El discurso presidencial del oficialismo que he identificado está en pleno despliegue y ejecución. Su resultado político ha sido neutro; es decir, no ha debilitado el posicionamiento de Bachelet. Pasan los días y sólo se ha consolidado. En definitiva, la manera que encontraron para ganarle a Bachelet ha sido ineficiente.
¿Cómo ganarle a Bachelet? Es una pregunta que se viene haciendo el oficialismo desde su primer año de gestión. Es más, desde la oposición también es una interrogante que preocupa a los presidenciables. Mientras Gómez, Orrego, Velasco y MEO están convencidos de que disputan el segundo lugar y que se posicionan para el 2018, en el oficialismo se buscan todas la fórmulas para responder con éxito esa pregunta y darle continuidad al primer gobierno de la centro derecha en democracia, luego de más de cincuenta años.
El escenario competitivo “de hoy” muestra que Bachelet –de no ocurrir un “accidente político”–será el próximo Presidente de Chile. Es decir, va ganar la presidencial en nueve meses más.
En el escenario de la “crónica de una derrota anunciada” el oficialismo debe resolver su candidato presidencial. En ese contexto, también uno va ganando: Golborne. El aspirante dela UDI sólo debe preocuparse de “vencer a Bachelet”. Al contrario, Allamand no sólo debe doblegar a su rival de la primaria, sino también a Bachelet y a otros aspirantes de la oposición. No hay que olvidar que los datos muestran que Allamand tampoco le gana a otras alternativas opositoras.
¿Cómo ganarle a Bachelet?
Debilitar su posicionamiento es la primera táctica. En el oficialismo hay cierre de filas absoluto en torno a este objetivo: hay que debilitarla; es decir, romper los apoyos presidenciales que hoy manifiesta. El diagnóstico que el sector hace es que en los hechos y en las cifras su gobierno fue malo. Por tanto, no puede volver a gobernar. No sabe gobernar. Transantiago, crisis pingüina, estancamiento económico, 27F y fragmentación de la Concertación son hechos que dan cuenta de una gestión que fue negativa.
Asociada a este “mal gobierno” surge la Concertación como sustento social y político de esa gestión. Para el oficialismo ha surgido un triángulo que es malo para Chile: Bachelet, la Concertación y el PC. No pueden gobernar los mismos que en el pasado lo hicieron mal: “¿Qué le pueden ofrecer a Chile? se pregunta el oficialismo y “¿qué tienen común un DC con un comunista?” se pregunta Melero. Se dirá, por tanto, que Bachelet no está sola.
Frente al “mal gobierno” surge, obviamente, “el buen gobierno”.
Para la derecha, en su conjunto, su gobierno es y será exitoso. Las cifras económicas–crecimiento, empleo y remuneraciones, etc.– son la estrella de la gestión. “El gobierno lo ha hecho bien… y no podemos volver a los gobiernos del pasado,” afirma Allamand.
Junto a las tácticas que buscan debilitar el posicionamiento de la ex mandataria, surge la táctica que tiene como objetivo posicionar el modelo como la forma exitosa de alcanzar el desarrollo. Aquí, el segundo eje de la estrategia presidencial del oficialismo: apología y defensa del modelo.
La “defensa del modelo” surge porque desde la movilización social-ciudadana del 2011 se han ido generando condiciones socio-políticas para impulsar una agenda de reformas profundas que ponga en jaque el modelo neoliberal que se instauró en Chile desde mediados delos setenta. La defensa se logra por medio de interpelar en la dirección de que el modelo ha sido exitoso en todos los países que lo han aplicado. El Chile de hoy y sus éxitos es consecuencia de la aplicación del modelo. Es más, es la fórmula que han usado los países exitosos para lograr el desarrollo. En consecuencia, la pobreza y el atraso económico son el resultado de la no aplicación de la “receta neoliberal”. La “guinda de la torta” la ponen cuando afirman que el hecho más evidente de las bondades del modelo es el fracaso del socialismo y del Estado de bienestar.
Vinculado con el modelo, surge el tercer eje discursivo de la presidencial: el proyecto. La expresión del modelo en el contexto de las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales del país se expresa en el largo plazo en un proyecto y en el corto en un programa.
En esta línea argumentativa se presentan como un sector y una alianza política que tiene ideas comunes en torno al proyecto de sociedad que es bueno para Chile. Para la derecha, la aplicación de las ideas matrices del modelo neoliberal son el camino correcto para alcanzar el reino de los cielos en la tierra: el desarrollo. La unidad ideológica es fundamental para seguir impulsado el modelo y su expresión en un proyecto y en un programa. La derecha tiene la “misión” de neutralizar el avance de la nacionalización de los recursos naturales, de la modificación del Código Laboral, de la Asamblea Constituyente, de las reformas políticas y de toda transformación “sustancial” del modelo.
Como cuarto eje, surge el programa presidencial que busca darle continuidad a la obra. En términos programáticos, el sector como pacto político no tiene mucho que ofrecer hoy. Lo que vemos, sin embargo, son proto-programas que surgen de la primaria en la que cada sector busca diferenciarse y ganar posiciones. Entre Allamand y Golborne, sólo hay matices. El escenario programático se abre de manera más intensa y definitiva desde junio. No obstante, es un programa que se construye no sólo sobre los ajustes que hay que hacerle al modelo y a la “obra Piñera”, sino también sobre los éxitos de este primer gobierno de centro derecha. Un programa que debe articular cambio y continuidad.
Dirán, por tanto, que el programa y las ideas de futuro de la “Concertación y el PC” no sólo son malas, sino también han fracasado en todo el mundo; y que, por tanto, el “programa por la igualdad” no es bueno para Chile.
Hemos visto, por tanto, que el oficialismo –independientemente, de que este inserta en una primaria de “guante blanco”—ha diseñado una estrategia para “intentar” ganarle a Bachelet centrada en cuatro ejes: a) debilitar el posicionamiento presidencial de Bachelet por medio de la tesis “del mal gobierno”, b) fortalecer la idea de que el modelo ha sido exitoso y que es la mejor alternativa para lograr el desarrollo y reducir la pobreza, c)instalar la idea de que en el sector hay unidad ideológica en torno a la implementación del modelo –lo que, no ocurre con Bachelet y sus apoyos – y d) que el programa de gobierno se sustenta en los cambios que hay que hacerle al modelo sobre el supuesto de que sus ideas de futuro son mejores que la de Bachelet y sus escuderos.
El discurso presidencial del oficialismo que he identificado está en pleno despliegue y ejecución. Su resultado político ha sido neutro; es decir, no ha debilitado el posicionamiento de Bachelet. Pasan los días y sólo se ha consolidado. En definitiva, la manera que encontraron para ganarle a Bachelet ha sido ineficiente.
Y ello se explica por tres razones; porque no tiene intérprete legítimo ni claro, porque apela a la razón y porque el gobierno de Piñera es percibido por los electores y los ciudadanos de manera negativa. La tarea está difícil; muy difícil. Todo será más fácil cuando definan su abanderado oficial. Pero, ¿no será demasiado tarde para seguir descontando? Por ahora, se viene marzo.
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