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Consideraciones acerca de la confianza política

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Asistimos a un proceso generalizado e inédito de pérdida de confianza en todas las instituciones y organizaciones sociales. Los actores sociales desconfían de la política y los partidos, de las instituciones públicas, de las empresas, de las organizaciones religiosas, etc. Este generalizado proceso hace indispensable una reflexión sistemática y adecuada respecto a cómo recuperar la confianza perdida, de qué manera ello se puede lograr, y qué acciones específicas se deben impulsar.

¿Qué es la confianza?

La confianza resulta difícil de definir. Es muy fácil perderla y muy difícil recuperarla. Se puede señalar que la confianza es el reconocimiento de derechos y deberes que toda expectativa de comportamiento recíproco contiene. Entendida como relación social tiene dos polos: el sujeto que confía, y el depositario de la confianza. El sujeto ejecuta la acción de confiar a partir de un conjunto de creencias y de conocimientos que le permiten tener expectativas ciertas sobre la relación con el objeto de la confianza. Confiar requiere apostar, mantener expectativas, es decir tener esperanza en que los referentes utilizados son ciertos esto es, que corresponden realmente a las características del depositario. [texto_destacado]

Si definimos la confianza como una relación construida sobre la base de expectativas del sujeto que decide depositar su confianza en determinadas cualidades del depositario, que puede ser otro sujeto, un líder o dirigente, una idea, una institución, las fuentes y los procesos, a partir de los cuales se fundamenta este tipo de perspectivas darán el perfil particular a este tipo de relaciones. Un criterio para clasificar la naturaleza de las expectativas en general y las que están específicamente relacionada con la confianza, es distinguir las dimensiones morales, emotivas, y cognitivas como componentes de las expectativas. La confianza es una síntesis compleja de estas tres dimensiones. Es compleja, porque supone la articulación de acciones con lógicas y racionalidades totalmente distintas. La dinámica de las cuestiones emotivas, es distintas a la de los asuntos morales y ambas, son totalmente diferentes a la racionalidad de los procesos cognitivos. Cuando la desconfianza es muy generalizada y en consecuencia abarca o incluye a gran parte de las instituciones, como ocurre actualmente en Chile, normalmente están presentes estas tres dimensiones.

Además del capital social existen otras formas de confianza que son mucho más demandante de información, de garantías institucionales y de controles y castigos para los defraudadores. Éste tipo de relaciones descansan menos en las creencias y más en los aspectos cognitivos y el cálculo estratégico. Es una versión construida de la confianza.

Cálculo de la confianza

Para que el cálculo de la confianza sea posible, más allá de que el resultado sea confiar o no confiar, es necesario que se den al menos dos condiciones: 1) que exista una relación de interdependencia, o por lo menos de dependencia de una de las partes, y la disposición de parte del no dependiente para cooperar y 2) que exista futuro, esto es que esa interdependencia tenga un horizonte temporal. La primera condición enfatiza el carácter relacional, y la segunda está relacionada con las expectativas.

Para que exista esa relación de interdependencia, se requiere que la sociedad tenga una cierta «identidad». Esto resulta difícil en sociedades como la chilena con una cultura individualista exacerbada, lo que ha generado entre otras cosas, una tendencia a la autonomía de los diversos subsistemas: el económico, el político, el cultural, el social. Cada uno de estos subsistemas tiene su propia lógica, son auto referentes, y aceptan la lógica del otro subsistema en la medida que coincide con su propia lógica. Por otra parte, la política ha perdido centralidad y ha dejado de ser el núcleo central de la toma de decisiones en la sociedad. A esto se suma, la crisis de representatividad que se ha generado entre otras razones por la multiplicidad de actores sociales que surgen frente a diversos problemas concretos, y desaparecen con la misma velocidad con que surgen, y al que el sistema de partidos políticos no es capaz de expresar y representar. Para que exista representación se requiere de actores representables, y esto se dificulta por la multiplicidad y diversidad de actores.

La segunda dimensión referida a la existencia de un horizonte temporal de futuro, requiere un proyecto colectivo de largo plazo que se fundamente en acuerdos amplios, de los actores sociales y políticos. En medida importante, esto existió en la sociedad chilena cuando se impulsó el proceso de transición democrática, pero con sus aciertos y desaciertos, este proyecto se agotó y no hay una percepción en la sociedad de un horizonte temporal nuevo en el cual se expresen sus expectativas futuras, elemento esencial e indispensable para la confianza.

Un gobierno que goza de la confianza de los ciudadanos dispone de márgenes para el cambio y la experimentación que son impensables en un gobierno presionado por crisis de confianza. La confianza por lo tanto estimula el cambio y la cooperación y la desconfianza por el contrario, genera tendencias a la conservación y a la petrificación. ¿Por qué se requiere un proyecto de largo plazo?

La elaboración de una agenda política y la aceptación de costos en decisiones presentes en favor de un futuro se fundamentan en la existencia de expectativas de continuidad de un proyecto colectivo.

La sociedad chilena enfrenta una escasez estructural de oportunidades para construir confianza o para acumular razones suficientes para confiar, en una sociedad que es mucho más compleja y diferenciada. Es preciso considerar la hipótesis que la confianza futura en la sociedad chilena, será menos espontánea, más demandante de información, más calculadora y, en general más difícil de construir que la formas de confianza asociadas a las estructuras tradicionales de poder. Se trata de una confianza, más deliberativa y conformada sobre la base de la información, y del cálculo. Por tanto, tomando en cuenta la complejidad de los sistemas sociales, la confianza se presenta como un recurso cada vez más demandado y al mismo tiempo, más difícil de configurar, y por ello, su escasez estructural.

La construcción de confianza para los procesos de cambios.

La desconfianza, una vez que se ha instalado como una respuesta prácticamente única e independiente del contexto, tiene efectos destructivos para los procesos de cambios y de reformas que se quiere impulsar y pueden constituirse en amenazas graves para su implementación.

El despliegue adecuado de un proceso de cambios en democracia requiere por una parte una base de sustentación fundada en un equilibrio entre una mayoría social y política que otorgue una confianza suficiente para impulsar los cambios, que posibilite una implementación eficiente de los mismos, y por la otra que los intereses que se afectan por los procesos de cambio, no se confundan con la desconfianza, y por lo tanto se sumen a las barreras de las fuerzas sociales que se opone a las transformaciones.

Esto se complica aún más, por la existencia de tiempos distintos entre los partidos políticos que forman parte de las coaliciones que apoyan los cambios, y el gobierno que los lleva a cabo. En efecto, el tiempo no es solamente un plazo. Es también una conciencia del transcurrir y del devenir, que es diferente para cada grupo social.

El divorcio existente como se ha señalado, entre las fuerzas sociales significativas de la sociedad, y la capacidad de los partidos políticos para representarlas genera dificultades adicionales para la reconstrucción de confianzas que permitan impulsar cambios estructurales. Para avanzar en la superación de estos obstáculos se requiere en primer lugar un adecuado proceso de información para articular adecuadamente las demandas. Es indispensable por lo tanto un equilibrio adecuado entre las demandas de los actores, las posibilidades de cumplir esas demandas, y los apoyos que se requieren para ello, tanto de las coaliciones gobernantes como de las fuerzas sociales expresadas o no en los partidos que compiten en el sistema. Para ello se requiere en primer lugar, una información fidedigna, y el calificativo es quizá más importante, porque alude a un problema que no está sólo en el contenido de la información, sino en la forma que percibida por los actores

La lógica de la desconfianza se puede construir a partir de una hipótesis en virtud de la cual un exceso de información y un desmedido interés por lograr la confianza, puede ser interpretado como un asunto demasiado artificial y forzado y, por lo mismo, sospechoso.

Desmontar la desconfianza

La posibilidad de construir confianza radica en la capacidad que desarrollan los actores para desmontar los ejes articuladores en los que se ha montado la lógica de la desconfianza. En el ámbito de la problemática de la confianza en las instituciones políticas, hay que señalar algunos factores que obstaculizan la construcción o mantenimiento de la confianza tales como: problemas de coordinación, inercias culturales, tendencias intrínsecas de la desconfianza al auto reforzamiento, intereses de corto plazo, valores e identidades institucionales, ignorancia, no percepción de cambios en los patrones de interacción. Entre estos, los factores claves en el Chile actual, dicen relación con la ignorancia de los actores respecto a los cambios que se han producido en las interacciones entre ellos, producto de la masificación de las redes sociales. A esto se suma , que el individualismo exacerbado pone el énfasis en intereses de corto plazo, porque los actores no están dispuestos a esperar resultados y quieren soluciones aquí y ahora ,lo más rápidamente posibles.

Los instrumentos para la construcción de confianza tienen un conjunto de características y parámetros comunes: transparencia, imparcialidad, control.

La transparencia, construida a partir de procedimientos de información, pretende superar la opacidad del entorno y, en especial de las intenciones con el «otro».

La imparcialidad pretende resolver las disputas y los empates entre interpretaciones interesadas de los actores, y los controles permiten cubrir, a partir de procedimientos objetivos, áreas o actividades riesgosas. El reconocimiento de la necesidad de desmontar los focos de desconfianza, se traduce en la necesidad de modificar el tipo de relaciones y las prácticas entre los actores lo que puede implicar, y de hecho sucede frecuentemente, modificaciones a las reglas e instituciones.

Los sistemas de corresponsabilidad ofrecen una buena alternativa para acabar con la opacidad y la desconfianza. Estos procesos además, implican un nivel cualitativamente superior de participación al que ofrece el simple acceso a la información. Ejemplo en esta dirección es la experiencia de los cabildos organizados recientemente, para involucrar a la ciudadanía en el proceso constituyente.

Confianza y Construcción de un proyecto de Largo Plazo

El derrumbe de «los mega relatos ideológicos» y el cambio en el sentido del tiempo en virtud de los cuales los ciudadanos demandan la resolución de sus problemas de manera inmediata, constituyen dos variables principales. Anteriormente, los ciudadanos estaban dispuestos a esperar la resolución de problemas en función de un horizonte del futuro. En la actualidad esto no ocurre, porque el tiempo útil se ha confundido con el tiempo del mercado. Junto a la economía de mercado que ha generado importantes transformaciones en el plano económico, la lógica de la competencia se ha extrapolado a todos los ámbitos de la vida social, por lo cual todo es transable y se ha impuesto una » sociedad de mercado«. De esta manera, las ideas se transan, y la distinción entre presente y futuro se diluye haciendo que todo sea omnipresente. Esto se expresa en el sistema de partidos políticos ,en el hecho de que las ofertas políticas, han perdido horizonte de futuro y se procura el poder político aquí y ahora, lo más rápidamente posible, lo que genera una brecha de desconfianza creciente entre el ciudadano y las ofertas políticas de los partidos. Revertir esta tendencia que se ha arraigado en la cultura política Chilena, requiere de tiempo, pero sobre todo, hace indispensable la elaboración de un proyecto político de largo plazo que convoque a vastos sectores sociales y comprometa a una amplia coalición política para su implementación.

El proyecto político futuro requiere identificar los nuevos desafíos de la inserción internacional de Chile en el proceso de globalización. Tal vez por primera vez en la historia, vivimos y viviremos por un largo período de tiempo, en tres sociedades simultáneas y paralelas: la sociedad industrial del Estado Nación, la sociedad informatizada y globalizada, y la sociedad de aquellos que no están integrados en ninguna de las dos anteriores.

La sociedad industrial del Estado Nación, se caracteriza fundamentalmente, porque hay una correspondencia entre un determinado territorio, una organización social, un modelo político, un sistema económico y una cierta identidad cultural.

La sociedad informatizada y globalizada se caracteriza porque está en permanente cambio y por tanto resulta muy difícil identificar claramente cómo esta será en diez quince o veinte años más. Pero lo que sí se puede afirmar desde ahora, es que no hay una correspondencia absoluta entre un determinado territorio una organización social, un modelo político, un sistema económico, y una cierta cultura. Todas estas dimensiones en mayor o menor medida están transnacionalicadas. Esto se refleja en que hoy existe una mucha mayor interrelación entre las políticas internas y externas de los países y prácticamente no hay ningún problema relevante que pueda ser resuelto dentro de los límites de los países que constituyen los Estados Naciones. Los problemas del medio ambiente, del uso de los recursos naturales, de la energía, del calentamiento global, del agua, del narcotráfico, del terrorismo internacional, etc. son todos problemas que sobrepasan los límites del Estado nación y no podrán ser resueltos integralmente dentro de este ámbito. Por otra parte, la Sociedad del Estado nación se caracteriza por el hecho de que tiene instituciones, y que su ausencia constituye una patología. En cambio, en la sociedad industrial informatizada y globalizada no se han creado todavía las instituciones para hacer frente de manera efectiva a estos problemas que escapan al ámbito estrictamente del Estado Nación. No se han creado los mecanismos institucionales para hacer abordarlos y gestionar la incertidumbre de este tipo de problemas tras nacionalizados.

La sociedad de los excluidos, está constituida por vastos grupos sociales que no se sienten parte del Estado Nación y menos aún de la sociedad informatizada y globalizada. La globalización ha generado una brecha importante entre aquellos que están insertos en los procesos globales y aquellos que van quedando definitivamente marginados, lo que debe alertar respecto a esta nueva forma de exclusión que se está generando. Si la política no es capaz de expresar claramente esta nueva realidad, se profundizarán las brechas de la desconfianza, porque los ciudadanos darán la espalda a quienes proponen soluciones que no pueden ser abordadas dentro de la Sociedad del Estado Nación.

Confianza y desigualdades

Cuando el concepto de igualdad no está suficientemente precisado, éste resulta vacío de sustancia. Todos aspiran a ella, pero todo dan un contenido diferente a esta aspiración. La idea de igualdad en efecto, se enfrenta a los diferentes tipos de diversidad: la heterogeneidad de los seres humanos y la multiplicidad de variables en términos de las cuales puede apreciarse la igualdad. La verdadera pregunta es la siguiente ¿Qué igualdad o, más precisamente, la igualdad entre quienes?. La dificultad proviene del hecho de que el espacio en el cual puede aplicarse el concepto es multidimensional, y que la definición de la igualdad en una de sus dimensiones implica en sentido causal, la aceptación de desigualdades en otros.

Cualesquiera sean los principios de igualdad que se pongan en acción, su motivación, al igual que sus efectos es compensar las desigualdades iniciales demasiado distantes, resultante de la diversidad de los seres humanos. Las personas difieren unas de otras en razón de circunstancias externas, tales como lugares donde viven, recursos iniciales heredados del pasado, etc. pero también por sus características personales tales como edad, sexo, capacidades físicas o mentales, etc.

La igualdad no es un estado sino un proyecto, que implica un compromiso vital y permanente que impulse las convicciones y conductas de las personas. Es un principio de organización que estructura el devenir de la sociedad. En cierto sentido, el principio de igualdad es siempre una proyección hacia el futuro, y podrá decirse que debe operar a pesar del pasado, y para cambiar el estado presente. Toda idea o concepción de la igualdad, consiste en compensar el peso del pasado para hacer menos desiguales las condiciones de futuro. Si cada uno tiene la impresión de depender más de su pasado que su relación con los otros, la tentación al individualismo será más fuerte, la desconfianza más profunda, y se ahondará la desarticulación de la sociedad.

En Chile sin perjuicio del crecimiento económico experimentado en las últimas décadas, y la disminución importante del número de pobres, las desigualdades se han incrementado. Ello ha ocurrido, no sólo con las desigualdades de ingresos, sino que también, con nuevas desigualdades tales como: desigualdades respecto a la posibilidad de un empleo permanente, desigualdades respecto al trabajo de las mujeres, desigualdades geográficas entre regiones y comunas al interior de las regiones, desigualdades entre generaciones producto de ingresos sustancialmente menores entre activos y pasivos. Además existe un conjunto desigualdades que podríamos llamar de la vida cotidiana. Éstas tienen que ver con desigualdades en el acceso a equipamientos públicos, desigualdades, con respecto a la seguridad de las poblaciones, de acceso a la justicia en materia de transporte, todas las cuales se ven incrementada por las transformaciones sociales del territorio. Estos fenómenos, estructuran aún más las diferenciaciones de la sociedad por el hecho que a menudo son acumulativos. Este repertorio abarca desigualdades de naturaleza diferente por la que algunas pueden parecer mayores y otras menores. Pero más allá de su importancia en sí misma, lo que constituye un problema es su multiplicación así como la acumulación de ellas en ciertos lugares. De esta manera, perder el empleo significa muchas veces verse obligado a cambiar de vivienda, cambiarse a una ciudad más contaminada, con peor transporte público, con equipamientos públicos menos eficientes y, al mismo tiempo se convierte más difícil la búsqueda de trabajo. Esto genera disgregación social, incrementa las desconfianzas del sistema político para solucionar problemas concretos, oscurece las referencias, fracciona los grupos sociales, y en definitiva muchas veces crea diferencias entre quienes anteriormente eran semejantes. Detrás de las vicisitudes generadas por el crecimiento de las desigualdades,, se oculta un profundo desconcierto: la sociedad desea recuperar referencias, criterios de igualdad que le permitan a la vez afirmar mejor su cohesión, y expresar de manera más adecuada sus reivindicaciones, que le posibilite romper las desconfianzas con las estructura de intermediación como son los partidos políticos.

Como resultado de esto, oscilamos entre movimientos convulsivos complejos, y períodos de difusión pasiva del malestar. Los conflictos que se generan dentro de este marco, están ligados a coyunturas que raramente se reproducen, lo que dificulta el trabajo regular de encausamiento y apaciguamiento de la conflictividad que deben realizar los movimientos sociales. Esta dinámica genera que los conflictos se muevan entre la agresividad esporádica, y la resignación estimulando comportamientos de desconfianza acumulada, que se expresan en la ausencia de participación, en apatía y desinterés por actuar en la vida pública.

Para hacer frente a las nuevas y viejas desigualdades, que constituyen fuerzas impulsoras de la desconfianza hacia la política, y las instituciones se requiriera:

1) Dar un sentido riguroso a la acción política. Sólo con esta condición se puede entrar en una nueva era de la ciudadanía. Esto va a requerir que la política promueva e impulse un nuevo «contrato social» cuyo objetivo central será satisfacer y concordar los objetivos y mecanismos para disminuir las desigualdades.

2) Reformulación profunda de la estructura, y funcionamiento del rol del Estado. Es precisamente por la gravitación del mercado y por sus tendencias diferenciadoras y disgregadoras que el Estado tiene un papel primordial como instancia responsable para asegurar la cohesión social. Por lo tanto, la reformulación del «Estado de bienestar» y de las políticas sociales, constituye un eje central para la viabilidad de las políticas tendientes a la disminución de las desigualdades y la contención de las prácticas abusivas. La ciudadanía requiere confiar en un Estado que la defiende de las colusiones y los abusos.

3) Tomar en cuenta la nueva conciencia ciudadana. Así como la política requiere mayor colaboración de los ciudadanos, éstos a su vez demandan mayor participación. Un ejercicio efectivo de los derechos de ciudadanía presupone un efectivo Estado de derecho, pero también un acceso igualitario a los servicios públicos. Se requerirá darles un nuevo sentido. Éstos deberán tener como objetivo central, el contribuir con la mayor eficiencia y el menor costo posible, a disminuir las desigualdades, y a impedir los abusos.

4) Repensar las categorías y normas para la redistribución. Se trata de reevaluar la noción misma de redistribución social, que estaba ligada al mecanismo concebido para la redistribución entre clases instantáneas de ingresos. Hay que inventar y poner en marcha procedimientos que permitan corregir las diferenciaciones iniciales de las personas, e influir sobre sus trayectorias. Para ello, habrá que tomar conciencia de que el sentido de la justicia se forma un en un nivel más individual. No son suficientes las reglas generales. Éstas deben ser complementadas y suplementadas por políticas y acciones que respondan a una sociedad marcada por la heterogeneidad y la diversidad de necesidades.

5) Los derechos sociales no pueden entenderse únicamente como «derechos a percibir». «Derechos a», derechos pasivos a la indemnización. No es posible construir un orden social basado en un vasto dispositivo de asistencia, en lugar de una participación de todos en la vida social. Por lo tanto abordar adecuadamente las desigualdades va a requerir un impulso a los llamados «derechos de integración», es decir, todos aquellos derechos que permitan una inserción de todas las personas en el orden social. Serán aquellos derechos con los que se nace o que se derivan de la lógica de pertenencia al cuerpo social, a la sociedad. Se trata de derechos que eviten la exclusión es decir, el no ser considerado útil para la sociedad, o el quedar excluido de la participación.

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Carlos Eduardo Mena Keymer

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Jose Luis Silva Larrain

Lo que ocurre es que lo que prometen los políticos requiere mucho mas consenso y de mas largo plazo que las facultades que pueda tener su ejercicio, y eso ocurre porque ganan votos por lo que prometen, no por lo que logran hacer.

Pero esto de que a la gente le importe la igualdad es una pelotudez, le importa un pepino la igualdad. Nadie quiere igualarse con los mas pobres, sólo con los mas ricos. Tienen la expectativa de que al conseguir “políticas de igualdad” tendrán mejor bienestar pero cuando se dan cuenta que no es asi se les acaban las ganas de la igualdad. La gente quiere bienestar, no igualdad.

Además está mas que demostrado en toda la historia que el “estado de bienestar” se logra con éxito en países ricos, donde hay muchos para ayudar a pocos. Esa es la premisa y un funcionario de CEPAL debería ser claro en eso ¿Asi pretende lograr confianza en las instituciones, confundiendo a la gente?

Saludos cordiales

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Carlos Eduardo Mena Keymer

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