Hace un tiempo atrás en un episodio de Tolerancia Cero , Marcel Claude tuvo una discusión con Cristián Bofill acerca del deber democrático de los medios de comunicación para con todos los candidatos presidenciales y que fue zanjada por parte del Sr. Bofill con la siguiente frase: «Básicamente la tercera división en ningún país es cubierta como la primera división; cuando seas de primera, tendrás cobertura de primera».
Esa frase ha estado golpeando mi cabeza por semanas y he dedicado algunos minutos a intentar buscar alguna respuesta para definir cuándo eres de primera división y cuándo de tercera.
¿Qué es ser «primera división» en la política? La primera respuesta que uno podría pensar sería el estar presente en los partidos tradicionales que han conformado la política en la historia de Chile, pero eso no sería tan correcto, ya que, supuestamente, lo que hace que un partido tenga representación de peso es que la ciudadanía simpatice con los principios que dicho partido quiere representar, si eso es así, estará presente en las opciones de voto, de tal manera que podría llegar a representar un porcentaje importante de la población total.
Entonces vendría la segunda pregunta: ¿Cómo hace un partido para que sus ideas sean expuestas al público y saber realmente si éste simpatiza con lo que se propone, para así convertirse en «primera división»? Hace unos años atrás, la única manera de acercarse a la ciudadanía era a través de la propaganda electoral, los medios de prensa, la televisión y las salidas a terreno. Como todo va cambiando, actualmente debemos agregar internet como una importante herramienta para llegar a un público no menor, pero muy particular, aunque claramente aún son los medios tradicionales los que tienen mayor impacto, ya que al ver la ciudad empapelada por uno u otro candidato, hace que ese candidato(a) esté presente incluso en el inconsciente de la ciudadanía, al igual que las franjas por radio y televisión, como también los periódicos que hacen cobertura y entrevistas o la misma propaganda que se paga para ir al medio impreso. Eso implica que el partido que quiera ser tomado en serio, debe tener una buena cantidad de dinero en sus arcas.
Tanto es así, que el 10 de mayo de este año apareció en El Mercurio un artículo en donde se dice que el monto que se gastará para las propagandas electorales presidenciales tendría un tope cercano a los 9 mil millones de pesos.
Lo que me lleva a otra pregunta: ¿Cómo obtengo el dinero necesario para exponer mis ideas al pública de tal manera que simpaticen conmigo y sea considerado de «primera división» en la política?
Lo que se hace en esta etapa es buscar donaciones en el mundo empresarial, que son los que darán la mayor cantidad de dinero que el público en general, y aquí empieza la parte oscura de este cuento democrático y de «primera división». Ya que actualmente en Chile, los partidos obtienen donaciones de diferentes círculos que permanecen en secreto para la ciudadanía y por lo tanto no podemos llegar a saber cómo actuarán ante determinados casos.
Les pongo un ejemplo actual: La diputada independiente Marta Isasi está siendo cuestionada por haber recibido 25 millones de pesos en una primera parte para financiar su campaña en el año 2009 de parte de Corpesca y otros 25 millones más, justo antes de llevarse a cabo la cuestionada Ley de Pesca promovida por el ahora candidato Pablo Longueira. Lo que ha llegado incluso a la renuncia del Gerente General de dicha empresa.
¿Cuántos honorables son financiados por las farmacéuticas? ¿Bancos? ¿Universidades? ¿Tabaqueras? ¿AFPs? ¿Isapres? ¿Retails? y así podemos seguir preguntando hasta el cansancio.
¿Qué pasó exactamente? Las empresas financian la campaña de los candidatos, pero obviamente con algunas condiciones previas, no se morderá la mano del que te alimenta y se promoverá cualquier ley que beneficie a esa misma mano.
Si todos los candidatos de los partidos tradicionales, o mejor dicho, de «primera división» han sido financiados bajo la misma regla, nos encontramos que la clase política de Chile se encuentra bajo las órdenes de diferentes empresas poderosas que tendrán beneficios en el momento de promulgar leyes, o sea, en español más claro, las empresas gobiernan el país.
Eso es conocido bajo el nombre de «corporocracia» o «corporatocracia», pero desde una manera más sutil que las privatizaciones, que son tan cuestionadas hoy en día, sino a través de un personaje que pareciera desligado de cualquier cargo o conflicto de interés con dichas empresas y que en el momento de discutir leyes conflictivas, pareciera que su voto a favor de esa ley fuese justamente porque cree firmemente que sería lo mejor para el país y los ideales que supuestamente representa en el momento en que vendió su imagen para pasar a la famosa «primera división».
¿Cuántos honorables son financiados por las farmacéuticas? ¿Bancos? ¿Universidades? ¿Tabaqueras? ¿AFPs? ¿Isapres? ¿Retails? y así podemos seguir preguntando hasta el cansancio. ¿Es realmente el verdadero costo para llegar a ser un político de «primera división»?
Tal vez la única respuesta cierta que podremos tener será cuando, algún día, se transparente el lobby y el financiamiento de campañas. Una de esas leyes lleva más de diez años atrapada en el Congreso, y la razón por la que no se llega a discutir es justamente por el lobby.
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