De eso se trata la democracia y en esto se debe fundar la base de nuestra institucionalidad. La derecha nada gana con sembrar el terror. La asamblea no nos llevará al caos. Y, en el peor de los casos (para derechistas y para la democracia), si se llamara por la izquierda a una asamblea de izquierda que cree una Constitución de izquierda, se caería en lo mismo que cayó Pinochet y su Constitución, pero para el otro lado. Y eso, nadie lo quiere.
La derecha ha puesto el grito en el cielo ante la posibilidad de una asamblea constituyente. Hermógenes Pérez de Arce amenaza con una posible intervención militar ante el eventual cambio de Constitución. La diputada Cristi dice que la propuesta viene de unos “desquiciados que quieren destruir la paz social”. El candidato presidencial de la UDI, Pablo Longueira, no ve razones para convocar a una asamblea, además, agrega que solo genera incertidumbre, inestabilidades y dudas para aquellos que tengan que invertir; según él, es un atentado “contra el ahorro del país”. Para Longueira una asamblea constituyente sería seguir el camino de la Venezuela de Chávez. ¿Es la Constitución que tenemos realmente mejor a la venezolana?
Hugo Chávez llamó a un referéndum para decidir la realización de una asamblea y recibió un 80% de apoyo por parte de los votantes. Luego, convocó a la elección de los miembros de la asamblea, en donde, se incluía dentro de los candidatos un gran número de opositores. Los chavistas obtuvieron la victoria con más del 90% de los miembros. Finalmente, se convocó a un referéndum para la aprobación de la nueva Constitución, la que, obtuvo más del 70% de apoyo.
Augusto Pinochet, en los comienzos de la dictadura (o dictablanda), señaló que se respetaría la CPE de 1925 “en la medida de lo posible”. Luego, convocó a la Comisión Ortúzar para trabajar en una nueva Constitución. Una vez finalizado el trabajo, se llamó a un plebiscito para la aprobación de la nueva carta fundamental. Para Jaime Guzmán, la convocatoria al referéndum se realizaba por “razones de prudencia y no jurídicas”, ya que, en ellos residía el Poder Constituyente y la Constitución era desde ya “legítima”.
Ganó el “Sí” con un 67.04% y todo fue muy sospechoso. Eran tantos votantes que se supondría habría votado el 93.8% de los electores habilitados, lo que, no ha ocurrido nunca en ninguna elección. No había padrón electoral, se votaba solo con el carnet de identidad y no había registro electoral. En resumen: una dictadura de derecha llamó a personas de derecha para formar una comisión que trabajara en una Constitución para la derecha. Con el tiempo se fue esclareciendo el problema: la CPE del 80 da poder de veto a la derecha y cuenta con una serie de trampas para favorecerla. Mucho se ha comentado al respecto, y sabemos que se recurrió a diversas artimañas para maniatar a la democracia (Binominal, quórum supra-legales, Tribunal Constitucional, presidencialismo reforzado, etc.).
Hoy la derecha, apelando al “orden”, levanta la voz en contra de una reforma que nos llevaría al caos, a la anarquía, a las penas del infierno. En realidad, no entiendo por qué. Supongamos que Chávez “convocó” a chavistas para que hicieran una Constitución que favoreciera al “dictador” y a la izquierda. Está bien, nadie querría aquello… Pero, ¿es que a la derecha no le parece familiar? Pinochet convocó a pinochetistas para que hicieran una Constitución que favoreciera al dictador y a la derecha. Entonces, ¿cuál sería la diferencia?
Chile ha alcanzado madurez suficiente para convocar a una asamblea constituyente, por supuesto, debe ser lo más democrática posible. En la asamblea todos deben tener representación. Incluso los pinochetistas más extremos (y defensores de la CPE del 80’). De eso se trata la democracia y en esto se debe fundar la base de nuestra institucionalidad. La derecha nada gana con sembrar el terror. La asamblea no nos llevará al caos. Y, en el peor de los casos (para derechistas y para la democracia), si se llamara por la izquierda a una asamblea de izquierda que cree una Constitución de izquierda, se caería en lo mismo que cayó Pinochet y su Constitución, pero para el otro lado. Y eso, nadie lo quiere.
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