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Colonias Urbanas, cuarenta años de expresión popular

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Hace unos días tuve la oportunidad de sentarme a conversar con unas vecinas de Lo Espejo, mientras tomábamos un té me hablaban de cómo era la relación con los niños y las niñas cuando eran más jóvenes, me contaban que pareciera que la comuna envejeció porque en su juventud las calles estaban llenas de niñas y niños jugando. La vida en comunidad estaba latente y se expresaba a través del juego, realidad que me tocó vivir de niño, donde nos tomábamos las calles a pesar de la hostilidad de la pobreza, las drogas, las balas y esas incontables dificultades que nos toca y tocaba enfrentar.

El panorama actual es diferente, las desconfianzas nos han consumido, el cuidado de nuestros niños y niñas ahora se limita a un rol de las familias y no de las comunidades cómo ocurría hace un tiempo, pero eso se detiene cuando comienzan los procesos de organización popular, procesos cómo lo son las colonias urbanas, que desde los espacios que generan son una parte de la historia que se ha mantenido a pesar de la arremetida neoliberal para atomizarnos y destruir el tejido social.

Las colonias urbanas son un espacio tan simple como una mera actividad recreativa, que a pesar de su simpleza, cubre mucho de lo que nos hace falta  en la actualidad, pero a la vez son tan complejas como el acto de rebeldía frente al sistema actual en el que vivimos, porque propone un aprendizaje desde la cooperación y el apoyo mutuo, además de ser un proceso profundamente democrático, donde niñas, niños y adolescentes son los protagonistas.

En estos momentos y desde hace mucho tiempo se vive una tremenda crisis en infancia y las señales desde el gobierno no han sido para nada claras, cuando hace un par de semanas a la ley de garantías ingresan una indicación sustitutiva que cambia la expresión que el estado garantizará, por el estado promoverá, entregan una señal clave de que no hay ninguna intención de hacerse cargo del problema. Por otro lado crean leyes represivas cómo aula segura, criminalizando  el movimiento estudiantil, y a las niñas y niños, sin si quiera acercar una mirada a la prevención.

Desde lo anterior es que creo que hoy nos toca conmemorar de dos formas este aniversario

Las desconfianzas nos han consumido, el cuidado de nuestros niños y niñas ahora se limita a un rol de las familias y no de las comunidades cómo ocurría hace un tiempo

La primera es agradecernos. Es un trabajo tan duro, donde cientos de jóvenes dedicamos gran parte de nuestra vida, con la profunda convicción de que en este proyecto liberador podemos encontrar la posibilidad de generar un cambio en esta sociedad hostil, que hoy debemos agradecernos a todos y todas por el gigantesco esfuerzo para seguir avanzando, por compartir y darle vida al sueño de una sociedad más justa, a pesar de que la institucionalidad ya mencionada no nos acompaña.

La segunda es hacer un llamado, un llamado a la organización popular y a la articulación de las organizaciones, porque es ahora, cuando la institución falló, que debemos tomar nuestras manos y trabajar de manera mancomunada, dejando las diferencias de lado para poder generar cambios reales desde nuestros territorios, y volver a recuperar la vida en comunidad, cómo se evidencia en colonias urbanas y proyectos hermanos cómo las escuelas libres, comunitarias y todos esos procesos de auto educación que tienen al niño y la niña cómo principal protagonista.

La única forma de conseguir la victoria en esta lucha es darnos las manos y sin soltarnos permanecer firmes, demostrando que estos cuarenta años sólo nos dan más fuerza para seguir avanzando.

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