La columna de Ernesto Ottone “Perdidos en la oscuridad” publicado en la Tercera del 14/01/18 nos pide una discusión sobre el significado de ser de Izquierda o Centro izquierda en el siglo XXI. Nada más relevante en el actual momento por el que atraviesa Chile y el mundo. Esta discusión, nos adelanta, no puede eludir una reflexión crítica de la historia de la izquierda y sus variantes conocidas y de otras alternativas políticas de las cuales se distingue. Para analizar “Perdidos en la oscuridad”, propongo considerar los siguientes puntos.
1- Ottone identifica su propia opción con lo que denomina el reformismo o la reforma gradual, que debemos diferenciar de las experiencias revolucionarias que sin excepción alguna terminaron en dictaduras políticas o en la bancarrota económica y luego verse obligadas a abrirse a un tipo de capitalismo dictatorial como en China, o bien a democracias “muy aproximativas o capitalismos muy atorrantes” como Rusia y algunos países del Este”. Estas fallas en el desarrollo democrático y económico también son características notables de nuevas formas del neopopulismo contemporáneo.
2- Otra alternativa fracasada es la alternativa neoliberal por creer que “el puro mercado” goza de las competencias para sostener los equilibrios económicos, por su incompetencia para controlar las crisis recurrentes y su pretensión de regular la vida social y generar igualdad e inclusión.
3- Entiendo el reformismo o reforma gradual propuesto por Ottone como una clara síntesis de la distinción que hace Bobbio entre los fines buscados por la izquierda y el método utilizado para la consecución de los mismos fines: esto es la búsqueda de la síntesis dialéctica de los ideales de la igualdad y libertad mediante el método pacífico representado por el movimiento democrático que procura la realización histórica de esos ideales, excluyendo así la revolución catastrófica. El fin de la igualdad que la izquierda persigue es inconcebible sin el progreso de la libertad. La derecha, a diferencia de la izquierda, al asimilar erróneamente igualdad con igualitarismo, concibe la igualdad como como un valor contradictorio con el de la libertad.
4- La reforma gradual asigna un papel al mercado en la generación de la riqueza y el dinamismo económico, pero lo somete a la regulación de las políticas públicas. Esta posición es compartida también por algunos de los economistas sociólogos, filósofos y teólogos más críticos del capitalismo, que sin perjuicio de aceptar la racionalidad mercantil, reclaman al mismo tiempo la adopción de políticas idóneas que controlen efectivamente la “financialización de la economía” especulativa y promuevan en cambio la formación de actores económicos que asuman el legado de Shumpeter sobre el valor del “emprendimiento” en la construcción de una nueva economía. Cabe preguntarse entonces seriamente, junto a los cultores de la macrosociología histórica, ¿quiénes serán los agentes del emprendimiento y cuál debería ser el principal objeto de su imaginación creadora? ¿Es posible emplear las energías del emprendimiento para conseguir mercados más creativos y menos destructivos?
Otra alternativa fracasada es la alternativa neoliberal por creer que “el puro mercado” goza de las competencias para sostener los equilibrios económicos
5- La nueva economía es impensable si no se aborda también la discusión de un nuevo Estado de Bienestar que asuma nuevos contenidos y medidas legales y financieras que garanticen los derechos sociales destinados a la protección de las personas menos aventajadas y el desarrollo de nuevas competencias productivas sociales y culturales. Contra el nuevo Estado de Bienestar se ha levantado hoy en el mundo y en Chile un movimiento contra el financiamiento de los derechos sociales a través de reformas tributarias de tipo progresivo. Como sabemos, la oposición al financiamiento de la política social por este medio es de antigua data y puede remontarse a Inglaterra durante la discusión de las nuevas leyes de pobres en 1837. Como dice Albert Hirshman, la retórica de la intransigencia conservadora ha acumulado “argumentos” filosóficos, psicológicos, políticos y económicos para fundamentar su “reacción” a las acciones democratizadoras originadas en la revolución francesa, la universalización del sufragio y el Estado de Bienestar. El progreso de la democracia en términos de la ampliación del reconocimiento de la igualdad ante la ley y de las garantías constitucionales y financieras para la realización de los derechos personales, políticos y sociales tendría efectos perversos en el desarrollo económico y sería fútil porque ignoraría las leyes del mercado y sus funciones benefactoras; por último pondría en peligro la libertad y hasta la misma gobernabilidad democrática. En otros trabajos hemos demostrado como estas tesis de la oposición no pueden sostenerse en el caso de Chile a la luz de la investigación empírica[1].
[1] Pizarro, C., “La primera reforma tributaria durante el gobierno de la Transición. Concertación y debate”, en 40 años, 40 ideas, Santiago de Chile: CIEPLAN, 2016.
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