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Concertación: ayer contra la dictadura de Pinochet, hoy contra la del mercado

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A raíz de la controversia generada por el neoconcepto acuñado por la presidenta del PPD “convergencia opositora”, se ha acrecentado la discusión sobre la necesidad (o no) de tirarle la cadena a la Concertación de Partidos por la Democracia.   Especial alegoría que refleja el sentir de una parte importante de los chilenos:  una coalición que partió como alimento para el alma nacional llegó a un punto en que para muchos representó poco menos que estiércol, pero que hoy tiene la oportunidad de convertirse en abono de una nueva causa política que aglutine a todos quienes tenemos una mirada humanista y no mercantilista de la sociedad.

Han pasado más de 20 años desde que la Concertación se constituyera luego del plebiscito del 88, aglutinando originalmente a 17 partidos políticos y fuerzas sociales que se unieron en un ideal común: terminar con la dictadura de Pinochet. Pasaron los años, llegó al Gobierno, se institucionalizó y perdió gran parte de la base que le daba la legitimidad para detentar el poder: la ciudadanía.  Porque con un sistema político institucional tramposo como el nuestro la legitimidad no se logra sólo en las urnas, sino en la alianza real con todos quienes comparten los valores esenciales de sociedad.  Como fue en un principio, diversidad en idearios compartidos.

Hoy, de los 17 originales, sólo quedan cuatro partidos; el Partido por la Democracia, la Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Partido Radical Socialdemócrata.  Y, peor aún, sólo el aroma de lo que ayer fuera el bienamado arcoiris de la equidad.  Baste leer las cifras de segregación política, económica, educacional para comprenderlo.

“Gana la gente”, “Los nuevos tiempos”, “Crecer con igualdad” y “Bachelet + para Chile” fueron los eslóganes que la Concertación acuñó en sus cuatro exitosas campañas presidenciales, antes de que Sebastián Piñera la desalojara de La Moneda… y de los ministerios, y de las subsecretarías, y de las intendencias, y de las gobernaciones, y de las secretarías regionales ministeriales, y de…

Tales frases, ideadas al fragor de la contienda electoral representaban el sentir de una gran mayoría y eran más que simples palabras. Más que eslóganes pegadores para vender un producto en el mercado de las voluntades políticas. Y quien no entienda aquello (o se niegue por conveniencia a entenderlo), no ha escuchado plenamente el sentir ciudadano que se ha expresado por más de cuatro meses por las calles de todo el país.

Escribo estas líneas luego de leer la entrevista al presidente de la DC, Ignacio Walker, en La Tercera, donde expresa que “la Concertación puede subsistir sin el PPD y el PRSD”.  Y marco dos citas:

“Ese electorado concertacionista se aprecia en las encuestas sobre las marcas políticas. Lejos la más valorada es la Concertación, con el 33%. ¿Vamos a desechar la marca de mayor prestigio en la política chilena?”.

“El PS sabe que tiene una candidata que está en la pole position. Hay que ser ciego y sordo para no darse cuenta. Pero eso no tiene por qué significar una renuncia a priori a la carrera por la Presidencia, que es el premio mayor”.

¿De qué estamos hablando cuando hablamos de política? ¿De un buen producto para ser consumido por alienados electores que marcan sus preferencias por el que llega con los carteles más luminosos y reparte los llaveros más novedosos?  Eso fue a lo que nos acostumbramos con la mirada mercadotécnica de quienes hoy nos gobiernan y a la cual se fueron sumando paulatinamente (con culpa, a veces) todos los candidatos y partidos, con algunas honrosas excepciones.  Porque gobernar no es vender camisas ni automóviles, es reflejar visiones de sociedad que los votantes comparten.  Y, hoy por hoy, más allá del nombre, para muchos la Concertación no representa el sentir de este Chile de centro izquierda.  Porque hay que reiterarlo: Sebastián Piñera obtuvo un triunfo electoral, mas no político ni social.  Por el sistema actual son mayoritariamente jóvenes quienes no están inscritos, votos que según la máxima que afirma que “joven que no es de izquierda es un amargado” (“y viejo que no es de derecha un irresponsable”) debieran ir necesariamente a la Concertación.  E incluso a la izquierda de ésta.

Aún así, al parecer la izquierda no necesariamente ha comprendido el mensaje.   Marco una cita de Ricardo Lagos Weber, ayer en La Tercera.

“Walker no es dueño de la Concertación. Todos somos dueños en partes iguales”.  ¿Se referirá en ese todos a los 4 partidos o a la inmensa mayoría que adhiere al ideario fundacional?  Lamentablemente queda la impresión que se refiere a ellos mismos.

Es infructuoso que el debate hoy se centre en el nombre, la marca, recuperar el poder o si podrá subsistir sin uno, dos, tres o los mismos cuatro partidos.  Esta última opción es una alternativa válida si a algún iluminado de los padres fundadores se le ocurre que el nombre le pertenece a él y sólo a él.

La discusión debe pasar por establecer cómo se logró pasar de una coalición que representaba los sueños profundos de la mayoría de un pueblo a una que administró un modelo de sociedad con sus ejes puestos en la mercantilización de todo lo que se mueva; educación, previsión social, salud, bienes comunes, valores e incluso la política.

Porque si ayer la Concertación luchó contra la dictadura de Pinochet, hoy debe hacer de su causa política la rebelión contra la dictadura del mercado.

Imagen: Stock Illustration Source (Person bleeding next to oil derrick – Igor Kopelnitsky)

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