus errores. El derecho a voz y a voto es también una obligación.
La desidia de la gente es el peor enemigo de la creación de una comunidad.
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